2019-06-01

SI SE HUBIERAN SEGUIDO SUS RECOMENDACIONES...

Francisco Moreno desalentó colonizar los valles de los ríos Negro y Chubut

Al regresar a Buenos Aires, el explorador presentó un informe preliminar a la Sociedad Científica Argentina, en cuyos párrafos desaconsejaba afrontar las tareas que se acometieron unas décadas después.

Al término del viaje cuyo evento más destacado para la suerte futura de estas tierras fue el avistamiento del lago Nahuel Huapi, Francisco Moreno escribió un informe preliminar para la Sociedad Científica Argentina, entidad que por decirlo con palabras modernas, hizo las veces de sponsor. En ese “paper” -otro anacronismo a la inversa- el explorador desaconsejó fervientemente la colonización de los ríos Negro y Chubut, para privilegiar Bahía Blanca y Santa Cruz.

Durante su periplo Moreno, se sumó a una partida de “indios amigos” que lideraba el cacique Miguel Linares y con ella recorrió buena parte del Valle Inferior del río Negro. “Íbamos acompañados por casi toda la tribu del cacique Miguel Linares, Quichangerrú (zorro que se arrastra) Sargento Mayor de la Nación que iba al Chinchinal en persecución de unos indios ladrones, donde llegamos el 15 después de haber pasado por la laguna de Smill, Tetan-Gechaf, Pichiguion, Traru-Malal, Lonco-Uaca, Planeyeguem, paso Chocori, rincón de Curuzu Castre, Conchen-geyu, Isla de Choleachel, Huieque-reni, Teujenco, Malal Uaca, y Chilforo en una extensión de 120 leguas, siguiendo el curso del río”.

El paisaje que desfiló por sus ojos no fue de su agrado. “Por lo que vi hasta allí, creo que los campos del río Negro no merecen la fama de espléndidos de que gozan. Exceptuando las cercanías del pueblo de Patagones en una extensión de 30 leguas, no hay un pedazo de tierra que pueda cultivarse en grande escala. El río, resto de un antigua torrente, corre generalmente hacia un lado de las colinas, con vueltas muy bruscas y numerosas, de modo que en su casi totalidad el camino va sobre aquellas, siendo el terreno en extremo guadaloso a alguna distancia de la costa”.

Moreno dictaminó que “lo único utilizable, son los rincones, pero no tienen extensión suficiente para que una colonia agrícola pueda establecerse en ellos con buen resultado. El valle en ciertos parajes, a las orillas del río, tiene pastos regulares, pero por lo general se halla cubierto de carrizo y orozú o de chañar, piquillines y jarilla en las inmediaciones de las colinas. Además, los médanos y las grandes cantidades de piedras rodadas, hacen imposible el crecimiento de pastos tiernos y aunque en ciertos parajes crece bien el trébol amarillo, no es en cantidad que baste al alimento de los animales durante largo tiempo”.

Mejor la costa

En consecuencia, emitió su consejo. “Las travesías sobre las lomas ó Pichi-Huincul, son muy penosas, sobre todo, en el lado Norte, la del Negro Muerto, y en el Sur la que se extiende desde Choleachel á Chelforo y desde Chinchinal hasta el Limay. Sobre ellas no hay agua ni pasto para los animales, continuando así por centenares de leguas cuadradas hasta Balcheta y río Chubut, donde existen paraderos, pero no de gran importancia. Creo que debería abandonarse completamente la idea de colonización en grande escala en el río Negro y Chubut, para pensar en la de Bahía Blanca y Santa Cruz, donde he visto parajes convenientes para la cría de ganado”.

Luego de esas travesías azarosas y al igual que muchos otros viajeros que se aventuraron en la región antes que fuera incorporada por la fuerza a la soberanía argentina, el antecesor de los Parques Nacionales ambicionaba cruzar la cordillera por los pasos que controlaban pehuenches y picunches. No pudo hacerlo, porque el parlamento que se reunió para analizar su petición, no otorgó autorización.

Entonces solicitó Moreno permiso para visitar la zona del lago que desde hace 117 años, alberga a Bariloche. Señaló el viajero que “el lago Nahuel-Huapí llamado por los indios Tequel-Malal ó Streteia lafquen se halla rodeado, en su mayor parte, de montañas cubiertas de nieve, divisándose a lo lejos la cumbre del Tronador”. Aquella primera visión dejó como resultado un par de conclusiones apresuradas. “Tiene una corriente muy rápida hacia el desagüe en el Limay, y hacia un río que sale al Este, a dos leguas del anterior. Quizás sea una de las nacientes del río Chubut. Sus orillas están cubiertas de cantos rodados y piedras erráticas, algunas de las cuales medían hasta dos pies cúbicos”. Resulta claro que se refería al Ñirihuau, que no sale del lago sino que entra. No podía ser naciente del Chubut.

“Al Sud-Este, se divisaba un bosque de Manzanos; el origen de estos árboles en todos estos parajes creo que será semilla que en tiempo de las misiones sembraron los jesuitas, o frutas que los indios de Valdivia, al cruzar a este lado de la cordillera, arrojaban al costado del camino, pues la mayor parte se encuentra cerca de los pasos o en las orillas de los caminos. El encontrarse siempre reunidos en grupos como si fuesen ramas de un mismo tronco, parecen confirmar esta opinión”, explicaba el viajero. Quiere decir que 150 años atrás, probablemente Dina Huapi fuera zona manzanera.

Visita fugaz

En su encuentro inaugural con el Nahuel Huapi, Moreno no avanzó demasiado ni permaneció mucho tiempo. “Después de grabar el nombre de la Sociedad Científica Argentina, cerca del paraje, donde descansó Cox, emprendí la vuelta a Calcufú (Caleufu) apurado por la falta de alimento”. De regreso en la ruca de Sayhueque, el explorador participó de una ceremonia que se extendió por seis días y luego, emprendió el regreso a la costa.

Ese fue el quinto viaje que Moreno realizó a la Patagonia, con sostén de la Sociedad Científica Argentina. Para solicitar financiamiento y auspicio, le había escrito una carta el 14 de septiembre de 1875 a Pedro Pico, presidente de la entidad. Moreno había pedido 25.000 pesos, cifra que en términos relativos, no constituía ninguna exageración, ya que en realidad, el contingente que pensaba integrar era reducido.

“Tengo el honor de proponer a la Sociedad Científica Argentina el proyecto de internarme en esos territorios contando con su cooperación. Ocupado desde hace algún tiempo en el estudio de la historia natural del país, he principiado sistemáticamente mis exploraciones por la parte Sud de la República, habiendo hecho al efecto desde 1873 tres viajes científicos al río Negro y uno al río Santa Cruz, el que me proponía remontar hasta su nacimiento, lo que no se efectuó por falta de elementos necesarios, pudiendo sólo internarme algunas leguas al Sud”, explicaba.

Después de los primeros intentos, el Tronador y el Nahuel Huapi constituían los objetivos de su renovado interés. “Mi intención ahora es, estando ya coleccionada la mayor parte de los productos naturales de los parajes visitados, continuar la exploración hacia los nacientes del río Negro, pero como este viaje demanda gastos que no me hallo en aptitud de soportar yo solo, propongo lo siguiente: efectuar la travesía por la parte Septentrional de la Patagonia, desde el Carmen de Patagones hasta la ciudad de Valdivia en la costa del Océano Pacífico, costeando el río Negro y el Limay, y atravesando la Cordillera cerca del Volcán Tronador para examinar el gran Lago Nahuel-Huapí”.

Para arribar a su finalidad, Moreno ensalzó las virtudes de la entidad que quería convertir en benefactora. “Creo que un viaje de esta clase, en el que pienso desde hace un año, sería bastante provechoso para las ciencias naturales, desde que debo cruzar por un territorio nunca examinado por hombres dedicados a ellas y que encierra a juzgar por las relaciones de los indios, elementos suficientes para hacer la gloria científica de la Sociedad bajo cuyos auspicios se emprende”.

Adrián Moyano

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