ENTREVISTA CON UNA MUJER “SOCIALISTA, FEMINISTA Y ANTICAPITALISTA”

| 16/10/2023

Manuela Castañeira: “A veces parece que en el sur está en discusión una neoconquista del desierto”

Manuela Castañeira: “A veces parece que en el sur está en discusión una neoconquista del desierto”
Fotos: Matías Garay.
Fotos: Matías Garay.

Manuela Castañeira tiene treinta y ocho años.

Es dirigente del Nuevo MAS, y vino a Bariloche para participar del trigésimo sexto Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias.

Su acercamiento a la acción política y social ocurrió en sus años universitarios (es socióloga).

En realidad, aclara que primero se hizo feminista. 

Eran los tiempos donde el caso de la jujeña Romina Tejerina era “el tema”.

Cabe recordar que Tejerina, en 2003, a los diecinueve años, mató a su hija recién nacida porque había sido fruto de una violación, lo que motivó que fuera condenada y estuviera en prisión. Castañeira, justamente, cuenta que su inmersión en el feminismo se dio durante un viaje a Jujuy, donde se realizó un encuentro de mujeres por aquella cuestión.

La intervención en la política activa, o más bien su “zambullida” en la izquierda como toma de posición frente a la vida, se produjo cuando se enteró de lo que había sucedido con Carlos Fuentealba, maestro que, en 2007, mientras participaba de una protesta sindical, fue impactado por una granada de gas lacrimógeno de la policía, lo que provocó su muerte.

En cuanto al presente, para ella, “la tarea de la izquierda es organizar, salir a la calle”.

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“Me parece que uno de los principales problemas en la Argentina actual es que las direcciones sindicales tradicionales están atando de pies y manos al movimiento trabajador, que tendría que expresarse. No hay que esperar que gane Javier Milei para hacer algo. Debemos ir a la huelga general. Creo que deben hacerse acciones previas para impedir que triunfe, frenar los intentos de dolarizar, de destruir los convenios colectivos de trabajo”, sostiene.

En tal sentido, remarca: “Estar en la calle es muy importante”.

Y, en su visión actual, en ese “estar en la calle”, también figura la visita a Bariloche. Porque, en su opinión, el levantamiento de la voz del feminismo, en la Argentina, comienza a relacionarse con temáticas que van más allá de las etiquetas clásicas del movimiento. Es decir, las mujeres que clamaron por el aborto legal ahora también alzan la voz para discutir el futuro económico o el perfil que puede llegar a tener el país.

En medio de esa sensación -aumentada por la presencia de personas en las calles barilochenses expresando sentires acordes en el marco del Encuentro de Mujeres y Disidencias-, Manuela Castañeira contesta preguntas vertiendo opiniones donde convergen el feminismo, la política, el futuro argentino cercano, la economía y apreciaciones sobre la derecha y la izquierda.

 

–En lo personal, ¿qué significa este encuentro?

–Es el número quince en el que participo, y representa una virtud real del movimiento feminista argentino, relacionada con lograr tener una instancia de debate que sea nacional, profunda. Se trata de un orgullo enorme, por el movimiento que pudimos construir en la Argentina, a través de distintas generaciones, que sigue creciendo y madurando. También es una apuesta a que el feminismo, en el país, sea un actor de peso para la etapa que viene, que requerirá muchísima lucha, gane quien gane en las elecciones presidenciales.

–Creo haberte escuchado decir, en alguna ocasión, que te sentías más feminista, más que política…

–Yo me defino como activista, más que como política tradicional. Soy trabajadora no docente (en la universidad). Nunca tuve un cargo. Hago mi militancia desde un lugar pleno de convicción, sin ningún tipo de atadura económica ni de dependencia. Vivo de mi sueldo. Ideológicamente, soy socialista, feminista y anticapitalista.

–¿Cómo explicarías lo que es la marea verde?

–Una experiencia que comprometió, de manera política, por un derecho, a toda una nueva generación, no solo mujeres, sino jóvenes, trabajadores… La marea verde, además, es un método: luchar en la calle por el aborto legal, que, en la Argentina, existe porque el proyecto se presentó desde la sociedad; ni por un candidato, ni un partido, ni un presidente, ni ningún político tradicional, surgió por la campaña nacional con todas sus organizaciones. Es una ola humana comprometida por ese derecho que salió a la calle y que sigue existiendo y, ahora, empieza a permearse en un montón de otras temáticas.

–Porque el feminismo no es solo hablar de aborto…

–En la Argentina están muy identificados, porque fue una conquista histórica. Éramos uno de los pocos países, en el siglo XXI, sin ese derecho. En esta temática veníamos muy atrás. Más allá de que en muchos otros derechos democráticos el país estaba consolidado, esa cuestión era una deuda enorme.

 

–Bariloche es sede del Encuentro de Mujeres y Disidencias por lo que sucedió el año pasado en Villa Mascardi, a partir de la situación de las mujeres mapuches que fueron detenidas en aquel momento. ¿Qué opinás de lo que sucede en relación a ese lugar?

–Creo que existe un grave problema que denuncian las comunidades, que tiene que ver con sus tierras ancestrales, de donde las quieren sacar para hacer negociados. Hay mucha campaña de xenofobia, odio, prejuicio, estigmatización y demonización sobre los mapuches, para lograr que prevalezcan los derechos flojos de papeles a la propiedad. Me pongo del lado de la comunidad mapuche en la defensa de sus territorios. Entiendo que es un tema que genera rispidez. Hay que contextualizar, y estamos en un momento en el que ha crecido mucho el discurso de la ultraderecha de preservar la propiedad por encima de todo: del agua, del acceso a la tierra, del derecho humano a la educación, de la salud… es decir, la propiedad y los objetos por encima de la propia humanidad, llegando a decir que hay que vender órganos “libremente” en el mercado. En este marco, me parece preocupante que todo tienda a mercantilizarse sin preservar los derechos que nos hacen más humanos.

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–Consultaba por Villa Mascardi porque ahí la situación tuvo –y tiene– características particulares, donde parecieron haber signos de violencia desde la comunidad y desde el Estado…

–No pondría en pie de igualdad a la situación mapuche y al Estado porque, de un lado, hay una comunidad vulnerada y, desde la otra parte, tenés la estructura de poder de las fuerzas. Ningún problema social tiene una solución represiva. Hay un reclamo profundo. Creo que, cuando las comunidades son las que ponen los muertos y no acceden a plenos derechos, las acusaciones no son la manera de solucionar el tema. Hay que tener empatía, y no me parece que la manera de resolver la cuestión sea siempre pararse desde la defensa incondicional de la propiedad privada. Además, decir quién tiene derechos sobre los territorios es cuestionable… A veces parece que en el sur está en discusión una neoconquista del desierto relacionada con comprar la tierra y los recursos por dos pesos con cincuenta para sectores trasnacionales.

–¿Venís de una familia peronista?

–No de militantes orgánicos, pero sí de ideología peronista. Aunque ahora votan a la izquierda…

–Si no la hija se enoja…

–No –ríe–… Fue un debate muy lindo y democrático y llegaron a la conclusión de que la izquierda era uno de los sectores más consecuentes.

–A todo esto, ¿alguna vez comprendiste al peronismo?

–No creo que ni los peronistas lo comprendan –risas–… 

–Me refiero a los extremos que maneja. Sos una mujer de izquierda, y en el peronismo convergen la extrema izquierda y la extrema derecha.

–Es cierto –ríe–, aunque no diría extrema izquierda… Me parece que, en este momento, es una coalición, y eso lo utilizan para gobernar y llevar adelante un ajuste. Los distintos extremos se echan la culpa de las diferentes cosas, cuando todos son responsables. Ahí está el silencio de Cristina (Kirchner), por ejemplo… El kirchnerismo, ¿qué sería? ¿El sector más de izquierda del peronismo?

–¿Te referís a lo que dicen sus referentes…? Digamos, ¿de la boca para afuera…?

– Sí, aunque el kirchnerismo también ha tenido algunas acciones que lo podrían poner en ese lugar, como ciertas leyes y demás… Pero a lo que me refiero es que La Cámpora es la agrupación política más grande de la Argentina y no hizo ni una marcha… Esos pibes no salieron a la calle contra la derecha. Ni siquiera cuando fue el intento de magnicidio de Cristina; es decir, salieron, pero no orgánicamente. Yo sí fui, era la única referente de la izquierda que estuvo en la plaza. Ahí sí veo que se manejan de la boca para afuera… Después se tiran la pelota: que algo es culpa de Alberto (Fernández), de (Sergio) Massa, de Cristina… ¡Y todos son gobierno! Es como dicen los jóvenes con el sticker de “fingir demencia”. Bueno, hacen un poco eso mientras hay un ajuste brutal.

–Participaste en las PASO, aspirabas a ser candidata a presidenta. ¿Cómo fue la experiencia?

–Muy buena. Políticamente, tiene un saldo positivo por lo que aportamos al debate. Se mostró que era muy importante plantar bandera por el salario mínimo, vital y móvil, para que parta desde los quinientos mil pesos. En perspectiva, esa campaña toma importancia frente al discurso de Milei. Para nosotros, la defensa del salario de aquel monto está vinculada a la idea de que la Argentina tiene que tener una moneda nacional, porque, si no, se irá hacia una desindustrialización feroz que podrá generar un desempleo de masas…

–¿Cómo ves el movimiento feminista en la actualidad? En el mundo, pero particularmente en la Argentina.

–El feminismo es uno de los principales actores sociales a nivel mundial. Tiene rasgos internacionalistas, cruza fronteras y se organiza. Por ejemplo, lo que hicimos en solidaridad con las polacas cuando tuvieron que salir a las calles a defender el aborto legal; también con las estadounidenses, cuando atacaron ese derecho… Las argentinas impulsamos acciones hacia el resto de Latinoamérica y logramos que haya vientos a favor de derechos en México, Colombia, Chile… Me parece que ese es un rasgo muy progresivo de este movimiento. Además, veo que se va más que por un solo tema, se hace eco de muchas temáticas. En la Argentina, el feminismo discute acerca de la economía, los salarios, el medioambiente, la causa mapuche… Por eso el feminismo en este momento está en Furilofche (denominación mapuche para Bariloche), para solidarizarse con la comunidad mapuche en su pelea por las tierras. Algo que me parece importante es que las compañeras de la comunidad que hicieron uso de la palabra en el inicio del Encuentro (de Mujeres y Disidencias) se solidarizaron con el pueblo palestino. El feminismo tiene posiciones internacionales. Me detengo específicamente ahí porque sé que es un tema que ha generado controversias. Desde el Nuevo MAS tenemos una posición histórica en solidaridad con el pueblo palestino. En este momento vemos que ejercer un castigo colectivo sobre una sociedad –y no sobre grupos puntuales–, lo que configura la previa de un genocidio. Por los hechos llevados adelante por algunas personas se castiga a una comunidad, como está sucediendo ahora, donde se deja sin luz, agua ni gas a todo el pueblo gazatí…

–Pero, desde la izquierda, ¿no haría falta un pronunciamiento contundente en contra de los ataques a Israel?

–Creo que el responsable de las víctimas civiles es (el primer ministro israelí) Benjamin Netanyahu, que ha impuesto una política de genocidio, generando un clima de odio y de violencia. Por supuesto que condenamos las víctimas civiles de cualquier sector, pero acá el responsable claro, con todo su poderío económico y político, junto al apoyo de Estados Unidos, es Netanyahu. Esto nos obliga, como sociedad, a tener sensibilidad y claridad sobre lo que sucede, a pesar de las presiones.

–Esa opinión quizá sea tildada como un discurso antisemita…

–Confundir el cuestionamiento a la política de Israel con el antisemitismo me parece un error gravísimo. Una cosa es el Estado de Israel y otra la profunda sensibilidad que incluso el trotskismo tiene con la causa judía. Por ejemplo, hay que recordar el Gueto de Varsovia, con la resistencia de las juventudes trotskistas. Esta no es una cuestión religiosa, sino territorial. Están expulsando al pueblo palestino. Así que, si dicen que es una posición antisemita, es un falseo de la discusión, un intento por evadir lo que realmente sucede y la política humanitaria que hay que tener sobre lo que está pasando en la Franja de Gaza.

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