PINTADA DE PAÑUELOS

| 24/03/2023

Entre una provocación sin eco y un Roca en penumbras

Entre una provocación sin eco y un Roca en penumbras
Fotos: Matías Garay.
Fotos: Matías Garay.

24 de marzo.

Una fecha que lejos está de ser una más.

La sangre derramada lo impide.

Y la conmemoración del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia tuvo en Bariloche una resonancia que llegó desde tiempos añejos, donde el odio marcaba el latir político y social argentino.

La plaza del Centro Cívico, sitio en el que se realizó el acto a cuarenta y siete años de la instauración de la última dictadura militar que tuvo la Argentina, amaneció con un líquido esparcido por diversos sectores del piso.

Algunos decían que era aceite; otros, querosene o nafta.

El asunto, más allá de lo que se tratase, era dificultar la clásica pintada de pañuelos blancos –que estaba anunciada para las 10–, además de que algún desprevenido patinara.

Y el resbalón lo sufrió el intendente, Gustavo Gennuso, que, con su caída, dejó expuesta la situación.

Pero el acto protocolar se hizo sin más inconvenientes, y luego llegaron quienes se convocaron para delinear en blanco los pañuelos sobre el suelo.

Había militantes conocidos, gente joven que concurría con sus hijos pequeños, partidarios de izquierda, representantes sindicales y un largo etcétera.

Aquel líquido que fue esparcido con resentimiento no tuvo eco en quienes se acercaron a la plaza.

Más allá de comentarios entre los círculos que se iban formando cuando "los pintores" se reconocían entre sí, donde se hablaba de lo que había sucedido, el asunto no deparó grandes protestas.

Parecía que se aceptaba como una regla del juego. Una lamentable pauta que guía los designios de la discusión eterna de un país que parece haber nacido en una grieta que, cada tanto, se exterioriza y muestra su lado más oscuro, con un encono perpetuo.

Si bien estaba quien, en esas charlas que se producían, culpaba a la derecha más acérrima, y se manifestaba contra un “Bariloche facho”, quizá el asunto, para esta altura, vaya más allá del debate de izquierda y derecha, y se trate de una carencia de educación civil, que en algunos momentos queda manifiesta desde un lado, y en otras ocasiones, del otro.

Pero, por sobre estas divagaciones, estuvieron las pintadas.

Se vio, por ejemplo, al exjuez Rubén Marigo, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, quien, pincel en mano, bromeó: “Desde que llegó la jubilación, me dedicó solo a la militancia”.

El exintendente César Miguel, por su parte, recordaba cuando Hebe de Bonafini pintó el primer pañuelo en el Cívico.

Germán Schwartz, en tanto, con una remera donde se veía el rostro de su padre, Julio, desaparecido durante la dictadura, hacía referencia, con lágrimas en los ojos, al embrollo de sensaciones que tenía en la cabeza cuando llegaba esta fecha.

También estaba Alfredo Chaves, quien por siempre será identificado con “la piña de la dignidad” que aterrizó en el rostro de Alfredo Astiz. Para él, la fecha también tiene un significado extra: es el primer 24 de marzo sin Hebe de Bonafini, quien, cuando sucedió el episodio con el represor, enseguida lo vino a acompañar.

Y, además de la gran cantidad de gente que pintaba pañuelos, se observaba a quienes el feriado, a la inversa del resto, los llamaba a trabajar. Así, Fernando García, el cafetero oficial de Bariloche, se apostaba con sus termos, y Daniel Cortés se movía entre los presentes al grito de “Churrooos”.

Todo ante un Julio Argentino Roca en penumbras, ya que su estatua fue tapada por un manto negro.

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