El notable ascenso de la violencia a nivel social afecta de manera directa en la relación de los jóvenes entre sí y es desde las escuelas que abordan esta temática para una mejor convivencia.

El Cordillerano dialogó con Andrea Duprez, vicedirectora del turno mañana de la ESRN 36, quien comentó la manera que eligieron para manejar el problema que aqueja a muchas instituciones educativas de la ciudad.

Hay un montón de factores, “en general son conflictos que surgen por malos entendidos es decir, problemas de comunicación y muchas veces terminan en violencia física”.

En la ESRN la situación se fue calmando “este año ha sido muy complicado, mucho más que en otros anteriores creo que tiene que ver con la pandemia, el haber estado aislados, entonces tomó más relevancia esto de no convivir”.

El retorno a las aulas de manera presencial lleva a una mayor visibilidad y exposición “el no poder relacionarse con el otro de una manera más fluida llevó a que trabajemos un montón en relación a esto del convivir porque se notaban los conflictos”.

Agregó “había diferencias y dificultades en que 28 personas convivan durante un turno completo dentro del curso y con 500 dentro de la escuela”.

Una vez identificado el inconveniente pusieron manos a la obra “fue uno de los ejes del Proyecto Educativo Institucional, tenía que ver un poco con las prácticas pedagógicas que había que ponerle más énfasis y con lo vincular”. La sana convivencia, la integración y la pertenencia en la escuela.

“Había que generar las condiciones necesarias para poder enseñar y aprender, porque si no se crea un buen clima de respeto y colaboración todo lo demás, queda en segundo plano” aseguró.

Entonces primero está el poder vincularse correctamente “se plantearon varias líneas de trabajo y creo que las hemos cumplido”. Todas las escuelas tienen acuerdos escolares de convivencia “son acuerdos porque en teoría se viene trabajando hace muchos años y se van retocando y renovando dentro de toda la comunidad educativa”.

Hicieron un proyecto de mediadores “para esto formamos a estudiantes entonces donde hay conflictos los detectan y hacen la mediación, eso está funcionando muy bien”. Además hubo mucho trabajo dentro del aula “jornadas de distintos ejes en relación a la convivencia, la idea era sostenerlos y cada 15 días reunirnos en distintos horarios y áreas”.

Consistía en cortar por un momento lo pedagógico y trabajar la convivencia “este año había que dar prioridad a los conflictos y los frutos de todo eso se está viendo en nuestra escuela”.

Redes sociales

Los problemas más comunes de conflictos eran de cursos entre sí “un grupito de segundo con uno de tercero, cuando les preguntábamos cuál era el origen del problema no lo saben describir”. Agregó “la percepción ésta del 'me miró mal', surge una y otra vez, muchas veces ese disparador surge en las redes sociales y termina a las piñas dentro de la escuela”.

Discusiones que comenzaban con una publicación, continuaban en los recreos y finalizaban con peleas a la salida. Muchas veces detrás de una situación de violencia o de enojo de un joven hay dolor o impotencia, la pelea es el desencadenante pero hay mucho camino hacia atrás. “Charlamos con las familias para ver qué está sucediendo, la mayoría están muy presentes, en otros casos no pero las escuelas tienen muy poco acompañamiento del ETAP”.

Detalló “tenemos una cada siete escuelas aproximadamente entonces van una vez por semana, este año estamos pidiendo muchas más frecuencias para que puedan acompañar pero no es una política educativa en este momento entonces no lo van a hacer”. Agregó “el equipo del ETAP pone todo de sí pero está desbordado” alertó.  

Recibimiento

Todas las actividades que han llevado adelante con resultados visibles han tenido una muy buena recepción por parte de los jóvenes. “Esto de sostener en el tiempo distintas jornadas de convivencia, que vas cambiando las actividades para que no sea algo tedioso, fue muy bien recibido”.

“Hicimos un trabajo muy fuerte de la convivencia en las redes sociales que, como dije, es el disparador de la mayoría de las peleas y lo mejor de todo fue la charla que tuvimos con los estudiantes en el turno mañana”, valoró.

Detalló: “Los sentamos a todos en el SUM, les hablamos de lo que estaba sucediendo, de por qué eso era un problema y lo que provoca todo eso en otros”. En realidad se estaba cometiendo un delito “desde lo legal hasta lo moral y eso fue el puntapié”.

A esto le siguieron dos semanas de trabajo en las aulas “que terminó en una campaña y concurso contra el cyberbullying, fue cómo crear una oportunidad dentro de una crisis”. Todo esto aplacó en un grado muy alto los conflictos “sirve mucho hablar, explicar, concientizar y parar la pelota”.

Una tarea a la que le pusieron mucho esfuerzo, dedicación y sobre todo paciencia. “Había que armar una comisión de trabajo y ponerse a pensar, planificar y conociendo a los estudiantes, saber qué es lo que serviría y que no”.

En determinado momento tomaron la decisión de separar los horarios de los recreos “si entre 250 era muy difícil convivir en estas condiciones entonces había que bajar a la mitad”.

En cualquier situación de violencia hay dos partes, quien ataca y la persona vulnerada. “A veces son las familias las que se acercan a la escuela por un conflicto porque no ocurre en nuestro ámbito pero repercute en la convivencia”.

Obviamente que todo esto afecta mucho a nivel emocional porque las situaciones de acoso o cyberbullying trauman, entonces los estudiantes necesitan un fuerte acompañamiento.

La campaña

La propuesta del concurso fue armar una campaña contra el cyberbullying, luego se subía al Instagram de la escuela y el trabajo que más likes tuviera sería el ganador. El primer puesto lo obtuvo un alumno de 4to. 1ra. del turno mañana y ganó un premio para compartir con todo su curso. Debían presentar una imagen propia o un video casero conteniendo un mensaje de texto.