ACROBACIA, MÚSICA Y COLORES

| 22/09/2022

Un estallido de luces e imágenes en la inauguración del FAB

Un estallido de luces e imágenes en la inauguración del FAB
Malena Richter en las alturas, entre luces y ritmos. Foto: Matías Garay.
Malena Richter en las alturas, entre luces y ritmos. Foto: Matías Garay.

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Después del paréntesis del último bienio, la apertura formal del acontecimiento cinéfilo recobró brillo y esplendor.

Carlos “Chingolo” Casalla solía decir, y con razón, que sin música la vida sería una estafa. Más allá de los cambios de formato, de la disminución significativa en la cantidad de salas y de las evidentes modificaciones en los hábitos que agudizó la reciente pandemia, hay que admitir que también sería muy difícil pensarnos sin cine, al menos a quienes participamos de parámetros culturales más bien urbanos.

De ahí que, en su décima edición consecutiva, el FAB se convierta en un hábito entrañable. Precisamente, en su capítulo 2013, el cónclave cinéfilo había homenajeado al prócer del cómic argentino y también músico, con un concierto de La Chingolera que se concretó en el salón de UnTER, gremio que acaba de superar –al menos momentáneamente– un largo conflicto con el Gobierno rionegrino. Hoy, esa cercanía sería difícil.

Es tradición que el festival se inaugure formalmente los miércoles de cada edición y también es costumbre que, durante el acto, se den la mano la música y las artes audiovisuales. La que está en pleno transcurso no fue la excepción y, en consecuencia, el público que asistió al Teatro La Baita encontró sobre el escenario a la artista acrobática Malena Richter; a la cantora mapuche Anahí Rayen Mariluan; al trío que conformaron Daniel Lugones, Mariel Valy y Carlitos Casalla; y a una formación de La Nube Orquesta de Percusión.

Uno de los sellos distintivos del FAB es su inconfundible identidad visual, esa imagen que los legos en la materia llamamos logo. Sus transformaciones durante las 10 ediciones se proyectaron sobre la pantalla mientras la joven Malena desafiaba a la gravedad al encaramarse al aro. Su cuerpo danzó los ritmos tecno que ganaron el ambiente –otra marca identitaria– con absoluto vigor y control.

Luego se abrió un segmento de música en vivo, con tres intervenciones que, en algún momento de su historia, participaron de la apertura del FAB. Arrancó Mariluan en soledad, aunque munida de las pertinentes pedaleras que multiplicaron su voz por dos o por tres. Interpretó “Pichi manke” y mientras su canto en idioma mapuche hablaba del cóndor joven, detrás suyo pudieron verse imágenes que, entre otras, corresponden a “Patagonia sincera” (2022), la película de Grego Campi que, en forma coincidente, se proyectó íntegra en el mismo recinto al finalizar las formalidades.

El pequeño concierto continuó con el trío de Lugones (guitarra), Valy (voz y accesorios) y Casalla (percusión), un canción hermosa y esperanzadora que se titula “Gente del río”. La música se extendió mientras detrás, se pudieron ver fragmentos de las realizaciones audiovisuales que ya se proyectaron o se están proyectando durante el FAB, cuya premiación tendrá lugar en la nochecita del sábado.

La Nube y su propuesta movediza. Foto: Matías Garay.

Para el cierre, se reservó la propuesta que pone el ritmo al frente. Bajo el comando de Javito Vidal, una versión acotada de La Nube Orquesta de Percusión hizo batir palmas al auditorio, con simpatía y buen ánimo. Las sensaciones quedaron bien arriba para recibir las palabras de los funcionarios que se hicieron presentes en La Baita, tanto del ámbito nacional, como provincial y municipal.

Sería injusto finalizar esta reseña de El Cordillerano sin mencionar a quienes, desde sus saberes técnicos, también contribuyeron a redondear la identidad estética del FAB en su noche de inauguración: Juliana Benedicti (mapping), Andrés Lizeswki (animación), Joaquín Nebbia (edición), Mauricio Badilla (edición) y Pablo Beato (luces). Todo bajo la dirección artística de Diego Carriqueo, veterano ya de 10 contiendas. La que está en curso todavía tiene mucho para dar. La vida sin música sería una estafa, decía Chingolo. Pero el cine tampoco nos puede faltar.

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