La activista pacifista Salma al-Shehab, odontóloga de profesión, madre de dos hijos, fue condenada por difundir en las redes sociales lo que pensaba. Su cuenta solo tenía 2.600 suscriptores, suficientes para encender las alarmas de la monarquía absolutista de Arabia Saudita.

Fue citada a declarar por la Dirección General de Investigaciones el 15 de enero de este año antes de regresar a Londres para concluir su doctorado en salud bucal. No se imaginaba lo que seguiría. Hasta que fue condenada recibió malos tratos, aislamiento prolongado durante 285 días y tampoco pudo contratar un abogado defensor.

El Tribunal Especializado en delitos de terrorismo le impuso en principio 6 años de cárcel. La revisión de la sentencia se la incrementó a 34 años, la condena más larga en la historia de ese país.

 Los cargos fueron "desestabilizar la seguridad de la sociedad y la estabilidad del Estado", "propagar la sedición", "proporcionar ayuda a quienes buscan perturbar el orden público" y "difundir rumores falsos y maliciosos en Twitter". Una vez cumplida la condena no podrá viajar al exterior por un lapso de 34 años más.

Los informes internacionales sobre la situación de Arabia Saudita muestran constantes restricciones a la libertad de expresión, de asociación y de reunión; sus tribunales especiales aplican duras penas a quienes trabajan con derechos humanos o simplemente por ser disidentes políticos. También hay ejecuciones masivas de opositores. Con respecto a la diversidad sexual baste con decir que están prohibidos los juguetes y la ropa infantil con los colores del arco iris porque “promueven la homosexualidad, contradiciendo la fe islámica y la moral pública".

En la primera ronda del mundial de fútbol en Qatar, Argentina enfrentará a la selección saudí. Sería un buen momento para difundir la situación de los derechos en ese país, comentar los innumerables casos como el de Salma. Que el deporte explicite su relación con la política.