A los 64 años Draupadi Murmu fue elegida presidenta de la India. El hecho sobresaliente es que pertenece a la comunidad étnica santal, una de las más postergadas de ese país. Triunfó con el voto mayoritario de los 4.800 representantes de las cámaras alta y baja, a los que se le suman las asambleas regionales.

Murmu pertenece al Partido Nacionalista Hindú (BJP) y es parte del plan del primer ministro actual, quien gobierna desde el 2014, de promover a líderes de las castas inferiores. Con ello busca una política de desarrollo para los sectores más marginales de ese país, uno de los grandes desafíos actuales.

Nació en Mayurhanbj, en Odisha, al Este del país, uno de los sectores más humildes. Su padre y su abuelo fueron jefes de la aldea, y quienes la inspiraron para que incursione en política. Trabajó como maestra a la vez que comenzó su carrera como activista de los derechos humanos, ascendiendo lentamente gracias al reconocimiento a su labor.

 Ocupó cargos ministeriales en el gobierno nacional y en el 2015 fue elegida gobernadora del estado oriental de Jharkhand hasta el año pasado. Las trágicas muertes de su marido y dos de sus tres hijos han marcado su vida, pero no bajó los brazos.

La de la India es una sociedad compleja, que en breve superará a China como el país con más habitantes del planeta, con un alto porcentaje de analfabetos y pobres; es una potencia nuclear con un latente conflicto bélico con Pakistán por los territorios de Cachemira; en su territorio crecen los problemas medioambientales; tiene arraigado un sistema de castas vergonzante y difícil de desarmar. Una de las potencias más ricas, pero con una notable desigualdad social. Draupadi Murmu tiene la oportunidad de aportar lo suyo.