Phyllis Omido nació en Kenia, estudió Administración de Empresas en la Universidad de Nairobi y la empresa india Metal Refinery EPZ Ltda. la contrató para que trabajara en su planta del barrio Owino Uhuru, un sector empobrecido de la ciudad de Mombasa. Entre sus tareas debía hacer un Informe de Impacto Ambiental. En ese lugar se procesaban baterías de automóviles extrayéndoles el plomo para reutilizarlo. Como se sabe desde hace décadas este mineral es contaminante y ataca el sistema nervioso de manera irreversible. El estudio arrojó como resultado que la fábrica contaminaba el aire y el agua, y concluía que debía cerrarse para reubicarse en otro sector de la ciudad. La empresa desestimó el informe.

Ella es madre soltera y al poco tiempo del incidente su hijo de dos años se enfermó. En los análisis de sangre se determinó niveles altos de plomo en sangre. Los médicos decidieron investigar a otros tres infantes al azar y los resultados fueron preocupantes. Fue entonces cuando Phyllis Omido renunció a la empresa y comenzó una larga batalla para lograr que se hicieran cargo de los tratamientos, hizo las denuncias correspondientes ante los organismos gubernamentales, e incluso movilizó a la población. Fue arrestada por organizar estas protestas. La empresa nunca le dio una respuesta y el gobierno desestimó la denuncia por falta de pruebas. Juntó más datos y siguió insistiendo, sin resultados hasta que sufrió un atentado. Se escondió por un tiempo y pensó en abandonar. No lo hizo.

La lucha le llevó 10 años, en medio fundó la ONG Centro para la Justicia, la Gobernanza y la Acción Medioambiental. En el 2015 fue una de las 6 personas que recibieron el Premio Ambiental Goldman. En el 2020 una jueza determinó que tanto el Estado como la empresa deben indemnizar a la población contaminada con unos trece millones de dólares, y no solo eso, sino que además debe reparar el daño causado. La fábrica y otras tres similares debieron cerrar. Se abre una esperanza de cambio.