Si hay algo de lo que no se puede acusar al exguardaparque Alejandro Beletzky es de ser oportunista. Nunca dejó de hablar del problema del fuego en la región. En época de incendios y fuera de ella.

Y siempre se ha referido a la necesidad de contar con más herramientas para combatirlo.

Esta vez, en lugar de salir con los tapones de punta en el momento más álgido de la situación, cuando se comentaba que las llamas podrían llegar a la población de Río Villegas o cruzar la ruta, el reconocido ecologista, tratando de no azotar otro combustible -el de aquellos que aprovechaban la cuestión para disparar hacia diferentes puntos, a veces por ignorancia, y, en ocasiones, con distintas intencionalidades políticas–, aguardó un tiempo prudencial para hablar, pero ahora decidió que ya era tiempo de opinar sobre el tema.

Antes de centralizarse en lo que ocurre en este momento, opta por hacer un repaso sobre cómo avanzó la temática a través de los años: “En la antigüedad, el ataque a los focos y los incendios eran responsabilidad de los guardaparques, y luego convergían combatientes que se sumaban a la lucha: todo el personal del Parque Nacional participaba”.

“Luego se crearon las brigadas de lo que hoy es el ICE (Incendios, Comunicaciones y Emergencias), que siempre tuvieron el problema de contratos cortos, cada año lo mismo, con lo que se volvía en contra, ya que la ‘voluntad’ y el ‘compromiso’ de apagar el fuego era distinta. Esto, después, parcialmente fue mejorado”, continúa, y detalla: “Por eso se armaron brigadas fijas y contrataciones alternativas cada temporada”.

Pero enseguida añade que “desde hace siete años no se contratan a esos combatientes, lo que deja un reducido grupo para miles de hectáreas”.

Ahora sí, ingresa puntualmente a lo que es el fuego en la zona de los lagos Martin y Steffen: “Este incendio fue detectado a las 15.30 del 7 de diciembre, después de la tormenta eléctrica”, expone.

“Esta información la recibí de turistas que permanecían en el lago Steffen y que, al haber leído notas mías anteriores, decidieron contactarme”, señala.

“Me contaron que el guardaparque de esa seccional observó y dio aviso del foco”, suma.

Dice que, de acuerdo a la información que le suministraron, a las 18 llegaron otros cinco guardaparques, “usando el bote de un poblador, que se los prestó para cruzar el lago Martin”.

“Los guardaparques pasaron la noche junto al incendio, cuidando que no se ‘escapara’”, manifiesta.

“Por la mañana del día 8, aparecieron dos columnas que indicaban otros focos con muy poca actividad. Las condiciones climáticas eran aceptables, sin viento, pero con mucho calor”, narra Beletzky.

“A las 10.30 llegó una cuadrilla en helicóptero que bajó en la costa del lago Martin, y allí llamaron al guardaparque que estaba en el foco y le ordenaron bajar del incendio para hacer el traslado de ese personal, pero yendo al lugar por la zona quemada cayó en un pozo con muchas brasas y se quemó ambos pies”, apunta.

De esa manera, Beletzky considera que ahí radicó “el primer error”, ya que, a su parecer, “al ser advertido a las 15.30 del 7, el jefe de Incendio debería haber derivado combatientes de inmediato, con lanchas y gomones”.

“Eso no ocurrió”, sentencia. “Resulta claro que ese sitio, de difícil llegada y con muchos focos, necesitaba un ataque ampliado de manera urgente”.

“El 8, recién a las 18, el guardaparque terminó de trasladar a los combatientes a la costa del foco del fuego, que estaba a dos kilómetros, pero ese día no se realizaron tareas de tendido de líneas ni ataque, solo una inspección del sitio”, expone.

“Desde ese momento, el incendio fue tomado por el ICE Nahuel Huapi bajo su cargo. La zona era muy densa; la llegada se hacía por agua y a pie. Antiguamente, los helicópteros de la Fuerza Aérea o la Armada contaban con pilotos experimentados; solíamos hacer maniobras de descenso a la zona de los focos con sogas o escaleras, y los primeros guardaparques combatientes abrían un claro para poder bajar más equipos y gente cerca del foco. Esto, aquí, no habría ocurrido”, aprecia.

“Se realizaron trabajos en los focos iniciales, pero saltaron otros nuevos, que, al levantarse viento, se salieron de control, por lo que se evacuó a los combatientes”, expone.

En ese sentido, resume: “Habían pasado tres días sin un ataque contundente, y se ampliaron los focos iniciales, que se transformaron en un incendio”.

“Dada la característica del lugar y los pronósticos, se ve que no fueron derivados al foco todos los combatientes y equipos necesarios en los primeros momentos, por lo cual uno de los focos se disparó el segundo día, cuando el incendio ya estaba a cargo del ICE Parque Nacional Nahuel Huapi, y obligó a la retirada de todos. Ese fue un grave error”, sentencia.

En tal sentido, comenta: “Eso se deberá dilucidar, como lo hacíamos antiguamente, con una evaluación completa, para que se analice cada decisión, y con ello evaluar los pasos tomados y corregir acciones futuras”.

De esa manera, reflexiona: “Las operaciones con escasos recursos son muy complicadas, por eso la necesidad de un ataque aéreo con hidroaviones en cantidad y calidad, pues los pequeños aviones con carga en tierra demoran entre treinta y cinco y cuarenta minutos para cada bombazo de agua, lo que resulta absolutamente inútil”. 

También advierte: “Un solo hidrante de pequeño porte, en condiciones de clima complicado, tampoco logra un ataque eficiente. Si el primer día se hubieran puesto en marcha varias cuadrillas helitransportadas, junto al uso del helibalde, mientras por tierra se llegaba al foco, seguramente no habría incendio…”. En este punto, arremete: “Por favor, no traten de justificar todo diciendo que era imposible frenarlo”.

Beletzky analiza: “Se destinó todo al frente del fuego, para resguardar bienes humanos, pero se dejó de atacar la cola del incendio en el lago Martin, que acumuló calor y estalló con la virulencia que vimos sobre la región, quemando en horas cientos de hectáreas, iniciando poderosas columnas convectivas que repartían más focos en las laderas”.

“Eso es por falta de más brigadas y una incorrecta lectura de quienes conducen el fuego”, opina. 

“La gran falencia fue no destinar todo lo que se tenía al ataque inicial, en forma rápida y efectiva, asegurando anclar un campamento en el mismo sitio del incendio, manteniendo un renuevo de combatientes cada cinco o seis horas para no descuidar un minuto los focos iniciales, con un permanente apoyo aéreo para enfriar la zona”, reflexiona.

De esa manera, cita le necesidad de “un sumario administrativo” para evaluar las acciones y los responsables.

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Asimismo, teniendo en cuenta la labor de los funcionarios, hace una lectura sobre los últimos años y lo que puede ocurrir: “El gobierno anterior desfinanció el Plan de Manejo del Fuego, y el actual, entre la pandemia, los escasos recursos económicos y no contar con planificación segura de primer ataque y ataque ampliado rápido, repetirá las mismas acciones”.

Más allá de todo, rescata -aunque aclara que llegó tarde- la organización de Provincia y Nación, junto a bomberos y pobladores. Igualmente, cuando menciona esta intervención de miembros de la comunidad, aclara: “Pero ojo, no es admisible que cualquiera entre a un incendio sin estar dirigido y planificado por quienes conducen el tema”, para luego puntualizar que, en este caso particular, “aparecieron personas algo violentas que creían que, con una motosierra y su prepotencia, paraban el incendio”.

“Eso no debe ocurrir”, sostiene.

Más allá de todo, Belezky destaca que “los guardaparques detectaron y cumplieron con el ataque rápido, pasando la noche en el incendio inicial, poniendo en riesgo sus vidas, esperando el arribo de brigadistas que, el primer día de fuego, no llegaron”.