EMOCIONES ENCONTRADAS

| 18/07/2021

Amores de estudiantes

Amores de estudiantes
Foto: Facundo Pardo
Foto: Facundo Pardo

-             ¡El bife que te metió la Rita! – dijo Carlitos, apoyado en la pared, con la voz entrecortada por la risa.

-             ¡Si era cierto! Estaba lleno de loros – dijo Víctor.

-             “Parece que va a nevar che, mirá la cantidad de loros”, le mandó el pavote. Y plaf, el bife – ironizó Rody.

Los tres amigos sonreían recordando lo sucedido hacia unos minutos, cuando a la salida del colegio, Víctor había hecho aquel comentario al que Rita, que justo pasaba por su lado, pensó que era aludida.

Ese viernes, efectivamente el cielo lucia gris y una bandada de cachañas se había apoderado de un ciprés cercano. Todo indicaba que empezaría a nevar de un momento a otro, en ese invierno del año ´73.

-             ¿Vamos a Bomberos, esta noche? Está la Fiesta del Chocolate – propuso Carlitos.

-             No tengo una moneda – contestó Víctor.

-             Una amiga de Lujan cumple quince. Por ahí nos podemos colar – propuso Rody.

Carlitos caminaba un poco más atrás, con las manos en los bolsillos y la carpeta apretada debajo del brazo:

-             ¿Quién es la que cumple? – se interesó.

-             Una tal Paula. Lujan la conoce de vóley.

-             Yo no sé. Ando flojo de pilchas, aparte mañana tengo una changa con un vecino – dudó Víctor.

-             Dale, no arrugués. Yo mañana tengo el reparto también. Te presto el pullover verde – lo animó Rody.

Él y Víctor venían juntos desde primero inferior, Carlitos se les había unido en tercer año. Rody era hijo del panadero del barrio; los sábados hacia el reparto con una bicicleta, llevaba una canasta en un cajón, por delante del manubrio: berlines, facturas y algunas otras especialidades que elaboraban los padres. Víctor era el más humilde de los tres. Huérfano de padre, el mayor de tres hermanos, ayudaba a su madre con lo que podía, los fines de semana.

 

Cerca de la medianoche, los amigos merodeaban el salón donde se realizaba el cumpleaños. Desde afuera se veían las luces que danzaban al compás de la música. Ese era el momento oportuno, cuando ya habían pasado los protocolos familiares. Rody se acercó a la puerta y regresó.

-             Vamos. No hay nadie controlando.

La penumbra del salón jugó a favor y pronto estuvieron mezclados entre los concurrentes. Muchos de ellos eran conocidos. Se acercó Lujan.

-             ¿Qué hacen acá? – quiso saber, divertida, tal vez adivinando la respuesta.

-             Somos tan simpáticos que aunque no nos inviten venimos igual – dijo Rody.

-             No pasa nada. Paula es re piola y los viejos también – los calmó Lujan y se alejó.

-             Aquella es la cumpleañera – les señaló Rody.

Paula, estaba en la otra punta del salón, conversando con una chica. Carlitos, el más atrevido de los tres, ya estaba bailando con una conocida. Víctor paseó su mirada por el lugar. Se detuvo un instante en Paula. Era hermosa. Llevaba un vestido largo color rosa y el pelo dorado le caía por los hombros. Vio una mesa donde estaban sentados los adultos; un poco más allá, otra mesa con la torta, la que seguramente sería cortada más tarde. 

-             ¿Viste la torta? – le dijo Rody, codeándolo e indicando con el mentón en esa dirección – Se la encargaron a mis viejos.

-             Debe ser re cajetilla la gente esta – le dijo Víctor – Se ve que hay guita.

-             Vamos a tomar algo – propuso Carlitos.

-             ¡Manejáte vos! Si Querés sentate y que te atiendan – lo cargó Rody.

 

En un momento, Víctor miró hacia uno de los costados y vio que Paula lo observaba. Se incomodó y bajó la mirada. De reojo alcanzó a ver que ella lo seguía observando. Caminó en dirección a la puerta. Estaba seguro de que la muchacha no lo conocía y de un momento a otro ella o alguien le iba a preguntar qué hacía ahí. Buscó con la mirada a Rody, que estaba en la otra punta, conversando con un par de pibes. Dudó entre salir o acercarse a su amigo para decirle que se fueran. Estaba incomodo. Casi todos los chicos estaban de saco y corbata y él, con ese pullover verde llamaba más la atención.

En el momento que llegó a lo de Rody, alcanzó a ver aPaula, que conversaba con Lujan y los miraban. “Estamos al horno”, pensó.

-             Vámonos Rody

-             Pará, que está bueno – respondió su amigo, mirando al salón.

-             La piba no deja de mirarme y está hablando con Lujan. Nos van a rajar – dijo Víctor, preocupado.

-             Lujan la conoce. Le va a decir que somos buenos pibes. Por ahí le gustás y le está preguntando quien sos – le respondió Rody, guiñándole un ojo.

-             Dale, no jodas. Vamos.

En ese momento, la madre de Paula hizo bajar la música y llamó a Paula para que se acerque a cortar la torta.

-             Comemos un cacho de torta y nos vamos – propuso Rody.

 

-             ¿Por qué se fueron? – quiso saber Carlitos, el lunes, al verlos en el colegio.

-             Éste estaba incómodo – respondió Rody.

-             Paula me preguntó quién eras – dijo Carlitos.

-             ¿Hablaste con ella? – dijo Víctor, sorprendido.

-             A Lujan también le preguntó quién eras – dijo Rody.

-             Capaz que le gustaste – sonrió Carlitos.

El timbre interrumpió la conversación.

 

No fue una semana más para Víctor, el recuerdo de Paula lo acompañó cada hora. Suspiraba sin saber porque, aunque íntimamente sabía el motivo. Rody la mencionó un par de veces pero Víctor le pidió que terminara con ello, lo incomodaba.

-             ¿No te habrá flechado Paulita?

-             Calláte. Es hermosa, pero no me da ni para imaginarme – respondió con amargura.

-             ¿Qué decís? ¿No se puede enamorar de vos? – insistió Rody.

-             Salí – dijo Víctor, codeándolo – Esa piba pica alto, que se va a fijar en una laucha.

-             El amor no tiene ojkos – dijo divertido Rosy.

-             Andá, decirle a la de filosofía que te ponga un diez – respondió Víctor, con ironía.

-             Sé donde van a estar el viernes, le pregunté a Lujan. ¿Vamos?, Carlitos va – dijo Rody.

-             No, yo no voy. Dejá.

Víctor sentía que su autoestima y timidez eran barreras infranqueables. Su amigo lo sabía, varias veces lo habían hablado.

Caminaron en silencio. Rody pateaba una lata de tomate al natural vacía, que encontró tirada. Víctor lo observó y sentenció:

-             Yo te conozco a vos. No vas a intentar nada, eh. A mí, no me conoces.

-             ¡Calláte jetón! ¿Te crees que soy vigilante? – dijo sonriendo Rody.

 

El sábado a la mañana, Víctor estaba barriendo su habitación cuando escuchó el inconfundible silbido de Rody, desde el portón.

-             Acompañáme a entregar una torta, allá abajo.

-             ¿Fuiste anoche? – quiso saber Víctor, mientras caminaban calle abajo.

-             Estuvo bueno – respondió Rody – Me preguntaron por vos.

Víctor no necesitó interrogarlo para saber quien había preguntado por él.

-             ¿Sabés qué? La vieja de esta casa me trató medio mal la última vez, ¿se la alcanzas vos? Yo te espero acá – le dijo Rody, al llegar a la esquina – Es aquella casa, la del portoncito verde.

-             ¡Ah! ¡Por eso me pediste que te acompañe, turro! Te va a salir caro, eh.

 

Víctor golpeó las manos desde el portón. Un perrito chico le ladraba desde adentro. Mientras esperaba que alguien atienda, miró en dirección a la esquina, vio a Lujan que había llegado y junto a Rody lo miraban. Todo fue tan rápido que no alcanzó a sospechar, ni a atar cabos, ni a elucubración alguna. Sintió una vos que lo hizo volverse hacia la puerta de la casa. Ahí estaba, con una sonrisa abierta que iluminaba todo, como el sol de esa mañana de sábado.

-             ¿Trajiste lo que encargué? – dijo Paula.

A Víctor no le salían las palabras. Más tarde comprendió que los que habían llevado en encargue, habían sido los que esperaban en la esquina.

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