A COMIENZOS DEL SIGLO XX

| 05/07/2021

Científicos europeos pronosticaban la extinción de la música criolla

Científicos europeos pronosticaban la extinción de la música criolla
"Costumbres de la campaña". Postal legado Lehmann-Nitsche. Instituto Iberoamericano de Berlín.
"Costumbres de la campaña". Postal legado Lehmann-Nitsche. Instituto Iberoamericano de Berlín.

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Como el pronóstico era sombrío, Robert Lehmann-Nitsche grabó alrededor de 130 estilos, canciones, milongas, cifras, huellas, tangos y otras obras. La colección no se escuchó en la Argentina, se envió a Alemania y sobrevivió a la devastación de la guerra.

A comienzos de siglo XX, la música popular argentina era considerada simple y prácticamente, en peligro de extinción, por parte de científicos europeos. Con afán de registro ante ese sombrío pronóstico, nació la primera grabación compilatoria de Música Criolla, aunque el público argentino jamás pudo escucharla, ya que las aproximadamente 130 obras que la integraron fueron remitidas a Alemania y hace relativamente muy poco que se desempolvaron.

“Entre el 16 de febrero y el 19 de marzo de 1905, (Robert) Lehmann-Nitsche (1872-1938) grabó con un fonógrafo marcado Edison y aproximadamente 125 cilindros de cera adquiridos en la ciudad de Buenos Aires, diversas expresiones musicales que formaban parte de los repertorios de treinta y seis músicos de extracción popular”, según reconstruyó Miguel García para su libro “Etnografías del encuentro. Saberes y relatos sobre otras músicas” (Ediciones del Sol – 2012). El autor es doctor en Antropología, docente universitario e investigador del CONICET, con especialidad en etnomusicología.

El especialista encontró que “en su mayoría las sesiones de grabación tuvieron lugar en la ciudad de La Plata, en la vivienda cuyos cuartos eran alquilados por el científico alemán y algunos de los músicos. Unas pocas también se llevaron a cabo en la ciudad de Ensenada, muy probablemente en la casa de uno de los intérpretes convocados”. Para la época, ya existían fonógrafos en el país, pero todavía eran una rareza.

García estudió minuciosamente la recopilación. “La colección de cilindros, denominada por el colector como Música Criolla, reúne expresiones de la música popular vigente en la época. Conforme al ordenamiento y terminología adoptados por Lehmann-Nitsche, está integrada por 62 estilos, 29 canciones, 15 milongas, 6 cifras, 4 huellas, 4 tangos, 2 vidalitas, 2 gatos, 2 zambas, 1 aire y 2 expresiones etiquetadas como imitación de música para danza española”.

Además de las grabaciones propiamente dichas, “se conservan asimismo dos manuscritos. Uno de ellos, de 18 páginas, presenta información sobre el número del cilindro, la identificación del género musical, el empleo del lunfardo, el nombre y la edad del ejecutante, el título de la pieza, el primer verso del poema, la presencia o ausencia de acompañamiento instrumental y la fecha de sesión o grabación”.

En tanto, “el otro manuscrito, de 332 páginas, titulado Folklore Argentino y fechado el 27 de abril de 1918, también acompaña a los cilindros. Además de los datos que ofrece el citado en primer término, éste incluye un conciso comentario sobre las condiciones de grabación, la transcripción de la mayoría de los textos ordenados en ocho categorías -canciones, histórico-patrióticas, humorísticas, amorosas, tristes, bucólicas, relaciones populares y eróticas-, referencias bibliográficas y unas escasas anotaciones sobre el significado de términos, variantes léxicas y aspectos formales”.

Las grabaciones merecían otro destino, pero fueron enviadas por el alemán al Instituto de Psicología de la Universidad de Berlín, que por entonces congregaba a psicólogos, filósofos, químicos, médicos, músicos, lingüistas y especialistas en acústica que se interesaban “en especular sobre el origen de la música”, detalló García. Ese colectivo suponía que la expresión artística evolucionaba “desde formas simples a formas complejas” y que “su punto máximo de desarrollo” quedaba “en la música académica europea”.

A grandes rasgos tales especialistas suponían que era necesario “efectuar un desplazamiento geográfico a fin de toparse con el pasado […] a fin de dar con las formas más simples de expresión musical o con lo que quedaba de ellas. Esto significaba que la tarea básica consistía en recolectar música e instrumentos musicales exóticos, de lo cual lo primero era sinónimo de música extraeuropea transmitida en forma oral. En ese contexto de pensamiento estalló una fiebre recolectora y afloraron en varias instituciones los primeros archivos de fonogramas”.

En efecto, para las y los berlineses, la música popular argentina de principios de siglo XX era exótica o remota. “Por lo tanto parece plausible sospechar que los poemas populares y autores letrados que se cantaban como estilos, milongas, tangos, cifras, gatos y zambas corrieron el riesgo de ser integrados a una evolución histórica de la música a escala mundial junto con cantos y toques instrumentales registrados a lapones, nubios, esquimales, fueguinos, australianos, somalíes y otros aborígenes de la periferia europea. La música popular argentina vivió así amenazada por algunos años, pero por suerte hasta hace muy poco durmió, aunque no muy apaciblemente, en los estantes del museo”, ironizó el etnomusicólogo.

Es que después de morar en el Instituto de Psicología, la colección fue mudada al Museo de Etnología de la capital alemana. Durante la Segunda Guerra Mundial, las colecciones de la institución fueron resguardadas en distintos emplazamientos y el material que había logrado Lehmann-Nitsche se dividió. Al finalizar la contienda, parte de la Música Criolla quedó en el Este berlinés, bajo control soviético. Sin embargo, retornó a Berlín Occidental, incluso antes de la caída del Muro. Más allá de esos avatares, está clarísimo que pese el afán científico decimonónico, tantas milongas, estilos y huellas, nunca se extinguieron. Ni se extinguirán.

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