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| 20/06/2021

La danza de las fotos

La danza de las fotos
Fotos: Facundo Pardo
Fotos: Facundo Pardo

A Víctor nunca le falta una bailarina que acepte su invitación a bailar: alguna zamba, un gato o una chacarera. Él, deja el bolso con la cámara fotográfica, se lo encarga al sonidista o a alguien de la barra y allá va. La danza folklórica es una de sus pasiones. Luego, toma su cámara y sale de cacería, para retratar zapateos, zarandeos y la danza de los pañuelos surcando el aire de la noche peñera, gestos, risas, abrazos y cuanta cosa lo merezca.

Víctor Sach, con su inconfundible tranco, camina las calles de Bariloche, yendo a una escuela, a tomar fotos de algún acto, para cubrir desfiles o fiestas sociales. Más tarde, busca a los protagonistas y le ofrece una copia de sus fotos. Un paciente y constante trabajo que realiza desde hace más de cuarenta años. Hijo de don José Augusto Sach, llegado a Bariloche desde Chile, a los doce años, quien se desempeñó en varios trabajos hasta finalmente ser empleado municipal, ordenanza en el edificio del Centro Cívico. Después de encerar y lustrar pisos, limpiar escritorios y demás dependencias, volvía a su hogar de la calle Villegas, donde lo esperaba Bienvenida, su compañera, con quien tuvo cuatro hijos, de los cuales Víctor es el menor. “Alguien en mi casa (me parece que uno de mis hermanos) trajo un día una Kodak Fiesta, yo tenía 12 años. A los pocos días yo andaba en una carrera de motocross, en Colonia Suiza, tirado de panza sacando fotos desde abajo a las motos”. Vaya a saber si sin querer o adrede, la vida puso en sus manos aquella cámara para que el jovencito echara a volar sus sueños en el seno del humilde hogar familiar. En ese juego, Víctor descubrió al poco tiempo la que iba a ser su profesión. Eran épocas de juegos en las veredas, de ir a la escuela 16 y luego al Nacional, pero ya con la fotografía en su horizonte. “Le sacaba fotos a mis amigos, practicaba y mientras estudiaba hacía changuitas y fui comprando mejores cámaras. Después trabajé en un par de hoteles y un día pude comprarme una máquina más profesional”. Se emociona al recordar el cobro de su primer trabajo como fotógrafo.

Pequeñas escuelas de barrio, donde a veces no hay presupuesto, lo ven a Víctor retratando promesas a la bandera, egresos, actos y todo lo que merezca ser retratado, trabajo que en estos tiempos de pandemia han quedado postergados. Un fotógrafo independiente es otra de las víctimas de esta pandemia que desnuda vulnerabilidades. “En tiempos normales me levanto y escucho radio, leo algún diario y ahí veo donde hay algo para ir a cubrir. Recorro los gimnasios, Centro de Jubilados y algo va saliendo. Ahora con las cámaras digitales es más fácil. Antes había que cuidar cada toma, por el tema de los rollos; recién te dabas cuenta la foto que habías hecho al revelarla. Ahora revisás y si es necesario la repetís”.

Víctor Sach también supo inscribir su nombre en las maratones callejeras, no solo en nuestra ciudad. “Yo iba siempre a correr al viejo Bomberos, con un amigo, él me dijo que me dedique, que me anote en alguna maratón porque era bueno. Me presentó a Nicolás Aguirre, que me terminó de convencer. Me dijo que se corría un maratón de siete kilómetros: desde el muelle hasta el monolito. Para entrenarme me fui corriendo hasta Melipal, ida y vuelta. Tenía mis zapatillas Flecha medio básquet, con esas corrí, los otros estaban re preparados y yo ahí con mis zapatillitas viejas. Me paré al lado de un tipo que hacía ejercicios pre competitivos, se ve que la tenía clara. Me hacía el sota y le imitaba lo que él hacía. ¡Corrí y salí tercero!” Luego vinieron algunos viajes a Buenos Aires, maratón Adidas, Fiestas Mayas y otras.

Víctor, éste fotógrafo tan querido por los barilochenses, a quien se lo puede ver “pateando” las calles cargando su bolso, curioseando a sus vecinos a través del ojo de su cámara. Confiesa, sin renegar del turismo, que prioriza a sus vecinos, porque le dan trabajo todo el año. Del blanco y negro de la infancia a este presente de color. De los viejos rollos de la Kodak Fiesta a una moderna cámara digital. Recuerda con emoción haber sacado un primer premio en un concurso organizado por El Cordillerano; lo emociona también el reconocimiento de un grupo de folkloristas que organizó un streaming para arrimarle una ayuda a la falta de actividad. Aunque su cámara esté dormida, él sigue transitando las calles, esperando volver a los gimnasios, peñas, escuelas y desfiles. Mientras tanto, se imagina encargándole el bolso a alguien y, respetuosamente, acercarse a una dama e invitarla a bailar.

Foto: gentileza Gustavo Grassano.

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