LOS DEL SUR PREFERÍAN LA CARNE DE AVESTRUZ

| 04/06/2021

Charque de guanaco, antigua delicadeza tehuelche

Charque de guanaco, antigua delicadeza tehuelche
Grupo de aonik'enk comerciando en Punta Arenas. Obra del artista alemán Theodor Ohlsen
Grupo de aonik'enk comerciando en Punta Arenas. Obra del artista alemán Theodor Ohlsen

Aunque George Musters la encontrara excelente, sus anfitriones echaban mano al camélido americano cuando escaseaba el choique. Seca y salada, era fácil de transportar.

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Los antiguos aonik’enk o tehuelches del sur preferían la carne de choique a la de guanaco, aunque también cazaban al camélido americano cuando permanecían prolongadamente en determinado sitio. No obstante, el inglés George Musters encontró “excelente” a la carne del cuadrúpedo, a la que probó en repetidas ocasiones durante el año y medio que duró su viaje desde Santa Cruz a Carmen de Patagones, con escala en los antiguos dominios de Valentín Sayhueque (Neuquén).

El marino se agregó a la gente del cacique Casimiro en el invierno de 1869 y, durante su extensa convivencia, documentó con precisión varias de las viejas costumbres culinarias de sus anfitriones. “No se mata mucho guanaco, a menos que haya el propósito de permanecer largamente en un lugar, o que el indio se sienta inclinado a derramar sangre, o que escaseen los avestruces, comida preferida siempre. Sin embargo, la carne de guanaco es excelente”.

Al parecer, los aonik’enk tendían más a conservarla que a consumirla rápidamente, al menos, si tenían esa posibilidad. “Por lo general, en términos españoles, se chasquean las ancas, esto es se corta la carne en tajadas finas, y, después de echarle un poco de sal, se seca al sol. Cuando está bien seca, se asa al rescoldo, apretada entre dos piedras y mezclada con grasa de avestruz o de otra clase; esta preparación, como el pemmicam (itálica en el original), es muy conveniente para el que hace un largo viaje, porque ocupa poco lugar y un simple puñado satisface el apetito”.

El libro que legó Musters se titula “Vida entre los patagones. Un año de excursiones desde el estrecho de Magallanes hasta el río Negro (1869-1870)”. La versión que consultamos es la de Ediciones Continente (2007). Aclararon los editores que el pemmicam era una preparación que además de carne seca y salada, llevaba grasa y frutos silvestres, todos los ingredientes triturados, según una receta indígena de Norteamérica.

La distribución de la comida que se obtenía a través de cacerías no estaba escrita, pero sí firmemente establecida. “La ley india de repartición de la caza evita toda disputa, y es esta: el hombre que bolea el avestruz deja que el otro que ha estado cazando con él se lleve la presa o se haga cargo de ella, y al terminar la cacería se hace el reparto. Las plumas, el cuerpo desde la cabeza hasta el esternón y una pierna, pertenecen al que lo cazó, y el resto a su ayudante”, describió Musters.

El criterio era similar en el caso de otras presas. “Cuando se trata de guanacos, el primero toma la mejor mitad de la misma manera”. Por otro lado, “los bofes, el corazón, el hígado, la pella (cierta grasa) y el caracú se comen a veces crudos. Los tehuelches sacan también la grasa que hay sobre los ojos y la gordura cartilaginosa de la coyuntura de los muslos, y la comen con gran fruición; así como el corazón y la sangre del avestruz”.

Esa predilección por la grasa tenía una explicación, según observó el inglés. “A causa de la falta absoluta de alimentos farináceos, la gordura resulta un artículo necesario y se la puede consumir en mucha mayor cantidad que en los países civilizados. Que esto no se debe solo a la inclemencia del clima lo prueba la predilección por la gordura que adquieren los gauchos en las provincias argentinas”, supuso. Aunque los inviernos en los campos bonaerenses o pampeanos tampoco eran para andar a dieta.

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