EL YOGA TAMBIÉN QUEDÓ DENTRO DE LAS RESTRICCIONES

| 03/05/2021

La contradicción de no poder practicar en forma presencial una actividad terapéutica

La contradicción de no poder practicar en forma presencial una actividad terapéutica
Foto: Facundo Pardo.
Foto: Facundo Pardo.

El yoga vital combina dos de las denominadas ciencias más antiguas de la India: el yoga en sí, y el “ayurveda” (una especie de medicina alternativa y tradicional de aquella zona).

Cabe recordar que la disciplina, que engloba lo físico y lo mental, se originó en aquel lugar.

En cuanto a la expresión “ayurveda”, proviene de las palabras ayur y veda: la primera significa vida; la segunda, ciencia.

Este método tiene una tendencia terapéutica.

Se enseña a tomar en forma consciente cuestiones vitales, como la respiración y la actividad corporal, a través de la relajación y el pensamiento positivo.

La intención es crear un estado interno de calma y claridad, como una manera de manejar el estrés cotidiano, por lo que se acostumbra decir que favorece cualquier tratamiento médico que se esté realizando.

Se lo suele utilizar como complemento en casos de problemas de columna vertebral, articulaciones, asma, insomnio y depresión, entre otras problemáticas.

En las recientes concentraciones en el Centro Cívico, en protesta contra la suspensión de actividades físicas y culturales en gimnasios y demás salones, muchos de los manifestantes (sobre todo, varias personas mayores) protestaban: “¿Cómo va a hacer mal practicar yoga?”.

Ernesto Fricke, precisamente, es profesor de yoga vital.

Desarrolla la actividad en Dina Huapi, donde vive, aunque también imparte algunas clases en Bariloche.

“Los alumnos están lamentando este corte”, afirma.

Explica que, dado que lo que enseña es considerado terapéutico, muchos de quienes asisten concurren para tratar de solucionar diversos problemas, como, por ejemplo, de obesidad y ansiedad.

Más allá de su reclamo en pos de que cese la suspensión, indica que la situación que se vive en la actualidad tiene mucho de culpas compartidas.

“Todos somos un poco responsables de lo que sucede”, asevera.

“Tuvimos más de un año como para cambiar algunos hábitos, como todo lo relacionado con la alimentación. Se ve lo que sucede con la abundancia de comida chatarra, y las colas que hay donde recargan cerveza… Yo no estoy en contra de nada, pero si es con moderación. Y eso depende de la responsabilidad individual. No podemos tener un Estado que nos diga qué comer o no”, reflexiona.

“Creo que deberíamos reforzar nuestro sistema inmunológico. La gente que está algo débil, y no solo físicamente, sino, por ejemplo, con depresiones o ciertas patologías mentales o emocionales, puede tener más tendencia a contagiarse”, afirma.

Al ser consultado acerca de si lo que expresa es algo que ha comprobado en la cotidianidad, responde: “Lo noto todo el tiempo, al observar qué había detrás de personas que conozco y se contagiaron, cuando verifico que, en cierta forma, llevaban una vida bastante insana”.

“Pasó un tiempo considerable como para cambiar esas cosas, y no lo hicimos. Debemos ser responsables de nuestra salud”, asevera.

Aclara que tampoco apunta a que se deje todo de lado. “Pero una cosa es ser abusivo con la forma de alimentarnos a diario, y otra muy distinta decir: ‘Bueno, una vez por semana me doy el gustazo’”, expone.

Tras hablar de esa deuda en cuanto al compromiso de cada persona en lo referido a lo alimenticio, aclara que nota otros inconvenientes que también hacen a la salud, pero, en este caso, provenientes de los medios de comunicación.

“Todo el tiempo mencionan la palabra ‘preocupación’. Cada vez que prendo la radio, citan estadísticas, señalando que son ‘preocupantes’”, dice.

“Eso crea una afirmación negativa en nuestro pensamiento, en el sistema emocional, que termina llevándonos para el lado del miedo, que es la causa de todas las enfermedades”, asevera.

Dice que esa manera de tomar lo referido al COVID-19, obviamente, no es positiva, pero tampoco lo opuesto, es decir la actitud que conlleva ignorar la problemática, negándola. “Hay gente muy extremista con el tema, envueltos en temor, y otros que se van a la otra punta, de liberación total… Creo que hay que encontrar un punto medio: usemos barbijo y alcohol, con distanciamiento, pero no nos quedemos en casa paralizados”, sostiene. 

“El aire libre y el sol son lo mejor que puede consumir un ser humano”, opina.

Fricke recuerda que el año pasado, con la declaración de la cuarentena, se manejó en forma virtual.

Incluso, si bien reinició la presencialidad en octubre, como había gente que prefería continuar desde su casa, decidió mantener la opción de realizar yoga a distancia.

Mientras daba la clase en el salón, con personas ahí (hasta diez por turno), había quienes optaban por quedarse en el hogar, siguiendo las indicaciones desde la vivienda particular.

“Respeto a quien no quiere venir”, manifiesta Fricke.

“Como soy muy indicativo a la hora de hablar, no hacía falta que miraran el monitor, porque eso implicaba una distracción y una incomodidad: simplemente, cerraban los ojos y seguían lo que les decía”, cuenta.

Pero, aunque hay gente que elegía realizar yoga desde la casa, o bien no tenía inconveniente en hacerlo de esa manera cuando estuvo obligada por la cuarentena, la mayoría desea estar en el salón.

“En lo presencial, se destaca el manejo energético de un grupo”, considera Fricke.

“Por más que estemos distanciados uno del otro, en un grupo se suma la energía, se ‘autocura’”, concluye, deseando que pronto retorne la posibilidad de brindar yoga en forma presencial.

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