¡CON RAZÓN SU LÁPIDA ESTABA ABANDONADA EN 1963!

| 13/03/2021

Otto Goedecke murió asesinado y no tenía familiares

Adrián Moyano
Otto Goedecke murió asesinado y no tenía familiares

Cuando afloraron restos humanos en el predio del “Ángel Gallardo”, un recuerdo de Graciela Pino nos guio hacia la suerte del pionero alemán, que dio su nombre al cerro.

Con razón su lápida estaba abandonada… Cuando trascendió el hallazgo de restos óseos humanos en el predio del otrora colegio nacional, Graciela Pino confió a El Cordillerano una anécdota de su infancia. Según la vecina, hacia 1963 paseaba con unas amigas por el predio que, por entonces, era apenas un pastizal. En su deambular, el grupito dio con unas lápidas, entre las cuales se destacaba la de Otto Goedecke, uno de los pioneros de Bariloche.

El recuerdo quedó vívido en la niña, quien décadas después escribió libros sobre el pasado barilochense. El morador de la tumba descuidada es considerado el “primer colono alemán que vivió” sobre las faldas del cerro Otto, según un informe de la Municipalidad de Bariloche que data de 2013.  Curiosamente, allí “residió durante muchos años Don Otto Meiling, otro gran montañista que construyó sobre su ladera su vivienda particular y refugio de montaña, hoy declarados patrimonio histórico municipal”.

Pero volvamos al primero de los Otto. Según aquel texto, “era un alemán -soltero- que llegó a la zona hacia 1892 desde el oeste de los Estados Unidos, donde trabajó como vaquero por algunos años. Goedecke se asentó al llegar, en el lugar luego denominado lote agrícola 39 de la Colonia Agrícola Pastoril del Nahuel Huapi, ubicado sobre el faldeo del cerro Otto con extensión hasta el lago (hoy barrios La Cascada, Los Retamos, Monte Lindo, Pinar del Lago, Rancho Grande y Parque Cerro Otto)”.

El alemán “poseía 250 hectáreas en donde cultivaba: trigo, avena, pastos, hortalizas, frutales, además de poseer ganado vacuno y animales aptos para el trabajo de campo”. Aquellos realizadores cinematográficos o escritores que andan detrás de los westerns patagónicos, aquí tienen uno: “Goedecke murió fatalmente asesinado por un ladrón de manzanas a fines de la década del 20. Fue una pérdida muy sentida por la comunidad, ya que era un vecino muy estimado por su carácter afable, un hombre muy trabajador y en extremo generoso”, destaca el informe.

Entonces, ¿por qué el descuido post mortem? “Por no tener familia, sus bienes fueron vendidos en remates públicos en 1930.

Así, el lote fue adquirido por Carlos Sutton, un joven enfermero de un hospital capitalino”, que también era soltero. “Venía solo en verano, levantaba una carpa en su predio y hacía vida de campamento durante meses trabajando solo la tierra -zanjando mallines- o jugando al golf en sus praderas con los amigos que lo visitaban”.

Sutton “promovía insistentemente la visita de turistas a la cascada Goedecke y hasta editó una postal turística con el motivo.

Esta caída de agua se encuentra hoy en el predio del hotel La Cascada”. Luego, el enfermero cedió “parte de sus tierras para obras de beneficencia en la capital. Posteriormente, en un sector se instaló Tomas Warton, con un tambo”.

Si Goedecke fue sepultado inicialmente en el predio que fue noticia en las últimas semanas, sus restos llevaban más de 30 años en el lugar, cuando la pequeña Graciela Pino se topó con su lápida. Si aparentemente, nadie se preocupó por su traslado hacia la posterior necrópolis del cerro que lleva su nombre -donde hoy está el Elefante Blanco- es porque no contaba con familiares. Hipótesis verosímil… Hay que tratar con mucho cuidado los restos óseos que afloraron. Pueden pertenecer a los primeros barilochenses.

Adrián Moyano

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