HISTORIA UN TANTO MACABRA

| 02/03/2021

En Bariloche supieron flotar osamentas

Adrián Moyano
El Cementerio Municipal en la actualidad.
(Foto: Matías Garay)
(Foto: Matías Garay)

El traslado de restos humanos desde el cerro Otto hasta el emplazamiento actual no fue de todo exhaustivo. En ocasiones de grandes lluvias, se vieron huesos humanos desperdigados.

Los recuerdos que atesoran vecinos y vecinas que nacieron en Bariloche o viven aquí hace mucho (ver aparte), concuerdan con los datos que pudo conseguir la investigación académica. Efectivamente, el primer cementerio organizado de San Carlos de Bariloche funcionó en el predio donde actualmente se erige el CEM 46, al que todos y todas conocemos con el ex colegio nacional (aunque ya hace tres décadas que salió de la órbita federal). Luego, se trasladó a las primeras estribaciones del cerro Otto en su ladera Este, para medio siglo atrás, aproximadamente, recalar en su ubicación actual del barrio Arrayanes.

Laura Méndez es doctora en Historia y autora de un libro fundamental: “Estado, frontera y turismo. Historia de San Carlos de Bariloche” (Prometeo 2010). Si bien su especialidad no consiste en rastrear necrópolis, aportó claridad a la reconstrucción que inició El Cordillerano, al trascender en la mañana de hoy martes que restos óseos de apariencia humana habían aflorado en el predio del establecimiento educativo.


La doctora en Historia Laura Méndez.

“Primero estuvo en donde está el colegio nacional. Tengo registros de la década del 20 y del 30”, compartió la historiadora. “Después, en los 40, se trasladó al Elefante Blanco, la construcción inconclusa camino a la Universidad (Nacional del Comahue) por la calle Güemes”. Es decir, a donde luego se intentó levantar el todavía hoy frustrado centro de congresos y convenciones de Bariloche.

En ese espacio “hubo un segundo cementerio y en la década del 60, se dispuso el traslado al emplazamiento del Cementerio Municipal actual”, señaló la investigadora, en rápida respuesta ante el requerimiento de este diario. Puede sospecharse entonces, que los traslados de uno hacia otro sitio no se practicaron con la prolijidad que el respeto a los muertos debería suponer, a la luz de acontecimientos como el reciente.

Méndez tiene una explicación para esas desprolijidades. “Recuerdo que cuando se hizo el traslado (al sitio actual) el municipio dio dos años para que la gente retirara los restos de sus familiares o seres queridos, para trasladarlos al nuevo cementerio. Pero ese traslado tenía un costo y muchísima gente no lo hizo. Por eso hay relatos que dicen que cuando llovía y se inundaba, era bastante común ver algún hueso flotando, de alguna de las tumbas que no habían sido reubicadas”. Macabra postal del querido pueblo.

Adrián Moyano

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