02/03/2021

Gente que nos nutre

Hoy más que nunca necesitamos, diría que casi con urgencia, gente que nos nutra a nivel emocional. Es decir, personas que sumen en nuestra vida. ¿Qué rasgos posee alguien nutritivo? Básicamente estos dos:

Toda vez que uno comparte actividades con la pareja, los hijos, los padres o los amigos, y ambas partes la pasan bien, como resultado se generan recuerdos positivos. En momentos difíciles como los que aún vivimos a nivel mundial, a veces, las palabras no son suficientes. Es entonces cuando una acción simple puede reemplazarlas. Cosas como caminar, mirar una película, cocinar o jugar tienen el poder de producir una “sintonía positiva” con los demás.

Se trata en realidad de un tipo de comunicación no verbal que no necesita palabras (aunque se incluyan) y es el primer lenguaje que todos utilizamos en los primeros años: el corporal. Con el tiempo, surgieron las palabras que vienen a reforzar esta manera de comunicarnos. Hacer algo con el otro, aunque sea virtualmente hoy en día, es una acción que construye confianza. Al interactuar con alguien, sentimos que “pertenecemos” y disminuye el nivel de inseguridad interna.

Por ejemplo, cuando vamos a comprar algo, no es lo mismo hacerlo solo que en compañía de otra persona. Aunque sea uno mismo el que elija lo que desea comprar, el hecho de compartir, de intercambiar ideas, de recibir un “feedback” de la otra parte, nos ayuda a relajarnos y sentirnos confiados.

Todos podemos aprender, si así lo decidimos, a hablar el lenguaje del otro. ¿Cómo lo hacemos? Utilizando su jerga o código. En una ocasión, un joven que se dedica al automovilismo me contó que tenía que tomar una decisión importante pero, por alguna razón, no dejaba de posponerla. Entonces le pregunté qué acción implementaban en su entorno al final de una carrera. Me dijo que se reúnen para evaluar la “performance”, con el objetivo de mejorar en la próxima carrera. Pero esto es algo que se lleva a cabo objetivamente, sin emoción alguna. Solo es un análisis que les permite seguir adelante.

De modo que, después de escucharlo con atención, le sugerí implementar esa acción frente a la decisión que debía tomar: analizarla como un simple dato, sin emoción. Le gustó la idea y me comentó que nunca lo había considerado desde esa perspectiva. Lo único que hice fue hablar su lenguaje, lo cual lo ayudó a resolver su situación.

Hablar el lenguaje de los demás, ser empáticos, ponernos en los zapatos del otro, no siempre resulta sencillo. Pero, sin duda, nos acerca a la gente que nos rodea con quienes interactuamos a diario. Dicen que la sencillez es la maestría que domina cualquier materia.

No tengo dudas de que podrás recordar al menos a una persona que se comportó con vos de esa forma. Quizás es alguien a quien hoy ya no ves, pero seguramente sentís gratitud hacia esa persona. Te animo en estos tiempos tan especiales que vivimos a atreverte a actuar así con aquel que precise ser emocionalmente nutrido.

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