14/02/2021

La casa museo de Colonia Suiza

La casa museo de Colonia Suiza

Félix Goye habrá llegado a media tarde a su casa, tal vez con la guadaña al hombro, a lavarse el cansancio en la tina y disfrutar de una merienda con la que lo esperaba su compañera. Seguramente se correría hasta el solar de Camilo, su hermano, con quien llegaron junto a una hermana desde Suiza. Un largo periplo: salir desde su país natal, llegar a un puerto en el mar, navegar cerca de un mes para arribar a Buenos Aires y desde allí en tren hasta Neuquén para cruzar a Chile. Allí se casó y enviudó al poco tiempo. Tenía tan solo 28 años. Decidió cruzar la cordillera para finalmente establecerse en lo que el tiempo llamaría Colonia Suiza. Encontró compañera en la Península San Pedro, con la que un día fundaron su familia. Un gajo de ese árbol que fue creciendo se llamó Marcelo, quien en el año ´39 levantó su casita para casarse y seguir abonando la dinastía.

 

 

Ochenta años después uno llega a ese solar y se encuentra con la vivienda. Las puertas abiertas; parece que quien viviera allí salió a picar leña o a buscar algo de la quinta. Pero no, lo que hay dentro es un museo. Las cosas no saben que sus dueños se fueron, siguen allí esperando que alguien las use para seguir cumpliendo su función. Se ven objetos de uso cotidiano de aquellos años: fotos, muebles, etc. Alcides “Coco” Storti, quien estuvo casado con Elena, hija de don Marcelo, guía a quien se acerque a la granja donde se encuentra la casa. Mientras desgrana datos históricos y anécdotas de aquellos pioneros, uno puede recorrer las fotografías de los personajes, prolijamente acondicionadas. SE pueden ver las cañas de pescar de don Marcelo y sus famosos “Plumudos”, que eran unas plomadas revestidas de plumas de gallina o alguna otra ave de corral, pegadas con Poxipol, con las que el hombre había desarrollado una técnica que consistía en moverlas tironeando de la caña para que en el agua parecieran tener vida. Se puede ver la foto de un granero al que emplazaron encima de un cerro cercano para hacer veranada, pero al tiempo lo  mudaron a ese valle junto al lago Moreno, utilizando un sistema de números romanos tallados en las maderas para respetar el orden de las mismas al rearmarlo.

 

 

No todo era trabajo. Hay una foto de Marcelo Goye con la camiseta de River Plate: “Escribieron a todos los clubes grandes de Buenos Aires, para que les donaran camisetas y el único que lo hizo fue River. Por eso se fundó River de Colonia Suiza” cuenta Coco, quien no pudiendo desprenderse de su oficio de médico, ejercido por más de cincuenta años, muestra algún rastro de patologías físicas que se observan en las fotografías. En una vitrina se ven objetos de porcelana, cubiertos y otros utensilios de la vida diaria. Hay maquinas de escribir y de sumar, una radio de aquellos años y una vitrola que deja salir sonidos de los viejos discos de pasta a quien quiera oírlos. En el patio, de bajo de una secuoya y un pehuén hay una fragua, fabricada de forma casera por las inquietas manos de aquellos pioneros: la forman una rueda de auto, una tapa de algún tanque y un pedazo de una vitrola que dieron calor para forjar hierros.

 

 

“Alguna vez llegó desde Suiza la madre de Félix y Camilo, a ver en que andaban los muchachos y si estaban dejando bien sentado el nombre familiar. Al irse les reprochó que trabajaran mucho y rezaran poco. Los hermanos decidieron poner una cruz, cerca del aserradero para pasar a rezar un rato al terminar la jornada laboral” dice el guía, camino al fondo del solar donde se encuentra actualmente. Al pie de ella descansan algunos de los pioneros y Elena, desvelada gestora de ese museo, junto a una hija.

 

“Al terminar el día, cuando ya cerraba el aserradero, le daba luz a las casas, la que generaba una turbina en el arroyo. La energía duraba hasta que terminaba la transmisión de la radio. Allí todo quedaba a oscuras” nos cuenta Coco que además despunta el vicio elaborando dulces con frutos de la granja.

 

 

Esta Colonia actual, famosa por su gastronomía y la oferta de artesanías, tiene este lugar donde quien se tome unos minutos puede ver y sentir lo que sucedía tanto tiempo atrás. UN lugar sin vestigios de guerras ni de muertes, visitarlo es asomarse a lo que fuera la vivienda de años atrás. El gobierno municipal, mas allá de quien ocupe circunstancialmente al mando, debería ocuparse de difundir estos espacios que son un valor agregado a la oferta turística. Una hermosa posibilidad de conocer un lugar a través de su gente.

 

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