22/11/2020

EMOCIONES ENCONTRADAS: Cartas

EMOCIONES ENCONTRADAS: Cartas
Fotos: Facundo Pardo.
Fotos: Facundo Pardo.

Tenía que enviar un e-mail (E correo, como decía un amigo). Al abrir mi cuenta en la computadora (algún nieto huye espantado cuando escucha a su abuelo decir maquina) y vi que en la página de la cuenta de mail, había una ruedita, arriba a la izquierda, que giraba y giraba, indicándome que espere, que está demorada, remolona o vaya a saber cuál será el termino técnico. Me puse algo ansioso. Pronto me di cuenta de que si no existiera internet y las cuentas de correo, lo más probable hubiese sido que tenga que sacarme las pantuflas, calzarme e ir hasta la oficina de correo y despachar una certificada y esperar algunos días el acuse de recibo de mi correspondencia por parte del destinatario. “Calma, me dije. Ya se podrá”.

Los que cargamos algunos años y hemos vivido estos cambios tecnológicos, podemos darnos estos gustos, de esperar. En estos tiempos, se puede observar la premura y la inmediatez; algunos de la guardia vieja parecen haber olvidado de dónde venimos. Se pone a calentar tres minutos algo en el micro ondas y a los dos minutos se lo paras porque la ansiedad carcome, olvidando el “Baño María” con el que calentábamos antes. Estas viendo algo en uno de los ochenta canales que tiene tu cable y en el corte cambias a ver que hay en otro canal, sin esperar que se reanude lo que estabas mirando. Si te sucede esto, acordáte cuando teníamos un solo canal y tenias que arreglarte con lo que había. ¡Y quedarte cerca!, por ahí había que arreglar el horizontal o el vertical, porque se “desenganchaba la imagen”. O subir al techo a girar la antena.

La tecnología y los elementos del confort llegan para quedarse, es así. Una vez que los incorporas no los dejas más. No concebimos un auto sin aire acondicionado, haciéndonos olvidar de las ventanillas bajas en los días de calor. ¿Sensor de estacionamiento? ¡Nada!, espejito retrovisor. Tampoco andar preguntando donde queda tal o cual calle: GPS y chau. Tienen su ventaja estos tiempos: sacas del bolsillo el celular y llamas a quien se te antoje, sin tener que ir hasta Teléfono del Estado a “pedía la llamada” y atornillarte en la oficina hasta que la operadora te comunicara. Nada de cartitas de amos: un Wathssap es suficiente. Ese celu que saca fotos nos ha hecho olvidar de llevar a revelar el rollo, para poner las fotitos en un álbum para recorrer cada tanto. Ante los 140 caracteres Twitter, leer un libro es como cruzar el lago nadando.

Hace unos años recibí una lección por parte de la madre de una amiga. La señora, ya con muchos años encima, pero con esa sabiduría que dan las canas y el andar pausado, me contó. “Yo tengo ocho hijos, veinticuatro nietos y cinco bisnietos, desparramados por el país y algunos en el exterior. Todos los días, cuando me levanto, voy hasta el buzón y seguro que el cartero me dejó una carta de alguno de ellos. La leo mientras desayuno. Agarro unas hojas, mi vieja lapicera con cartucho de tinta y la contesto. Tomo un sobre, escribo el destinatario, me pongo de remitente y la dejo en un cajoncito. A la tarde, después de una siestita, me arreglo un poco y me voy hasta el correo, camino, converso con algunos vecinos y me vuelvo a mi casa. A la mañana siguiente seguro que habrá alguna carta en el buzón, de alguno de la familia que me contestó y invita a ese ritual que tanto disfruto”.

Suele suceder que hay personas, situaciones o hechos de la vida, que llegan, pasan y nos dejan pensando, que nos ubican y nos dicen “Ey, no es tan grave”. Son hermosas las tecnologías pero, hay que luchar para que no nos lleven puesto. Un mensaje de texto, un Wathsapp, un video llamado puede salvar una vida, pero también nos pueden quitar la posibilidad de encuentro, de vernos las caras y sentir presencias. Y que nos den tiempo para pensar, como una ruedita girando en la pantalla de la compu pidiendo que esperemos.
Se “destrabó” mi cuenta de correo, hice click y mandé el mail.

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