TRABAJÓ EN DOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN

| 20/11/2020

La película no es sobre ella, pero “La bruja de Hitler” existió

Adrián Moyano
La película no es sobre ella, pero “La bruja de Hitler” existió
Prisioneras en el campo de concentración de Ravensbrück.
Prisioneras en el campo de concentración de Ravensbrück.

Erna Wallisch se ganó ese apodo después de desempeñarse en un centro que el jefe de las SS había pensado exclusivamente para mujeres. Más tarde, trabajó en Polonia. Los supervivientes la describieron como un auténtico “monstruo”.

La película que se filmará en Bariloche en marzo próximo se titula igual que su apodo, pero el guión que elaboraron Ernesto Ardito y Virna Molina nada tiene que ver con la vida real de Erna Wallisch, a quien efectivamente se conoció como “la bruja de Hitler”. La mujer se desempeñó como guardia en campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial y es posible imaginar con qué méritos se ganó su alias.

Erna nació en 1922 en la localidad de Pfannenstiel y creció en el este de Alemania junto a su padre, un empleado de correos. Cuando apenas contaba con 19 años, se unió al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, es decir, al nazismo. En sus filas, recibió capacitación para convertirse en guardia de campos de concentración. En primera instancia prestó servicios en Ravensbrück, durante un año.

El centro de confinamiento ya estaba en funcionamiento cuatro meses antes de que se produjera la agresión alemana contra Polonia y se caracterizó por una particularidad: se construyó exclusivamente para albergar mujeres.

Su historia permaneció en las penumbras y recién trascendió durante la década de 1990, gracias al persistente esfuerzo de algunas de las sobrevivientes por dar a conocer los sucesos.

Treinta años atrás, algunas académicas feministas comenzaron a indagar en las memorias de mujeres que habían pasado por Ravensbrück. La última fue Sarah Helm, quien escribió “Ravensbrück: vida y muerte en el campo de concentración para mujeres de Hitler”. El recinto funcionó hasta abril de 1945, cuando al producirse el arribo del Ejército Rojo, fueron liberadas 3 500 supervivientes, malnutridas y cercanas a la muerte.

“Ravensbrück fue el único campo de concentración nazi construido para mujeres”, escribió Helm. “Tomó su nombre del pequeño pueblo que colinda con la ciudad de Fürstenberg y que se encuentra a unas cincuenta millas al norte de Berlín”. El campo se edificó sobre terrenos que eran propiedad de Heinrich Himmler, jefe de las SS y uno de los principales líderes del partido. Después de la capitulación alemana quedaría en zona bajo control soviético, hecho que dificultaría el acceso de investigadores occidentales.

Testigos de Jehová

La autora calculó que en Ravensbrück murieron entre 30 mil y 90 mil mujeres. En su peor momento, se hacinaron en sus instalaciones alrededor de 45 mil simultáneamente. Solo un porcentaje pequeño de las víctimas era judío: 10 por ciento. La mayoría de sus dos mil reclusas originales fueron opositoras a Hitler, entre ellas, unas 500 testigos de Jehová que consideraban al líder nazi como el anticristo.

También fue importante el contingente de mujeres comunistas y exparlamentarias que habían perdido su libertad en la década de 1930, durante el ascenso del nazismo al poder. Helm recordó particularmente a la artista plástica Gerda Lissack y otras integrantes de la intelectualidad alemana. Los experimentos que se llevaron a cabo sobre sus cuerpos fueron demasiado macabros como para mencionarlos en esta crónica sin afectar sensibilidades.

Allí hizo sus primeras armas “la bruja de Hitler” antes de ser transferida al campo de Majdanek, sito a 4 kilómetros de la localidad de Lublin (Polonia).​ Su cercanía con la frontera ucraniana –por entonces parte de la Unión Soviética- quizás impidiera que, en su retirada, las tropas alemanas se consagraran a destruirlo. Como consecuencia, se preserva casi intacto hasta el presente. Allí Erna se casó con un guardia, Georg Wallisch. Transcurría 1944.

La bibliografía que se nutrió del testimonio de sobrevivientes afirma que “la bruja de Hitler” fue brutal, golpeaba sin compasión a mujeres y niños cuando eran conducidos a las cámaras de gas. También participó personalmente de la elección de prisioneros para su ejecución. Algunos relatos la calificaron de “monstruo”. En 2007 la localizó en Viena (Austria) el escritor y periodista Guy Walters, autor del libro “La caza del mal”.

Walters investigaba criminales de guerra nazis que habían conseguido escapar. Previsiblemente, Wallisch no quiso hablar con el periodista y el gobierno austríaco argumentó que por la vigencia de determinado estatuto, ya había expirado su culpabilidad como criminal de guerra. El Gobierno de Polonia no se contentó con el subterfugio y trabajaba en una acusación en su contra, cuando “la bruja de Hitler” dejó de existir en febrero de 2008, a los 86 años. Felizmente, no pasó ni cerca de Bariloche.

Adrián Moyano

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