01/11/2020

EMOCIONES ENCONTRADAS: Arnaldo Velázquez  

EMOCIONES ENCONTRADAS: Arnaldo Velázquez   

Hay personajes que quedan ligados a la historia de los pueblos, formando parte del patrimonio inmaterial, aunque ya no estén físicamente. Tal es el caso de las voces de quienes nos han acompañado desde el receptor de una radio. Se puede decir que Arnaldo Velázquez ha sido uno de ellos. Un privilegio reservado para pocos, coronados por el cariño de la gente y sustentado a lo largo de décadas de hablarnos desde el vientre de un receptor radiofónico. Desde la vieja radio de “El Combinado”, las Noblex o Tonomac a pilas, en el vehículo o donde quiera que sonara la vieja LU8 o la Nacional; metiéndose en las cocinas, oficinas, mostradores, talleres, gomerías, viajando hasta el campo o en la ruta. Esas voces, junto a tantas otras cosas, forman parte de los sonidos que, aunque no los registremos conscientemente, están en nuestro alrededor. Desde el aroma a leña quemándose que brota de una chimenea, el olor de la lluvia de los veranos mojando la tierra caliente, el silbo del viento en los techos, la porfía de las olas del lago besando las piedras de la orilla, el motor del colectivo o el camión basurero, las campanas de la iglesia, el tic tac del reloj del comedor y tantas otras cosas.

Arnaldo nos ha acompañado desde las noches de la radio, en tiempos donde no había TV, con un tono grave, acariciando silencios, desde El Altillo, hasta las vertiginosas mañanas de la AM, con informaciones y buenos tangos. Su inconfundible tono alto para vendernos publicidades o el remanso de su voz leyendo el Servicio Social de la emisora, escuchado como “en misa” por la gente del campo. Animador de actos protocolares, sociales y artísticos. Como un sabio bastonero iba marcando los tiempos de los escenarios, un “Celador de sueños” (como dice la canción) que creaba el clima necesario para que luzca un artista frente al público. En los desfiles del 3 de Mayo o fiestas patrias, se lo solía ver sin papeles en las manos, bastaba que viera el estandarte de la escuela o institución que se acercaba al palco para saber de qué se trataba y soltar glosas ilustrativas y acertadas, con el privilegio de saber de qué se trataba aquello. Animador emblemático de la Fiesta de las Colectividades, supo engalanar la presentación de cada una de ellas, sabiendo de tanto gringo. Conductor de los dulces momentos de recuerdos en los actos de homenajes a Antiguos Pobladores, a los que conocía con “pelo y señal”, por haber transitado juntos años en nuestra comunidad, uno desde el micrófono, los otros como oyentes.

Lo conocí personalmente un día de 1983, en el mostrador de la despensa de mi viejo. Yo recién llegaba de estudiar música y me invitó a tocar algo a la radio. A partir de allí nos cruzamos en escenarios de Bariloche y la región, hasta que en el ´87 me dijo: “Chiquito, ¿te animás a hacer radio?” A mí ni se me había cruzado por la cabeza esa posibilidad, pero se ve que el viejo zorro intuyó que yo podía ofrecer algo desde un micrófono. La primera vez que conduje un espacio fue en la FM Limay, que funcionaba a orillas del río, al lado de la caminera del puente. Por una cuestión de jurisdicciones estaba emplazada en la provincia de Neuquén, pero transmitía para nuestra ciudad. Allí estaba él, junto a Francisco Caló, custodiando mi primer vuelo radial. Más tarde me ofreció llegar a Radio Nacional donde conduje El Fogón las noches de los viernes.

Se fue el querido Arnaldo. Seguramente, donde quiera que esté, ha de sonreír satisfecho, sabiendo que pasó para quedarse para siempre. Allá se encontrará con otros (Carlos Bustos, José Jalil, Yolanda Agostino, Nino Castro, Pastor Méndez, solo por citar algunos); ellos le dieron sentido a su vida e hicieron felices a tantas generaciones de barilochenses que los recuerdan, imaginando el repicar de sus voces desde un receptor de radio. Gracias.

Te puede interesar
Ultimas noticias