UNA HISTORIA KAFKIANA

| 20/09/2020

La historia detrás de la amenaza de desalojo a los pobladores de Colonia Suiza

La historia detrás de la amenaza de desalojo a los pobladores de Colonia Suiza
Fotos: Facundo Pardo.
Fotos: Facundo Pardo.

La historia se remonta hace muchos años atrás. Se trata de tierras que no están escrituradas pero que siempre habitaron los descendientes de Eduardo Goye, como publicó este sábado El Cordillerano. Entre finales del siglo XIX y principios del XX, se asentaron en ese lugar a partir de que el propio Estado argentino impulsara su instalación. Hoy, ven peligrar su lugar de residencia por un desbarajuste legal al que nadie sabe bien cómo desenredar.

A partir de las temáticas con ribetes trágicamente absurdos que Frank Kafka utilizaba en sus obras, se adoptó el término “kafkiano” para describir situaciones ilógicas y angustiosas. Por eso, se puede afirmar que lo que sucede en Colonia Suiza es kafkiano.

La mirada cristalina de Osvaldo Rivas de pronto se nubla… una bruma la atraviesa… Tiene setenta y cinco años. Está parado en el sendero de acceso a su casa, en Colonia Suiza, y mira los frutales que plantó con las técnicas utilizadas tanto tiempo atrás por su abuelo, don Eduardo Goye.

Osvaldo cuenta que, literalmente, nació en ese lugar. Su mamá era Alicia Goye, una de las hijas de don Eduardo. Alrededor, algunos perros saltan y juguetean; otros, descansan a la vera de ese camino de tierra.

La vivienda es una casa de trabajadores… No existe una arrogancia edilicia; al contrario. Mirta, la esposa, actúa amable con el reportero gráfico. Lo acompaña para que pueda tomar fotos del lugar, y cuenta cómo son sus días durante la pandemia… Es una buena anfitriona. Por ahí también anda Pablo, uno de los hijos de la pareja (tienen dos más, mujeres), que lleva adelante un proyecto de venta de waffles en un vehículo, a la manera de “carrito” gastronómico.

La escena transcurre durante un mediodía barilochense soleado, en ese sitio de Colonia Suiza alejado un poco de la zona de la feria. No es una imagen que pueda identificarse con la postal que viene a la cabeza cuando se remite a ese sector de la ciudad: no hay curanto turístico, productos regionales, cafeterías, cervecerías, heladerías ni ningún otro emprendimiento comercial.

Acá, vive una familia descendiente de don Eduardo Goye, aquel hombre que pisó estas tierras en 1904, con una Bariloche en pañales. Venía del cantón de Valais, como otros familiares asentados allí desde hacía unos años.

Cabe recordar que, por aquel entonces, la Ley Hogar había propiciado la inmigración. El gobierno argentino favorecía la llegada de europeos para poblar y trabajar las tierras del territorio.

De esa manera, también, se aseguraba que no quedaran “huecos” que tentaran el avance de otros países. Es decir que se trataba de instalar la bandera argentina a lo largo de toda la extensión territorial.

Perito Moreno había trabajado en la cuestión limítrofe con Chile, donde fue fundamental la voluntad de los galeses que poblaban Trevelin y Esquel, ya que ellos expresaron su conformidad para estar bajo la bandera argentina. En definitiva, los inmigrantes eran bienvenidos.

De esa manera, a don Eduardo le dieron seiscientas veinticinco hectáreas de la, por ese entonces, colonia pastoril Nahuel Huapi, para que se instalara y desarrollara tareas agroganaderas.

El hombre cumplió con los deseos del Estado argentino. En 1912 inscribió su marca de campo y ganado, e incluso participó en una exposición de la Sociedad Rural Argentina, donde ganó un premio.

“Todo transcurría más o menos en paz, hasta que en 1934, con la creación del Parque Nacional Nahuel Huapi, se decidió que todo terreno que no estuviera escriturado pasaría al Estado, puntualmente a lo que era el ministerio de Guerra”, narra el abogado Sergio Capozzi, quien apoya la situación de los descendientes de los colonos.

“Siento indignación por lo que pasa”, afirma Capozzi, quien se instaló en Bariloche en el año 2000, en una casa ubicada en la cercanía de donde vive Osvaldo, a quien le compraba madera para su hogar.

El abogado sigue con el relato: “Eduardo Goye fue a ver al intendente de Parques, Eduardo Frey, y le comentó su problema: a él nunca le habían dado una escritura. Dos años después, le dijeron: ‘Te vamos a dar dos hectáreas’. Luego hubo una segunda negociación, y le otorgaron doce, a un valor simbólico de doscientos pesos de esa época. Pero el resto siguió en discusión, nunca se definió…”, explica.

En 1944 se sumó un inconveniente para don Goye: por el Decreto-Ley 15385, se establecieron las llamadas “zonas de seguridad” en las regiones de frontera, y en el artículo 4 se estipulaba: “Declárase de conveniencia nacional que los bienes ubicados en las zonas de seguridad pertenezcan a ciudadanos argentinos nativos”.

“A través de la embajada de Suiza, cuando Juan Domingo Perón fue elegido presidente, don Eduardo, ya grande, consiguió una reunión con él. Perón le dijo que verían cómo solucionar el tema; pero no pasó nada…”, expresa Capozzi.

Los años transcurrieron, don Goye falleció, y las tierras continuaron habitadas por sus descendientes (cabe recordar que Eduardo tuvo catorce hijos), cada cual con su familia, ajenos a cualquier dato sobre la propiedad de las tierras… Allí habían vivido desde siempre.

En 1980, cuando Argentina se movía al ritmo que marcaban las botas militares, a través de la Ley 22153, hubo un agregado a la normativa dictada en 1944: “No puede adquirirse por prescripción el dominio de los bienes inmuebles urbanos o rurales del Estado Nacional, Provincial o Municipal, situados dentro de los límites de Zonas de Seguridad”.

Cuando se habla de “prescripción adquisitiva” es en referencia al modo de adquirir algo mediante la posesión de ello durante un tiempo que determine la ley. En el caso de Colonia Suiza, los colonos y sus descendientes podrían ser propietarios “legales” por haberlo sido “de hecho” durante tanto tiempo. Pero ese agregado de 1980, firmado por las autoridades de facto, se presentaba como un impedimento para que se considerara ese factor, aunque, claro, en realidad ninguna ley puede ser retroactiva, a excepción que la misma regla lo indicara.

En 1988, se promulgó la Ley 23554, que señala que aquel artículo 4 pasaba a quedar del siguiente modo: “Declárase de conveniencia nacional que los bienes ubicados en la zona de seguridad pertenezcan a ciudadanos argentinos nativos. La Comisión Nacional de Zonas de Seguridad ejercerá en dicha zona la policía de radicación con relación a las transmisiones de dominio, arrendamiento o locaciones, o cualquier forma de derechos reales o personales, en virtud de los cuales debe entregarse la posesión o tenencia de inmuebles a cuyo efecto acordará o denegará las autorizaciones correspondientes”.

En cualquier caso, todas las normativas citadas, incluso la de 1944, son posteriores a la cuestión que se discute, ya que Eduardo Goye se instaló, en la zona que hoy se conoce como Colonia Suiza, a inicios del siglo XX, con el consentimiento del Estado argentino.

Siglo XXI, un nuevo cambalache 

Capozzi relata: “Ya en el nuevo siglo, un guardaparque hizo el relevamiento de los terrenos, y cuando llegó a este vio que, en catastro, decía que pertenecía al Estado nacional. Habló con sus superiores y se inició una demanda por desalojo contra Parra, Goye, Nielsen, Rivas… que eran los vecinos identificados. Les dieron diez días para que se fueran”.

Osvaldo, entonces, lo fue a visitar y le contó lo que sucedía. “Decidimos contestar la demanda porque me pareció ridícula”, apunta el abogado.
“Llevamos historiadores, un informe de la Universidad del Comahue, a una mujer que tenía casi cien años y brindó su testimonio…”, recuerda Capozzi.

El letrado rememora que “el juez de ese momento, en su sentencia, dijo que estaba absolutamente probado que la familia Goye y sus descendientes habían tenido estas tierras, a título de dueños, durante más de cien años… pero consideró que debían resolverlo por la vía política…”.

“Apelamos la sentencia en la Cámara de Roca, que nos dio la razón, porque dijo que las leyes que se mencionaban eran posteriores al tema en cuestión”, especifica.

Pero la historia no terminó ahí. “El Estado fue a la Corte Suprema de Justicia, que el 30 de julio de este año señaló que la Cámara no se manifestó sobre un tema que, para ellos, es importante: la Ley de Fronteras. Está demostrado que cualquiera se puede instalar en una zona así, porque el territorio de fronteras está lleno de extranjeros. Pero, también, por el artículo 3 del Código Civil, las leyes no tienen efecto retroactivo, salvo disposición en contrario” indicó Resta esperar, entonces, la decisión de la Cámara al respecto.

Final abierto

Osvaldo Rivas señala que se conforma con que le confirmen los derechos sobre las hectáreas que los habitantes del lugar (una veintena de familias) puedan llegar a utilizar (quizá menos de cien), pero, más allá de todo, con cierto cansancio, enuncia su sentir sobre la situación, y el deseo que empuja a su lucha: “A veces da impotencia… No sé cuánto más voy a vivir, pero quiero que, en algún momento, mis hijos y mis nietos tengan una tranquilidad jurídica”.

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