EN EL BARILOCHE DE ENTRE SIGLOS

| 06/09/2020

Era una fiesta cada vez que arribaba un convoy de carros

Adrián Moyano
Era una fiesta cada vez que arribaba un convoy de carros
Un convoy - Museo Municipal de San Antonio Oeste.
Un convoy - Museo Municipal de San Antonio Oeste.

Las temporadas de desabastecimiento podían estirarse por meses, hasta que llegaban las caravanas de ocho o más. Varios de los pioneros también viajaron hasta el viejo San Carlos en esos esforzados medios de transporte.

No tiene fecha, pero si consideramos que el artículo que sigue en su libro está datado en julio de 1975 y que los anteriores son de 1965, en ese lapso debió escribir Julio Riesgo el texto que tituló “Transportes y recuerdos”, una semblanza que en sus primeros párrafos, destaca la importancia que tenía para el Bariloche de entre siglos (XIX y XX), la llegada de los convoyes de carros. Cada arribo se convertía en un auténtico acontecimiento para el poblado.

El autor dio un pequeño rodeo antes de detallar el ambiente que se generaba ante la llegada de los grandes carromatos. “Tres nombres que después se afincarían en ‘Valle Nuevo’ (hoy El Bolsón) tuvieron que ver con los albores vurilochenses: Santiago Parra que fuera sargento de la Campaña al Desierto y a fin de siglo formaba parte del destacamento del ejército, sito en el enclavamiento actual de LU8; Bernardo Blanco, antiguo vecino del lugar y después un hábil rastreador de la Policía Fronteriza; y María de los Milagros Cárdenas de Salaberry, la primera tropera del Departamento Bariloche, cuando era un acontecimiento como de fiesta el llegar tropas de cuatro, seis, ocho y más carros, al son de flautas, tintineando cascabeles…” Los puntos suspensivos están en el original.

Además de redescubrirnos que el actual emplazamiento de Radio Nacional Bariloche funcionó como lugar de cuarteles, resaltó Riesgo. “¡Representaba tanto el hallarse día y noche, por días y acaso semanas, sin mate, sin kerosene, sin tabaco, y sin tantos de los llamados pequeños vicios…! ¡Así parecía romería, al escucharse a lo lejos los sones de las flautas, y las mujeres se adornaban con los mejores trapos mientras los hombres rasuraban sus crecidas barbas; y gritaba los chiquillos corriendo junto a los mulares que se acercaban a la posta enclavada primero ante la casa de Widerhold (sic), luego ante la barraca de ‘La Chile-Argentina’ y más tarde, enfrente del boliche de Félix Pettiti, donde los troperos refrescaban las gargantas sedientas y ansiosas!”

Recordemos que el libro del cual extraemos tan precisas descripciones, lleva como título “Bariloche ¡Cuándo era ayer!” y se publicó por Editorial Melipal. Más que un sola narración, incluye varios artículos que Riesgo publicó en diversos momentos de su vida en esta ciudad, a través de distintos medios gráficos. “¿Veis los maruchos, jinetes de yegua madrina, con sus rodilleras de chiva y sus abarcas de cuero de oveja? Ahora, hartos de polvo, sudor y las incontables jornadas; y en el invierno, ateridos de frío, harto mojadas sus ropas, cansados, y en el largo cabello los trazos de escarcha”.

Otra variante - Museo Municipal de San Antonio Oeste

Nuevos colonos y bandidos

No solo hacían su ingreso mercaderías al pueblo. “Junto a ellos, llegaban bultos de toda forma y dimensión, nuevos colonos, viajeros, trashumantes, quincalleros, amantes de aventuras, pillos, bandidos y a cual más esforzado pionero. Y vino y se fue Laura Buillón, de triste recuerdo junto Enrique Place, que en 1902, se arriba a Cholila donde llega a poseer una estanzuela; y entra Manuel Criado Flores, para retornar al Paso de su nombre, que lo ocupa definitivamente el 1° de mayo de 1904”.

Siempre según el autor, “pasa Mario Reguiló un bilbaíno con ansias del sur; y viene con sus herramientas el vasco Gregorio Ezquerra, con su experiencia en ebanistería y el mejor documento de aquellos tiempos: la palabra, y llegan valijas, con deseos, ilusiones, afanes de paz, esperanzas…”. Además, “viene Primo Capraro, teniendo 31 años, tras viajar por Austria, Alemania y Suiza; y entra en Londres trabajando para la Cía. Minera Mother & Sons”.

En este punto de su relato, Riesgo reconstruyó una pequeña biografía del empresario. “En 1900 visita Méjico, chapurreando francés e inglés, y sigue a Santiago de Chile de donde se traslada a puerto Baratta (hizo el servicio militar con Federico Baratta y éste ya tenía tierras asignadas a ambos); ayuda a dejar establecido un aserradero en dicho lugar, a medias de aquel, y se traslada a San Carlos”, es decir, a Bariloche propiamente dicho.

Desde su nuevo lugar, “proyecta su primera casa, para C. Foresti, el 10 de noviembre de 1904; construye las edificaciones de las tres estancias que dependían de la de Pilcaniyeu; abre el camino a Gelain, Speranza, Festa y tanto otros; se casa, entre pompas, testificando Clemente Onelli y Carlos Spegarrini (éste, amigo de Moreno)” y “dirige las construcciones de las lanchas ‘Correntoso’ y ‘Gutiérrez’”.

Parece que Capraro no dejó rubro sin incursionar, porque fue “agente y representante de la ‘West Indian Oil Company’ y corresponsal del Banco de Italia y Río de la Plata; con su estancia Bellunese (en honor a Belluno, donde naciera) consiguió una medalla de oro en una exposición; llevó la contrata de los últimos 60 kilómetros del ferrocarril a ésta, en su movimiento de tierras; y dejó abierto un caminos de esperanzas y de lucha para quienes vieron su incesante accionar”, juzgó Riesgo.

“Al hablar de la obra de Capraro es justicia mentar a otros pioneros, escasamente conocidos por cada una de sus trayectorias”, según la consideración del autor. “Es especial por la documentación de prueba, no puede pasar desapercibido Federico Eduardo Baratta. Débese a su insistencia el logro de tierras del lote n° 8 (a nombre de él y de Capraro), de 625 hectáreas, cerca del Correntoso y rodeado por los lagos del mismo nombre y Espejo; (al 7 de junio de 1903 lo visitaron juntos, pero, el 14 de diciembre de 1902 lo registró Baratta sin haber llegado aún a Argentina su socio)”.

A juzgar por la investigación de Riesgo, Baratta “fue quien el 9 de febrero de 1903, por carta, solicitó consejo a ‘Jared Jones’ (tal lo escribió) (el paréntesis precedente está en el original) para el mejor traslado, y la dedicación posterior al cultivo y la ganadería”. La redacción no es del todo clara en el artículo de Riesgo, pero entendemos que el mismo Baratta “recabó (¿información?) de Pascual Claro, el contratista del Correo Nacional”, para que “tomara el encargo de transportar 3 toneladas más o menos de artículos varios, materiales, etc”.

También, el 8 de enero de 1903, Baratta solicitó “de Destefani y Lerín por un lado, de A. Viterboy por otro y de A. Sarno en tercer lugar, que le dieran precios”, en primera instancia de “un carro completo, con toldo, para campo; como para cargar 3.000 kilos a 3.500 más o menos”. Además, “guarniciones para tiraje a caballos 4 a 6”, al igual que el “costo en esa de los caballos para carro”, entre otras averiguaciones. “Los tres eran herreros y guarnicioneros, vecinos de General Roca”, completó Riesgo. Se ve que los grandes convoyes de carros no se internaban en caminos que hoy llamaríamos vecinales.

Primo Capraro.

El primer meteorólogo

Además de socio de Primo Capraro, Federico Baratta “inició la meteorología en la zona y el 8 de junio de 1905 era meteorólogo oficial, colaboró con el ingeniero Cantutti (Baratta tenía el título de perito minero, otorgado por la escuela industrial de Carrara el 25 de noviembre de 1893)” y también “colaboró en planos de la zona con Schieroni, en 1909”. Añade el texto de Julio Riesgo que “antes de su prematura muerte, en ésta (por Bariloche) el 26 de julio de 1921, era el controlador de las guías y su mercadería que viajaban por los lagos”.

Por vía acuática fue que “llegaron el yunque, la fragua a ventilador de mano y los juegos de tenazas-tajaderas-mazos de Federico Yung, herrero experto en marcas para señalar hacienda, en herraduras, en reparaciones de calderas (reparó las del legendario ‘Cóndor’) y sus manos hicieron los herrajes de los puntales para el tren aéreo que se proyectaba en la frontera”, redondeó Riesgo. Un obra –la del tren aéreo- que nunca se concretó.

Adrián Moyano

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