14/08/2020

“Jual, El Valiente”

Jual (1) se había despertado temprano, más temprano que el resto de la tropilla, y había corrido para llegar a tiempo. Le gustaba ese momento cuando el sol se asomaba y despuntaba los primeros rayos, salpicando colores por el cielo. Se paró en el borde de la barranca y su figura blanca, todavía cubierta de sombras, se recortó sobre el brillo del río. Venía haciéndolo cada día, sin que nadie lo supiese, pero esa mañana alguien lo descubrió.

 

- ¿Qué andás haciendo acá, Jual?

Hijo, estoy muy preocupado

te estás poniendo orejano,

chúcaro, indisciplinado…

 

El potrillo lo interrumpió

 

- Ayyy, Tata, ¿por qué me sigue?

¿No ve que me gusta el río,

correr por el descampado,

gozar mi libre albedrío?

 

- El resto de la tropilla

se alistó en el Regimiento

y vos acá muy solito

¡contemplando el firmamento!

 

- Ninguna gloria yo espero.

trotar a mis anchas quiero,

y, sin jinete ni espuelas,

elegir mi derrotero.

 

- Siguiendo tus propias reglas

¿adónde irás a parar?

- ¡A mí déjeme Tatita,

que yo amo mi libertad!

 

El paso lento de una flota de barcos interrumpió la discusión. Llevaban unas banderas blancas con una gran cruz de color rojo. Dos gruesos cañones asomaban del buque que llevaba la delantera. De pronto, las naves se detuvieron.

Padre e hijo se miraron y fueron al galope a refugiarse detrás del imponente edificio del Convento de San Carlos (2).

Encontraron a un hombre de tez cobriza y nariz aguileña, montado sobre un caballo de color amarillento. Era el Coronel José de San Martín que le hablaba a un centenar de granaderos. Habían llegado la noche anterior desde Buenos Aires y se preparaban para luchar contra los realistas que venían en los barcos.

La voz de Don José se escuchó en el silencio de la madrugada de ese 3 de Febrero de 1813:

-Solo es posible la brisa

dentro del rumbo del viento

y una estrella solo brilla

si está limpio el firmamento.

 

En un pueblo que no puede

regir su propio destino

no cabe el ansia de un hombre,

soñar es un desatino.

 

No hay libertad posible

de los seres de esta tierra,

si nuestra patria no es libre,

si no emprendemos la guerra.

 

Desde lo alto del convento, un granadero que observaba con un catalejo, le hizo señas al Coronel para avisarle que habían llegado los realistas. San Martín dio las últimas instrucciones. Sin hacer ruido, los hombres levantaron sus armas, en señal de asentimiento, y se ordenaron en dos filas. De inmediato, un granadero hizo sonar su clarín y la columna del Coronel se abrió por la izquierda hacia el río, mientras el Granadero Bermúdez fue por la derecha.

 

Jual y el Tata miraban azorados el comienzo del combate. Los ojos del potrillo se iluminaron. Ese hombre de acento español no se quedaba detrás de su escuadrón dando las órdenes.

- ¡Al trote! -gritó San Martín.

Segundos después:

- ¡Al galope!-

Jual vio al corcel bayo de Don José ondular sus crines por la velocidad de la carrera haciéndose uno con el furor de su jinete.

- ¡A degüello! - rugió el Coronel mientras desenvainaba su espada. A los pocos minutos Jual y el Tata vieron cómo el animal se desmoronaba por una herida de metralla. San Martín, con la pierna atrapada bajo el peso del caballo le ordenó a un granadero:

- ¡Escalada, reúna usted al Regimiento y vayan a morir!

Al ver al Coronel caído, un realista blandió su bayoneta apuntando hacia la cara, pero San Martín la pudo esquivar. Solo la punta le rozó la mejilla izquierda dejándole una herida fina y oblicua. Otro lo enfrentó con un hacha, y fue un granadero quien lo defendió blandiendo su lanza. Más tarde sabrían que se trataba de Juan Bautista Baigorria. Mientras tanto, otro granadero, Juan Bautista Cabral ató una cincha al caballo derribado para destrabarle la pierna a Don José. Un español aprovechó para darle muerte al moreno:

- Avyá amanó ramo yepé, ña jhundi jheguere umí pytaguá- jadeó Cabral, en guaraní (3).

De pronto, Jual se separó del Tata. Él no se llamaba Juan, pero su nombre se le parecía. Las patas del joven caballo se desbocaron hacia el campo de batalla. No llegó a escuchar el grito ahogado de su padre:

- Hijo, ¿qué estás haciendo?

Jual atravesó como un vendaval el escenario del combate. El caballo salvaje se detuvo ante San Martín que acababa de levantarse.

Jual miró de frente a su Coronel y agachó la cabeza. San Martín apoyó por un segundo su mejilla sangrante sobre la del potrillo y, sin más, lo montó.

El grito heroico de un granadero atravesó el aire:

-¡Vivaaa la Patriaaaa! (4)

Jual se lanzó hacia adelante sintiendo el peso del Libertador sobre el cuero. Se dejó conducir por esas manos que tironeaban sus crines con firmeza hacia un lado y hacia el otro, mientras galopaba a toda velocidad por el campo de la gloria. Los españoles corrían espantados. En pocos minutos, el Regimiento los había derrotado.

El Coronel levantó su espada y gritó la victoria en las tierras de San Lorenzo. El potrillo levantó en el aire las patas delanteras. Llevaba la mirada en alto y sus ojos resplandecían. Nunca se había sentido más libre. El sol naciente extendió sus rayos y envolvió la blancura inmaculada de Jual. Sobre la mejilla izquierda del caballo chúcaro brilló la marca fina y oblicua de la sangre de su Libertador.

FIN

 

Referencias:

1 Jual significa “Caballo” en el idioma Chaná de los indios Timbúes que habitaban la zona de San Lorenzo. Tres fueron los hombres que salvaron la vida de José de San Martín en diversos escenarios bélicos: el soldado Juan de Dios en la batalla del 23 de junio de 1808 en Arjonilla, España, y los soldados Juan Bautista Baigorria y Juan Bautista Cabral el 3 de febrero de 1813 en el combate de San Lorenzo. El padre de San Martín también se llamaba Juan.

2 Refiere al Convento de San Carlos ubicado en la ciudad de San Lorenzo, Provincia de Santa Fe.

3 “Muero contento, hemos batido al enemigo”.

4 Refiere al grito del granadero Díaz Vélez ante el embate de la columna militar encabezada por el granadero Bermúdez contra los realistas que emprendían la retirada.

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