ESCRITORA DE LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

| 11/08/2020

Sarah Mulligan anticipa la llegada de sus cuentos a El Cordillerano

Adrián Moyano
Sarah Mulligan anticipa la llegada de sus cuentos a El Cordillerano

Desde Rosario, la autora mantuvo una charla con “El Expreso Periodístico”, en la que repasó su temprana vocación literaria, sus afinidades con “Anne with an E” y su incursión en nuevos formatos. Estimular la imaginación de niños y niñas es su cometido.

Próximamente podrán leerse en El Cordillerano los cuentos de Sarah Mulligan, escritora rosarina que se especializa en literatura infantil y juvenil. En los últimos tiempos y como consecuencia de los confinamientos, la autora comenzó a incursionar en formatos audiovisuales, siempre a partir de sus textos, a los que completa con ilustraciones animadas, efectos especiales y otros recursos. Esa versión de sus trabajos también estará disponible en la página web de este diario.

Para anticipar la llegada de sus creaciones, Mulligan mantuvo una charla con Antonio Zidar en “El Expreso Periodístico” por El Cordillerano Radio (93.7), en cuyo transcurso compartió la relación central que mantiene con la escritura creativa. “Desde muy chiquita dibujaba y escribía. A los 11 años fundé un club, el Club del Cuento, porque era una gran lectora y había agotado la lectura de la biblioteca de la escuela. Entonces, les propuse a mis primas y amigas hacer un club en el que cada una debía producir, escribir algo, escribir un cuento... Los sábados a la tarde nos juntábamos a tomar té con galletitas y leímos las producciones”, rememoró.

Sin embargo, esa vocación tan clara y temprana la tuvo que aguardar. “Ahí nació pero después me fui por otros lados y me convertí en abogada, un poco por los mandatos de aquella época y como tengo estándares muy altos, me dediqué de lleno. Había escrito un libro de derecho procesal, había ganado un premio pero un momento dije: esta no soy yo. Entonces, hice un camino de regreso a mi esencia y decidí dejar todo”, comentó.

En su afición por la literatura fue decisiva su madre. “Es una gran lectora, va a talleres de lectura y yo le veía la sonrisa cuando disfrutaba leyendo. Cuando es chiquito, uno aprende lo que ve”, razonó. “Después se sentaba en la mesa y contaba las cosas que leía, entonces uno decía: ¡qué lindo es leer! Me sumergía en esos mundos… Por supuesto, yo no lo decía con esas palabras pero lo sentía y me sentía muy atraída, iba cada tanto a la biblioteca de mi mamá”, reconstruyó Mulligan.

Su influencia “hablaba mucho de libros de historia, por ejemplo, de Malinche, la amante de (Hernán) Cortés. Ella contaba historias recortadas pero hablaba sobre la vida y en ese momento, ejercía como profesora de Historia, entonces lo mechaba con todo su conocimiento y lo hacía (al relato) muy atractivo”, ponderó la escritora. “En una época, yo me había copado con Sissí, pequeña reina y con Sissí emperatriz, una serie de libros rojos, chiquitos… Pero en realidad, cualquier cantidad de libros me inspiraron. De hecho, al Club del Cuento lo saqué de un libro: Ana de las tejas verdes”.

Romantizar la vida

Esa historia ganó popularidad en los últimos años porque “ahora está en Netflix. En ese momento era un libro: una nena de 11 años sumamente creativa que vivía poniéndole nombres románticos a las cosas. Romantizaba su mirada de la vida, le ponía belleza, un contenido estético y literario a lo que vivía, que por ahí, era una realidad cruda. Yo me sentí identificada porque siempre tuve la tendencia a teñir lo que vivía con una mirada romántica o más feliz, con cierta fantasía que obviamente conservo y canalizo a través de los cuentos. Sumergirme en la infancia tan feliz que tuve, me permite crear mundos. Voy a ese lugar, abrevo aguas y vuelvo”, definió.

Mulligan recurrió a una metáfora geográfica para justificar su tránsito de la abogacía hacia la literatura infanto-juvenil. “Uno puede ser como la Argentina: puede tener un montón de paisajes, más áridos o más fértiles, con cataratas o llanuras extensas. Yo soy de ese tipo de gente que tiene muchas facetas pero uno en la vida tiene que elegir qué quiere ser, por dónde quiere caminar y cómo vivir. De alguna manera, nos tenemos que dar el permiso para tener una vida de diseño: ir a tu esencia y apostar fuerte. El trabajo es profundo, a mí me llevó mucho tiempo entender quién era yo en lo esencial y cuál de mis partes quería expresar”, sostuvo.

Aquella infancia feliz transcurrió en “Venado Tuerto, un pueblo muy tranquilo del sur de Santa Fe. Vine a estudiar a Rosario y me quedé acá, porque me encanta el río”. Sus recientes incursiones en el ámbito audiovisual surgieron a partir de una sugerencia. “Una señora que era lectora mía y se estaba quedando sin chances de leer, me pidió que por favor hiciera algo grabado. Después, una biblioteca me pidió un video, entonces dije: ¿por qué no hago los video-cuentos?”

La escritora tenía con qué. “Había estudiado Animación al año de haber dejado la profesión, muy artesanal, pero algunas cosas aprendí. Entonces, me actualicé, cambié la computadora porque los programas son difíciles pero me encanta hacerlo y apareció el concepto de video-cuento narrado por mí, aunque ahora estoy incorporando otras voces, efectos especiales, sonidos y me voy divirtiendo porque es un juego. Todo es jugar, ¿no?”
Además, “el escritor siempre está detrás del libro como un ser lejano y a los chicos les inquieta saber quién es el escritor. ¿Quién es el adulto que escribe para ellos y se conecta con ellos? Entonces, me pareció interesante la idea de presentarme como escritora, leer cuentos y también dibujarlos porque para el formato audiovisual es necesario. A mí no me importa si el formato es digital o papel, me interesa la lectura y que el chico desarrolle su imaginación. Entonces, los fui haciendo con pequeñas animaciones muy artesanales que hago yo y la verdad, están teniendo una linda repercusión”, valoró. Cualquier vehículo es válido para transportar fantasía.

Abrazo de palabras

No sólo la niñez está interesada en la literatura especializada. “Tengo muchas maestras alrededor, estoy en grupos de WhatsApp con maestras y aprendo muchísimo. Veo la enorme dedicación y amor que le ponen a su vocación, entonces también voy viendo sus inquietudes y presenté tres recursos didácticos para los chicos posteriores al video-cuento, algunos estuvieron en la página de El Cordillerano”, mencionó Sarah Mulligan, quien además de escribir, es miembro de número en la Academia Argentina de Literatura Infantil y Juvenil, especializada en Liliana Bodoc.

Su objetivo es claro: “desarrollar la inquietud por la lectura y también todo lo afectivo que subyace en el hecho de compartir un cuento. Siempre digo que un cuento es un abrazo de palabras que se pronuncia con el corazón y cuando uno lee un cuento a otro, empieza a haber un universo en común.

Eso es muy hermoso porque además, hay un momento en el que la niña o el niño sienten que hay alguien que detiene su mundo o acelere para compartir un momento pacífico, suave, manso y bello, de placer estético… Eso es muy interesante. No se trata de poner al chico delante de la pantalla para que vea, sino de ver o leer juntos”, proclamó.

Para concebir tal o cual historia, “me conecto con los personajes. Ahora estoy terminando de ilustrar el cuento de Jual (caballo en idioma chaná), un caballito que se encuentra con San Martín y aprende de él, qué es la libertad… Él tenía un sentido de la libertad pero de San Martín aprende otro, entiende qué es la libertad con un propósito”, ejemplificó. “Yo sentía que me hablaba, hace tres semanas que veo al caballito. Se me aparecía, le veía una mirada inquieta. Con ese mundo me conecto y el personaje interactúa con uno”, compartió. Con la libertad como universo.
http://www.sarahmulligan.com.ar.

Adrián Moyano

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