LAS NUEVAS MEDIDAS AFECTAN A TODOS

| 06/08/2020

La feria Sin Fronteras de Onelli y Santa Cruz, con algunos límites

Christian Masello/ Fotos: Facundo Pardo
La feria Sin Fronteras de Onelli y Santa Cruz, con algunos límites

Una muchacha pide a cada uno de los que ingresan que estiren los brazos para rociarle alcohol en las manos. La misma joven controla el número de documento (por la terminación par o impar) y pispea que no se acumule gente en el interior. Claro, eso difícilmente ocurre por estos días.

La feria Sin Fronteras, en Onelli y Santa Cruz, no está excluida de la problemática general. Aunque su caso es particular. El lugar siempre se caracterizó por tener precios económicos y trabajar con los residentes. Era muy raro que, cuando los había, los turistas se acercaran hasta esa dirección. Por su misma ubicación, alejada de la zona céntrica y de cualquier paisaje vinculado al interés mayoritario de los visitantes, su proyección es hacia el ciudadano local.

Es un caso opuesto al de los negocios de la calle Mitre. Allí, los comerciantes acostumbraban a trabajar en especial con los foráneos, y los que, como pudieron, sobrevivieron a la sequía impuesta por el COVID-19, debieron reinventarse de cara a los moradores de la localidad.

En la feria Sin Fronteras, en cambio, siempre la atención estuvo puesta en los pobladores, sobre todo en los más humildes. Aunque no era raro ver, cada tanto, a alguna señora de buen pasar que se arrimaba para observar si encontraba lo que buscaba, pero en alguna marca “alternativa”.

Los puesteros, al volver a las tareas, tras el tiempo de encierro, no tuvieron que hacer modificaciones significativas, pero eso no quiere decir que quedaron exentos de inconvenientes. Sus problemas son otros, pero no menos importantes.

Su clientela habitual, como ya se dijo, está compuesta por gente de escasos recursos, y son esas personas quienes peor la pasan en estos tiempos. Si no saben cómo hacer para llevar un plato a la mesa, difícilmente puedan realizar una compra extra. Bariloche, por más que no se trabaje en forma directa con el turismo, depende de él. Si un eslabón de la cadena falta, el equilibrio se rompe. Igualmente, al reabrir, de a poco, algunos clientes regresaron, y el número venía en aumento. Pero el retorno de la restricción según el número de documento y la disminución en el horario de atención, se reflejaron en una notoria merma de ventas.

Deporte

David Humaña tiene su puesto apenas se entra en la feria. Ofrece, sobre todo, artículos relacionados con el deporte: camisetas de fútbol, medias con los colores de clubes, guantes de arquero, pelotas, e incluso incorporó barbijos con motivos de distintos equipos.

Pero, lo que lo salva por estos días, es la venta de películas en DVD, un agregado extradeportivo, al igual que unos pocos juguetes que asoman detrás.

Lo de la salida de films quizá remita a un escapismo dentro de la vida hacia dentro a la que la pandemia llevó. Ya se lo preguntó, en forma premonitoria, Charly García hace muchos años, cuando estaba en el grupo La Máquina de Hacer Pájaros: “¿Qué se puede hacer salvo ver películas?”…

David, una sonrisa frente a la pandemia.

David, en la década del ochenta, tenía un kiosco, pero, en 1988, los problemas económicos -una constante en la Argentina- lo hicieron cerrar: el alquiler y los impuestos lo ahogaban.

Decidió, entonces, tomar unos juguetes que le habían quedado y ofrecerlos en la calle. “Vendía mejor que en el comercio”, contó. Luego empezó con artículos deportivos, y así siguió.

Cuando se creó la feria, dejó el asfalto para volver a tener su lugar propio. Y, aunque suele hacer gala de su buen humor, al hablar de los inconvenientes que le tocó vivir en su raid como vendedor, soltó: “Bariloche está orinado por un elefante… El hantavirus, la ceniza volcánica, y ahora esto del coronavirus. Además, las nuevas restricciones nos volvieron a frenar”.

Maquillaje

Marta Garcés siempre vendió un poco de todo: artículos de perfumería, ropa interior, medias… y, en estos tiempos, añadió los barbijos, los cuales, comentó, se venden bien: “La gente pide variedades de estampados y colores”, señaló.

Su trayectoria se inició hace ya muchos años, “en la época del trueque”. Luego pasó a la calle Onelli y, cuando abrió la Sin Fronteras, ya tuvo su puesto fijo.

Sobre la situación actual, con la vuelta al uso de la terminación de DNI para poder comprar, dijo que “todo se complicó”, pero hasta en el lamento buscó la manera de incluir algo de esperanza: “Hay veces que pasan tres o cuatro horas y no se vende nada… Pero, gracias a Dios, en mi caso, siempre salvo el día”.

“Se nota que no hay plata. Cuando la gente cobra el IFE, por ahí se vende un poquito más, pero está difícil”, indicó.
Garcés, cuando regresó a la feria, tras el encierro obligado, se sintió liberada: “Soy callejera, así que, cuando pude salir, fui feliz… solo hay que cuidarse”, afirmó.

Más allá de vender varias cosas, se especializa en cosméticos. En ese sentido, resaltó: “La gente no dejó de ocuparse de su persona, por eso siguió con la compra de labiales, maquillaje y ese tipo de cosas”. Y, tras ese comentario, mostró sus ojos pintados.

Comida

El espacio de Fernando Chomnalez responde a señas particulares dentro de las peculiaridades que de por sí tiene una feria, ya que se dedica al rubro gastronómico, y es normal que quienes visiten este tipo de lugares se transformen en habitués.

Por eso, el cocinero comenzó a ver con buenos ojos el retorno de los clientes. Pero, ante las restricciones que comenzaron esta semana, afirmó: “La baja se apreció mucho, y es una lástima, porque veníamos bien”.

“Noto que improvisan. Es un mensaje que no se entiende, primero abren, después cierran”, dijo, en una muestra de una confusión que abarca a la mayoría de la población.

Fernando y la oferta gastronómica.

“Estábamos repuntando, aunque las nevadas nos habían frenado un poco, pero el barilochense fiel, con lluvia o nieve, igual se acercaba”, explicó.

Antes de estar en la feria, Fernando salió a la calle, durante cinco años, cada fin de semana, “con una plancha y un disco con grasa”. La venta que tenía era enorme: unas mil doscientas empanadas entre sábado y domingo. Ahora, la parrilla humeante no se mueve del puesto treinta y ocho de Sin Fronteras.

Útiles

Juan Elgueta es uno de los que peor se la ve en cuanto a lo que ofrece, ya que se especializa en útiles escolares. “Casi todo lo que vendo es para usar en el colegio”, señaló.

Actualmente, solo recurren a él para buscar alguna que otra cosa para que los chicos hagan las tareas desde la casa, pero la diferencia con las ventas prepandemia es abismal. “Además, esta semana bajó muchísimo”, indicó.

Juan, a la espera que se reanuden las clases.

Más allá de tener precios bajísimos, incomparables con los que se manejan en otras zonas de la ciudad, el presente se le torna complicado. “Me las estoy arreglando con algunas tareas de mantenimiento que hago en la feria”, confió Juan, que, antes de dedicarse a la venta de artículos escolares, era albañil.

Bazar

“Se estaba vendiendo un cincuenta por ciento menos que antes de la pandemia, aunque de a poco levantaba; pero, ahora, con lo de los documentos pares e impares, se bajó todo de vuelta”, manifestó Miguel Silva, rodeado de artículos de bazar.

Miguel, en su puesto de bazar.

“Nos adaptamos a la gente, que ya nos conoce. Si nos pide algo que no hay, tratamos de conseguírselo”, apuntó.

Incluso había comenzado a realizar pedidos de mercadería a Buenos Aires, que si bien eran de apenas un tercio de los que hacía antes, hablaban de cierta reactivación, pero las nuevas medidas hicieron que “el movimiento bajara muchísimo”.

Juguetes

En años anteriores, varias semanas previas al Día del Niño, Fabiana Carabajal notaba un incremento en el movimiento, ya que se especializa en juguetes. Esta vez, las cosas son distintas. “Todo está muy mal; ayer, directamente, no se vendió nada”, aseveró.

En el pasado viajaba a Buenos Aires a buscar mercadería, pero ahora no puede hacerlo. Hizo algunos pocos pedidos, pero los precios que manejan desde la capital la paralizan.

Fabiana entre juguetes.

De esa manera, queda un poco desactualizada en cuanto a los productos que le solicitan, así que la rueda no para de girar… pero marcha atrás.
Fabiana es boliviana. Hace treinta años llegó a la Argentina. En Villa Lugano también vendía juguetes, pero, ante la creciente inseguridad, tomó rumbo al sur y hace once años desembarcó en Bariloche.

“No hay plata, se ve muy poca venta. Hasta la semana pasada se movía algo; en la actualidad, directamente nada”, concluyó.

Cumpleaños

Más allá de que afirmó que el caudal de venta disminuyó de forma notoria, Caty Morales opinó que, por otra parte, resulta positivo el implemento del uso alternado del DNI según la terminación par e impar, “para ver si bajan un poco los casos de coronavirus”. “Anda poca gente, pero es entendible”, expresó.

Se pensaría que el rubro que maneja estaría casi fuera de pista en un momento donde no se pueden realizar reuniones de gente, ya que vende artículos para festejos de cumpleaños: velas, globos, piñatas, banderines... Sin embargo, Caty dijo que “igual la gente compra cosas, porque celebra entre los familiares de la casa y decora un poco”.

Caty, un emprendimiento en medio de la pandemia.

Una curiosidad es que la muchacha aguardaba desde hacía tiempo poder acceder a un puesto en la feria, y le avisaron hace un mes y medio que uno había quedado disponible, así que el negocio dio su puntapié inicial en medio de la pandemia. “Quisimos aprovechar la oportunidad, porque, si no, después no lo íbamos a conseguir”, apuntó.

Christian Masello/ Fotos: Facundo Pardo

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