5 DE AGOSTO DÍA DEL MONTAÑÉS

| 05/08/2020

Hugo Jung: 92 años amando y disfrutando de las montañas, la nieve y la naturaleza

Hugo Jung: 92 años amando y disfrutando de las montañas, la nieve y la naturaleza
Hugo celebró 92 años el pasado 18 de julio.
Hugo celebró 92 años el pasado 18 de julio.

Este miércoles, se conmemoró el Día del Montañés, razón por la cual Antonio Zidar dialogó con un referente del andinismo local, Hugo Jung, en el “Expreso Periodístico” (93.7) en la radio de El Cordillerano.

Bariloche tiene numerosos referentes del esquí, el andinismo y la montaña, que vieron desarrollar la práctica de este deporte desde muy pequeños.

Hugo Jung a sus 92 años, es uno de los que todavía puede contar historias de antaño. Él forma parte de una generación dorada de amantes de la montaña, de los cuales muchos ya no están y otro sí: Pablo Rosenkjer, Víctor Enevoldsen, Aristeo “Cartón” Benavidez, Enrique David, Dinko Bertoncelj, Vicente Ojeda, entre otros.

Hijo de una ama de casa barilochense (Guillermina Kromer) y un contador alemán (Martín Jung), nació entre estancias, vacas y no mucho más que nieve, en la vieja aldea de montaña que era nuestra ciudad en la década de 1920. La vivienda de su familia estaba ubicada en Quaglia, entre Mitre y Moreno.


Hugo (al medio) junto a Enrique David y a Martín Joss.

Luego se crió a la vuelta, en una vivienda que había donde hoy está el teatro La Baita, por donde pasaba un arroyo (el sin nombre), que era herramienta de divertimento en los veranos.

Recordó que su primer ascenso a la montaña fue a upa, a los dos años, cuando colocaron la cruz que está en la cima del cerro Campanario. Desde ya, que no había medios de elevación ni confitería.

Hugo se inició en el esquí en 1936 con tablas de barriles de vino - le llamaban bordaleras- y así todas dobladas, se deslizaban como podían.

Atornillaban unos zapatos a la tabla y se tiraban a pocos metros de donde más tarde se construyó el Centro Cívico, puntualmente detrás de donde hoy se erige el hotel Edelweiss.

“Los primeros esquís que tuvimos mi hermano Otto y yo, nos los regaló mi padre en el 37. Eran de lenga, sin cantos, muy rudimentarios. Con fijaciones hechas en metal y correas de cuero curtido”, relató.


Una de las últimas fotos de cinco grandes de la montaña juntos: Enrique David, Víctor Enevoldsen, Pablo Rosenkjer, Hugo Jung y Vicente Ojeda.

Por ese entonces, este pequeño poblado junto al lago Nahuel Huapi tenía muy pocos habitantes. Un día llegó Hans Nobel: un experto que había contratado Parques Nacionales para que desarrollara la práctica del esquí en Catedral y fue a ese lomo donde se tiraban estos chicos traviesos y les enseñó a bajar. “Tenía mucho estilo, aprendimos bastante de él”, contó.

En junio del 47, un momento simple cambiaría su vida para siempre. Se asoció al Club Andino Bariloche (CAB). Allí abrió senderos de montaña, guió durante dos décadas, manejó colectivos, coordinó grupos, trabajó en el abastecimiento de refugios y cuanto trabajo surgiera a cambio de la satisfacción enorme de trabajar por los chicos y la naturaleza, su afán. Más tarde, fue presidente de la entidad por 13 años, dejándole la posta a las nuevas generaciones, aunque sigue colaborando muy de cerca como socio vitalicio.

También participó de la construcción del primer medio de arrastre de La Hoya, en Esquel, donde pasó algunos años de su vida.

Don Hugo rememoró también con melancolía cuando caminaban 8 horas por nieve honda para bajar “una hora y media con suerte”, por los cerros Meta y Ñireco, menos famosos que el Catedral, pero con espectaculares caudales de nieve, donde hacían esquí de travesía.

Durante sus años de esplendor, pasó veranos enteros escalando en el cerro López. Carlos Sontag le enseñó sus primeros conocimientos en escalada, y años más tarde pudo perfeccionarse junto a especialistas en la materia como Dinko Bertoncelj y Martín Jereb.

Además, se dio el lujo de ser refugiero en el López junto a su eterno amigo y fenomenal esquiador, Aristeo “Cartón” Benavidez. Esa montaña también era una de sus preferidas para practicar escalada y esquí. Al punto, que cuando pudo abrir su propio taller mecánico lo bautizó con el nombre de “cerro López”.

“Nosotros preferíamos esquiar en el López, donde había nieve todo el año. Íbamos de septiembre a mayo, ya que en julio y agosto estaba prohibido porque había mucha nieve. A veces, para encontrar el refugio tanteábamos hasta encontrar el techo, se paleaba hasta la ventana y desde ahí entrábamos y sacábamos la nieve de adentro hacia afuera”, comentó Hugo, hermano de Otto, quien fue campeón argentino e internacional y que participó de dos juegos olímpicos en esquí alpino.


“Cartón” Benavidez, Hugo y Pablo Rosenkjer.

En su gusto por disfrutar de la naturaleza, pasó muchos años navegando. Junto a otro amigo íntimo, “el Flaco” Enrique David tenían un barco llamado “El Pampero” y con él forjaron cuantiosas anécdotas que en cada encuentro rememoran entre risas. Y una vez jubilado, conformó el Círculo de Amigos de la Trochita, junto a los que construyó una zorra de vía y realizaron innumerables viajes por la zona sur de la provincia, recorriendo lugares como río Chico y El Maitén.

Hoy Hugo Jung ya no se dedica más a la mecánica, pero ese es su hobby. En su taller pasa días enteros, junto a amigos, recuerdos y miles de historias. Atrás quedaron los tiempos donde pisaba las pistas del Catedral con sus tablas, porque no había ratrax y esa era la única manera de poder esquiar gratis un rato.

Sus manos están curtidas por tanto trabajo, su pelo blanco como la ceniza por el paso del tiempo, pero su espíritu de montaña sigue intacto y cada vez que puede, todavía tiene las ganas y la vitalidad para salir a caminar por algún sendero de montaña.

“La montaña hay que quererla y cuidarla”, finalizó recordando este hombre autorizado en la materia.

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