31/07/2020

Adiós Don Elías

Edgardo Lanfré
Adiós Don Elías

Elías Chucair, o Don Elías simplemente, para quienes tuvimos la suerte de frecuentarlo. Hablar con él era estar cerca de la historia de esa tierra llena de misterios que es la llamada Línea Sur, la meseta rionegrina, ese inmenso territorio que guarda tantos secretos, donde parece todo estar en silencio y que tiene tanta vida, que a veces es invisible para quien pasa por el camino.

De gesto serio, con mirada profunda, mansa, de hablar pausado, como dejando salir cada palabra de su boca después de estar seguro de su destino, de su importancia. Hablar con él era estar cara a cara con la historia viva de ls región. Poeta y escritor de una gran memoria para recordar fechas, datos, nombres y personas.

Editó más de veinte libros que van desde las peripecias de mercachifles en las polvorientas huella y parajes de la zona, pasando por la bandolera inglesa o por la pasión del Maruchito, otros con anécdotas y personajes de su pueblo, crónicas y poesías, muchas de estas últimas musicalizadas por músicos patagónicos que hallaron en ellas autenticidad del decir rionegrino.

La última vez que lo vi fue el año pasado en la biblioteca de su Ingeniero Jacobacci, con sus noventa a cuesta se llegó hasta la biblioteca donde yo conversaba con unos estudiantes, a participar como uno más, haciendo gala de esa humildad que lo caracterizaba.

Nos ha dejado su obra, con la que unos estarán de acurdo y otros no, pero con la certeza de que se encargó de pintar su aldea. Don Elías fuer profeta en su tierra. Vaya nomas, su vida no ha sido en vano.

AQUÍ ESTOY (Elías Chucair)

A mí nadie me trajo ni me mandó ninguno

nací en la patagonia, en este mismo pago,

hijo de dos inmigrantes que desde lejos llegaron.

Y ya hombre, dueño de mis actos, lo elegí de querencia,

y no me importaron ventosas primaveras,

inviernos demasiado largos y breves verano.

Y aquí estoy, en plena meseta patagónica,

cancha de vientos desbocados

que doblan matorrales y gastan basaltos,

donde el charcao, la zampa y el coirón

subsisten peleando a largas sequias y climas despiadados,

donde el michay legendario endulza con sus frutos amarguras

y el molle con su espina brava le desgarra a los vientos el canto.

 

Y aquí estoy, nutriéndome de la sabiduría ancestral de los mansos abuelos

palpando vestigios de cultura de aquellos que se fueron,

estrechando manos que tomaron colores de arenas y de tiempo

Y chocando mis ojos con miradas cargadas de penas

y labios enamorados de silencio

Y aquí me ven sobre la piel de este paisaje agreste

mirando la pelambre basáltica del lomo de los cerros

modelados con paciencia milenaria por la mano del tiempo.

Y aquí estoy, sobre esta meseta patagónica

contagiado de antiguas tristezas,

descubriéndole encantos e historias a esto que hice destino y querencia.

Y algún día, cuando ya me integre a la greda y el humus de su tierra,

treparé por la sabia de los montes,

para seguir mirando este paisaje agreste de mi patagonia vieja.

 

Edgardo Lanfré

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