EL RECUERDO DE ALEM, YRIGOYEN Y PERÓN

| 07/07/2020

Gustavo Gennuso: El intendente rescata las cosas positivas de los tres

Texto: Christian Masello
Gustavo Gennuso: El intendente rescata las  cosas positivas de los tres

Consultado el intendente Gustavo Gennuso sobre el rol que cumplieron en la historia de nuestro país Leandro Alem, Hipólito Yrigoyen y Juan Domingo Perón, dio lugar a un interesante repaso por su vida política.

El Cordillerano: – En su familia, ¿existía afinidad por algún partido político?
Gustavo Gennuso: – Mi papá, un tipo de laburo, camionero, simpatizaba mucho con el peronismo, que lo había marcado en su adolescencia e infancia, y tenía recuerdos de aquella primera etapa. Una tía costurera, Tuca, que tiene noventa años y ahora es profundamente antiperonista, contaba siempre que la primera máquina de coser se la regaló la Fundación Evita, y con eso había empezado a trabajar.

E. C.: – Cuando Perón regresó al país, usted era adolescente, ¿guarda algún recuerdo?
G.G.: – Me acuerdo bastante de cuando era pequeño. De la época de Arturo Frondizi, muy poco; era chiquito. Pero recuerdo cuando mi papá fue a votar y ganó Arturo Illia; y también los golpes militares… mi padre tenía camión de hacienda, y cuando se producían los levantamientos incautaban esos vehículos, por si los necesitaban, y, para mí, era un lío, porque mi papá se iba con el camión a una chacra, para esconderlo, y yo lo acompañaba. Tengo presente cuando Perón regresó en 1972 (el 17 de noviembre, y permaneció hasta el 14 de diciembre), y cuando ya volvió para quedarse (el 20 de junio de 1973). Al terminar la prescripción del peronismo, en el país había alegría. Yo vivía aquello desde la visión de un chico, pero sentía la agitación que había en el pueblo (Azul).

E. C.: – ¿Cuándo vino a Bariloche?
G. G.: – En 1982, al finalizar la Guerra de Malvinas; durante aquel enfrentamiento había estado en La Plata, donde estudiaba.

E. C.: – ¿En 1983 votó acá?
G. G.: – No había hecho el cambio de domicilio, así que me tomé el tren hasta Buenos Aires, que en ese momento, para el que quería votar, era gratis. A pesar de que nos habían dicho que no fuéramos, porque en el Instituto Balseiro estábamos en plena época de estudio, me fui igual, sin permiso; no toleraba no tener mi primer voto.

E. C.: – Claro, era la primera vez que votaba…
G. G.: – Sí, y había mucha excitación, porque volvía la democracia.

E. C.: – ¿Se puede saber a quién voto?
G. G.: – En ese momento voté al Partido Intransigente (PI), cuyo candidato era Oscar Alende.

E. C.: – ¿Cuándo nació su interés por la política activa?
G. G.: – Quizá lo tuve siempre, pero lo había enfocado desde otros terrenos. Tengo muy leída la historia argentina, y me interesa el trabajo por el bien común. En cuanto a la política partidaria, recién a partir de 2009 me puse a pensar que era un camino que yo podía transitar.

E. C.: – Le gusta leer, ¿se interesó en lecturas relacionadas con Alem, Yrigoyen y Perón?
G. G.: – Sí, aunque diría que leí más sobre Yrigoyen y Perón, pero también tengo algunos textos acerca de Alem. Me interesaba mucho la relación caótica que tuvieron Yrigoyen y Alem, sobrino y tío. Alem tuvo eso del intelectual trágico que terminó en el suicidio. Yrigoyen, en tanto, fue elegido por el primer voto de sufragio universal; la gente había escogido ese camino de libertad, que venía propuesto ya por Alem, un sendero medio revolucionario, con la Revolución del Parque (insurrección cívico-militar del 26 de julio de 1890, dirigida por la recién formada Unión Cívica, liderada entre otros por Alem, que fue derrotada pero derivó en la renuncia del presidente Miguel Juárez Celman y su reemplazo por el vicepresidente Carlos Pellegrini). Era una Argentina muy convulsionada.

E. C.: – Yrigoyen fue el primer presidente en ser elegido por el voto universal, pero su segundo mandato se terminó ante el derrocamiento bautismal por parte de los militares en época constitucional…
G. G.: – Claro, también leí mucho sobre esa época. Yrigoyen realizó una buena gestión respecto de las libertades, aunque hay quienes le atribuyen algunos errores, como la Semana Trágica (en enero de 1919, a raíz de un conflicto que comenzó con una huelga en la fábrica metalúrgica Talleres Vasena, el movimiento obrero sufrió una represión que derivó en cientos de muertes), cuestiones en que hay que ver cuál era el contexto… Pero llevó adelante un gobierno distinto de los que venían, que eran conservadores, casi puestos a dedo. Y en el segundo mandato sufrió el golpe militar que inauguró la secuencia que no se detuvo hasta el último de 1976.

E. C.: – De los distintos “Perones” de los que se suele hablar, de acuerdo a la época que se mencione, ¿qué opina?
G. G.: – De Perón rescato, y forma parte de mi lectura, todo lo referido a la doctrina peronista, en especial lo relacionado con la justicia social, que está muy pensada desde la doctrina social de la Iglesia, en un momento en que ésta se empezaba a abrir en forma tenue, porque hasta los cuarenta era muy conservadora, y ya hacia los setenta, después del Concilio Vaticano II, los curas del tercer mundo comenzaron a tomar importancia, y asumieron más fuerte esa doctrina social, que se vinculaba a la peronista; de hecho, la palabra justicialismo viene de justicia social, que es de lo que habla la Iglesia. Todo eso me gustó mucho. El primer peronismo me interesó en términos de darle protagonismo al obrero y a un mundo industrial que afloraba en la Argentina. El tema de la sustitución de importaciones al salir de la Segunda Guerra abrió un nuevo universo para toda Latinoamérica, donde la industria empezó a crecer, y el trabajador de fábrica comenzó a ser visibilizado. Perón le dio el poder de la palabra y la participación activa. Ya desde que era secretario de Trabajo, le otorgó marco a la organización que había intentado hacer, sobre todo, el socialismo de los sindicatos pre-Perón.

E. C.: – ¿Y el Perón de los setenta?
G. G.: – Es muy difícil juzgar ese momento desde el presente. Me parece que hay que poner todo en contexto. El Perón del retorno a la Argentina fue uno de muy buenas intenciones, que quería ir por más bronce del que tenía; trató de buscar la unidad nacional, pero llegó a un país que solo conocía por los delegados que iban a verlo a Puerta de Hierro, y todo estaba muy convulsionado, aunque extrañamente bastante ordenado desde lo económico, por más que en aquel momento se protestaba -incluso mi familia lo hacía-, pero atravesado por disputas políticas. Las clases trabajadoras estaban oprimidas; tras tantos gobiernos militares, no tenían visibilidad… Ese Perón del regreso tenía la voluntad de trabajar con la oposición, pero llegó muy enfermo…

E. C.: – Curiosamente, el Perón de la primera etapa, que basa su doctrina en la de la Iglesia, culminó enfrentado a ella; y el del final, que volvió para unir al país, terminó en la fragmentación de la Argentina...
G. G.: – Lo primero es una paradoja que siempre se discute. Ese Perón, muy atado a la doctrina social de la Iglesia, enfrentó a la jerarquía eclesiástica, que quizá no estaba tan ligada a ella. Y, en cuanto al de la última etapa, creo que vino a unir, pero no le dio el tiempo ni la salud. Llegó muy enfermo, y rápidamente empezó a tener problemas. Me parece que la disputa política interna lo sorprendió, no la pudo aplacar; al contrario, los inconvenientes, en términos de peronismo de derecha y de izquierda, crecieron; esos sectores comenzaron a ser irreconciliables.

E. C.: – ¿Cómo vivía esos enfrentamientos de pensamiento y acción?
G. G.: – Yo era pibe. Cuando Perón murió, tenía catorce años. Vivía en una ciudad chica de la Provincia de Buenos Aires, bastante conservadora… Y hay que tener en cuenta que, en esa época, en Azul, ver televisión era toda una proeza, según si el clima te lo permitía o no. Escuchábamos radio, y los diarios en mi casa siempre se leyeron, a la mañana y a la tarde, la primera y la quinta edición. Veía la convulsión del país, pero medio de lejos.

E. C.: – En algunas de las figuras que surgieron desde el regreso de la democracia, ¿encuentra algún paralelismo con los políticos de los que hablamos?
G. G.: – Cada figura es única. Sin haber adherido nunca al radicalismo ni al alfonsinismo, y en ese momento menos, incluso siendo crítico, porque tenía veintipico de años, llegaba la democracia y a Alfonsín le pedíamos que hiciera todo en quince minutos, reconozco que fue un gran estadista y tuvo que conducir el barco en el peor de los momentos. Cuando pienso que al año y medio de estar en el poder llevó adelante el juicio a las Juntas, creo que quizá fuimos injustos, le pedíamos mucho. Lamentablemente, la parte económica nunca la pudo manejar, los lobbies le jugaron mal, pero fue la persona que supo darnos ese comienzo de la democracia, para que después sigamos en este sistema, que puede tener sus problemas e imperfecciones, pero es el mejor que podemos elegir.

E. C.: – Cuando decidió intervenir en la política, ¿por qué escogió no ir dentro de los partidos tradicionales?
G. G.: – Porque quizá en ese momento tenía en la cabeza un proyecto muy local, pensado en la ciudad donde vivía, donde nacieron mis hijos. Había trabajado mucho por la gente de los barrios, y ese programa particular no lo veía contenido en ninguno de los grandes partidos, que estaban en otros tipos de disputas y no mirando profundamente a la localidad. Es lo que pensaba en ese momento, y me pareció que era lo que tenía que hacer.

E. C.: – ¿Se siente cómodo en la vía que eligió?
G. G.: – Sí, me siento muy bien en este partido barilochense y rionegrino que es Juntos Somos Río Negro, porque, además de las grandes vertientes políticas, como el peronismo y el radicalismo, hay lugar para otras que vienen desde abajo, como la nuestra.

Texto: Christian Masello

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