25/06/2020

¿Qué será de...? Gabriel Horacio Lefian, dos veces campeón con Boca de Bariloche

Por Martín Leuful
Gabriel Lefian.

Dos veces tuvo la suerte que no muchos jugadores tienen, dar la vuelta olímpica con el equipo de Primera División en el torneo local. Antes, ya había dado una vuelta olímpica en la tercera y jugó ocho regionales representando a Bariloche.

Hombre tranquilo que piensa y mide sus palabras antes que salgan de su boca, Gabriel Lefian fue un jugador con un temple muy fuerte dentro de la cancha. Se hizo respetar mucho y sembró una muy rica historia dentro del fútbol local. Tiene ocho torneos regionales sobre sus espaldas y eso lo hace tener una experiencia muy importante, que el fútbol local debería aprovechar. Aunque era muy pibe, integró el Boca del 84. Disfrutó de cada uno de los entrenamientos al lado de leyendas del fútbol local. Esas cosas le permitieron crecer y hoy tener una trayectoria indiscutible.

Siempre aguerrido y con un gran temple en el campo de juego. En la foto ante All Boys en un regional de Boca del año 1994.

Hijo natural de Matilde Lefian, culminó sus estudios primarios en la 185 y el secundario lo hizo en el ex Escuela Nacional de Educación Técnica N°1 “Jorge Newbery”, donde obtuvo, merced a una beca con INVAP, su título de mecánico de precisión. Hace 27 años que formó una hermosa familia con Verónica Galmes, con quien tuvo a Gabriel Agustín que hoy tiene 12 años y a Bautista que tiene 11 años. Recuerda que “toda mi familia vivía en el campo y la mandaron a mi mamá embarazada un mes y medio antes, por si nevaba y no podía llegar”.

Primeros pasos

“Yo arranqué a jugar a los 13 años en Martín Güemes, estaba en el colegio primario y me llevó un amigo, Adrián Zurano que ya jugaba allí, antes había intentado jugar en Estudiantes Unidos, pero no llegué ni siquiera a fichar y llegué a los ‘Gauchos’ con Jorge Yasko como entrenador de las categorías menores. Comenzamos con los campeonatos ‘José María Muñoz’ en la categoría 66 y la 68 y seguí en Güemes hasta los 15 años más o menos. Al no tener Primera, los chicos que jugaban en Martín Güemes tenían que emigrar de club para seguir jugando en las categorías mayores, fueron muchos los compañeros que decidieron jugar en Estudiantes o Independiente, ese año, hubo varios, incluyéndome, que pasamos a Boca.

Boca del 94.

Recuerdo que en el equipo de Yasko estaban Manosalva, Moralito, Checho González, Ulloa y luego todos se esparcieron en diferentes clubes y nosotros pasamos a Boca, creo con el tiempo quedé solo yo, por la perseverancia, amaba eso, me gustaba entrenar y era mi punto más fuerte, como yo amaba lo que hacía no escatimaba en los entrenamientos”.

La cuarta de Boca

Gabriel Lefian, con esa paz y bondad que siempre lo han caracterizado cuenta que “cuando llegué a Boca, había una Cuarta A y B que luego se unió y quedó una, allí fue donde comenzó mi relación con Lucas Mella. Vi pasar y subir de categorías a jugadores que eran buenísimos, Félix Espinosa, Erranz, Araujo, Simón. Luego la Quinta de Celestino Rojas, era muy buena, estaban Ariel Curuhual, Darío Montenegro, los hermanos Mella, muchos jugadores muy buenos”.

La llegada de Albrecht

El ex integrante de Boca cuenta que “con la llegada del tucumano Rafael Albrecht a la Primera, pidió a algunos jugadores que no habían debutado y me eligieron entre varios a mí. Algunos fueros dos veces y no fueron más, yo comencé a ir con mucha timidez, es que eran unos monstruos, creo que la primera vez me tuvieron que empujar para ir a los entrenamientos. Cuestión que cuando ese equipo del 84, viajaba a los partidos del regional, yo entraba en la Primera del local”.

Ir al banco con Boca del 84

Lefian indica que “Albrecht, con el correr de los partidos se empezó a quedar sin jugadores y me convoca para viajar al partido con Cipolletti, yo tenía 17 años y me tocó ir al banco. Fue el partido que Cipolletti ganó 1 a 0 y se cortó la luz, fue inolvidable, yo era muy pibe todavía y estaba rodeado de monstruos, Camargo, Matis, Serón, Alcoba, Hercigonja, era un equipazo, creo que me hubiese gustado aprovechar más esa época. Yo tuve la suerte de convivir con ellos toda la fase del regional, entrenando, aprendiendo, viéndolos, estando en las charlas que se hacían después de los partidos. Siempre los martes después de viajar o de jugar, Rafael Albrecht en el primer entrenamiento les daba unas charlas inolvidables, y yo pude vivir eso.

Generalmente esas charlas eran sobre las virtudes y errores que se habían tenido en los partidos”.

Foto del último Boca del 84.


Los 20 días en Estudiantes de La Plata

El gran defensor Gabriel Lefian manifiesta que “cuando se termina el Boca del 84, con Marcelo Jensen consiguen una prueba para dos pibes. Nos fuimos y la verdad se hizo muy largo. Vivíamos en la pensión con muchos chicos y entrenábamos con la Cuarta. Era a la mañana entrenamiento y luego formábamos parte de los equipos contra los chicos que se iban a probar que eran muchos, de toda la Argentina. Esos partidos eran una masacre siempre. Todos los días fueron entrenamiento y fútbol. El entrenador era Carlos Trullet, el papá del jugador Lautaro. Un día lo encaramos y le preguntamos qué iba a pasar con nosotros y nos dijo ‘tienen que ser Pasarella y Tarantini’. A mí me faltaban 8 meses para terminar el colegio y estaba con esa encrucijada así que decidí volverme. Era una locura antes irse a probar a Buenos Aires, hoy van a probar chicos en el interior de la Argentina todo el tiempo y todos los clubes, nunca más tuve una chance y terminé jugando en Bariloche”.


Estudio y trabajo

Gabriel Lefian siempre tuvo claro que “yo tenía que terminar de estudiar mi secundaria y lo hice, enseguida arranqué a trabajar en INVAP; todos querían entrar a trabajar allí y yo siendo tan pibe entré y comencé a jugar en Boca, en los torneos locales y los regionales que eran siempre un atractivo con un condimento diferente”.

 

Herranz y Norberto Simón le entregaron el premio de campeón en veteranos.


El primer título

Lefian piensa y luego indica que “cuando se termina el Boca del 84 arrancamos con Beto Icare como técnico y luego Paco Sanz. Sin darme cuenta empecé a mezclarme con gente más grande que yo, Boca estaba muy bien y traía algunos jugadores profesionales, tuvimos técnicos muy buenos.

Todo fue aprendizaje, nos enseñaban cosas que nosotros no podíamos ver. Ese aprendizaje nos sirvió mucho, todos acumulamos experiencia y fue lo que nos hizo salir campeones en 1988. Éramos pibes nosotros y enfrente por ejemplo tuvimos un equipo de jugadores muy buenos que los tenía Estudiantes Unidos”.


Aníbal Eggers un gran ídolo

Como a muchos de los barilochenses de aquella época, Gabriel Lefian cuenta que “siempre me gustó el automovilismo y mi ídolo era Aníbal Eggers, escuchaba las carreras por la radio, él corriendo en su Fiat, creo que iba a quinto o sexto grado. En el orden nacional siempre admiré mucho a Guillermo Vilas y dentro del fútbol a Pasarella, yo soy hincha de Boca, pero lo vi en el Mundial 1978, y lo vi jugar muchas veces, tenía mucho coraje, una garra impresionante dentro de la cancha”.

Con su hijo Bautista.

 

Lucas Mella

El xeneize reflexiona un poco y tira “creo que tuve muchos entrenadores, todos dejan enseñanza y huella. A Lucas Mella yo lo tuve de entrenador en la Cuarta con la que salimos campeones. Cuando salimos campeones con Boca, el primero de mis campeonatos, no pude jugar el regional con Lucas como entrenador porque ese año nació Agustín y tuvimos muchos problemas, pero lo tuve en un equipo de veteranos con los que salimos campeones, quiera o no, Lucas siempre estuvo y fue una parte importante. Mario Rodríguez fue un gran profesional, tenía muchos conocimientos.

Recuerdo que nos paraba con 9 jugadores como si nos hubiesen expulsado a dos y nos hacía jugar contra un equipo, no de once, metía doce jugadores y nos enseñaba como defender para que no pudieran hacer goles. En ese tiempo yo ya trabajaba en INVAP; entraba a las 7, volvió y 18.30 o 19, ya agarraba el buzo y al entrenamiento, nos mataba”.


“Mi gran pasión”

El jugador lacustre indicó que “el fútbol para mí fue una pasión muy grande, me dejó muchos amigos, conocés mucha gente, dirigentes, técnicos, te deja muchas amistades. Empecé en Boca a los 15 años y dejé de jugar a los 33 que jugué un último regional que me vino a buscar Kelly Arriagada. Yo había tomado la decisión de dejar y andaba medio bajoneado y sin trabajo y me fui a entrenar. Siempre fui de tomarme las cosas en serio. Yo el sábado me acostaba temprano porque sabía que el domingo tenía partido y tenía que correr, rendir y dar lo mejor de mí, no gané plata en el fútbol, pero tengo la conciencia tranquila que me dediqué como un profesional. Muchas veces me asombro yo mismo de la constancia que tuve, hasta que dije basta”.

Junto a sus compañeros consiguiendo el primer campeonato de liga.

 

El antes, el hoy

Siempre con mucho respeto y midiendo sus palabras, Gabriel Lefian compara “no es que mi época fue mejor, pero hoy veo que los jugadores son muy chicos físicamente. Nosotros estábamos acostumbrados a chocar contra roperos. Un cinco era un animal. Los centrales eran unas bestias y el nueve era un toro. Todo eso cambió, es evolución claro está, pero cuando voy a la cancha, a algunos pibes les sobra camiseta por todos lados, noto mucha diferencia física. Me ha tocado marcar cada bestia, jugadores de la B nacional, un choque contra ellos y pensabas dos veces si ir a buscarlo de nuevo. Veo además que falta convocatoria en las canchas, tal vez traer algún jugador de renombre y trayectoria. Antes además había ocho equipos, recién estaba empezando el fútbol libre que hoy es muy fuerte. Y en cuanto al nivel por ahí hay pibes muy talentosos que no les gusta entrenar, salen el sábado y juegan igual en el fútbol libre. Antes para trascender, tenías que entrenar”.

Plenamente feliz

Recordando su pasado deportivo, Lefian no duda y sentencia “yo fui feliz, y fui feliz plenamente, lo disfruté mucho. A veces el fútbol te da sinsabores, te da amarguras, pero lo disfruté mucho. Tuve compañeros muy buenos, tuve la suerte de caer en un Boca que me dio tantas cosas. La primera vez que me subí a un avión fue con Boca, primero cuanto nos mandaron a La Plata y luego en un viaje a Chile. El fútbol me regaló eso. Entrar a una cancha llena y sentir ese cosquilleo porque sabés que toda esa gente espera que vos respondas es hermoso”.

 

Muchas anécdotas

De tantos viajes, tantos partidos y entrenamientos, el hombre tiene cientos de anécdotas y comienza contando que “una vez fuimos a Jacobacci, yo estaba en la cuarta y recuerdo que Mansilla que era el técnico fue el ideólogo de armar la hinchada con las divisiones inferiores. Un día viajamos a Jacobacci, hicimos banderas, muñecos de trapo que llenamos de cohetes. Él jugaba en la primera y nos dice ‘tengan cuidado con las piedras en Jacobacci’. Nos acomodamos en la tribuna y empezamos a cantar. Entra Boca a la cancha, y vuelan piedras, al primero que bajaron fue a Mansilla que nos había dicho que tengamos cuidado, le partieron la cabeza. Me acuerdo del viaje a Chile, entramos en una casa de té y nos sirvieron tartas, tortas y el té. De golpe el Negro Velázquez agarró una bandeja con tortas y empezó a repartir entre todos, nos dio un pedazo a cada uno y nos fuimos, nadie pagó eso. En el viaje a Cipolletti cuando bajamos del colectivo para ingresar a la cancha, no me olvido más como la hinchada de Cipo, puteaba a Pinino más, y el tipo se dio vuelta y se reía, era un fuera de serie, muy especial”.

Junto a su familia.

 


Gracias eternas

Tipo callado, observador y siempre dispuesto a aprender y escuchar, Gabriel Lefian dice “tengo que agradecer mucho a mi abuelo que me llegó a la cancha, a ver a Alas Argentinas, que me acompañó al fútbol infantil. A Yasko, a Lucas Mella, a los Burini, ellos siempre apoyaban y si no teníamos botines te daban lo de ellos. A los dirigentes de Boca, Simón, Osvaldo Herranz, Pepe Paredes, Oscar Melgarejo, Ricardo Varrenti. A mi señora que estuvo siempre, a mis hijos a mi familia. A la gente de Bariloche que te reconocía lo que hacías. Una vez me bajé de un colectivo, era lunes, iba caminando a mi casa y me para un tipo y me pregunta cómo habíamos salido y me dijo que no aflojáramos. El nivel de popularidad que teníamos era muy grande, la gente te reconocía siempre, inclusive en el 94 salí mejor futbolista del año para Tribuna”.

 

Por Martín Leuful

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