MILICOS E “INDIOS AMIGOS”, A LOS BALDAZOS

| 20/02/2020

Así se celebraba el carnaval en el “Desierto”

Adrián Moyano
El libro del Cadete X.

En 1818, el por entonces cadete Pechmann, asistió a un ataque que lideró el comandante Nadal contra la toldería de Manuel Pichihuincá. Pero las únicas armas que se usaron fueron baldes, jarros y vasijas.

Más allá de la polémica que instaló un grupo de comparsas y murgas ante las inminentes celebraciones del Carnaval, resulta evidente que el cariz que asumen los festejos resulta de construcciones culturales que maduran históricamente. Queremos decir que si se mira hacia el pasado, las maneras de divertirse fueron disímiles. La que traeremos a colación seguramente sorprenderá a quienes suponen que los orígenes de la alegría son brasileños o uruguayos.

Guillermo Pechmann contaba apenas con 14 años cuando después de presentar a su madre su decisión irrevocable, ingresó al Ejército. Corría 1878, faltaba poco para que el general Julio Roca pusiera en marcha su plan de invadir el territorio que todavía era ajeno a la soberanía argentina y la frontera, se había corrido merced a la iniciativa de su predecesor en el Ministerio de Guerra: Adolfo Alsina. A uno de sus puntos fue destinado el jovencísimo cadete.

Puan queda en el actual sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Sus primeras instalaciones fueron militares y datan de 1876. Al año siguiente se culminó con la construcción de la fortificación y comenzaron a llegar los familiares de los soldados destacados. Pero más allá de la flamante población, la posición castrense tenía -como se verá- otros vecinos. “Indios amigos”, según la terminología de la época.

Puan en la actualidad.

 

En su adultez y con el grado de teniente coronel, Pechmann escribió “El campamento. 1878. Algunos cuentos históricos de fronteras y campañas”. Su primera edición se conoció en 1938 y la segunda, corrió por cuenta de EUDEBA en tiempos de la última dictadura cívico militar: 1980. En su versión original, el militar había firmado como “Cadete X”, no seguro de sus dotes literarias. Sin embargo, la primera línea de su breve introducción es notable: “estos breves y sencillos apuntes pertenecen a un aspirante de las filas, que cursó el bachillerato en la facultad de Chos Malal”. Se refería al Fuerte 4ª División, que se instaló en 1879 durante la Campaña al Desierto propiamente dicha. Esa fue la universidad del joven soldado.

Pero antes de ser destacado en el norte del actual Neuquén, Pechmann tuvo la chance de solazarse un carnaval bonaerense. “La guarnición de Puán la formaban los Regimientos Nos. 1 y 11 de Caballería, el Batallón 1° de Infantería, más un numeroso Escuadrón de indios pampas amigos a órdenes de su cacique el mayor Manuel Pichihuincá”. El autor formaba parte de la primera de las agrupaciones castrenses. En tanto, los “amigos” en cuestión formaron parte de la ofensiva que se desataría en 1879 en calidad de baqueanos y exploradores.

¡Al trote!

Algo más de 140 años atrás, “el primer día de carnaval en el cuartel del Regimiento N° 11 se tocó llamada y trote a la 1 p.m., la tropa que en esas horas estaba fuera del cuartel, corrió a las cuadras y se disponía a tomar las armas para formar, cuando se dio orden de armarse con baldes, jarros y toda clase de vasijas que encontraran; una vez preparados y en número de 300, salieron precedidos del comandante (Marcial) Nadal y del trompa de órdenes, en dirección al arroyo donde se proveyeron de agua, emprendiendo en seguida la marcha a los toldos de Pichihuincá”. El pretendido combate, se llevaría a cabo de otra manera.

Estimó Pechmann que “el indio sin duda avisado, se dispuso a la defensa con no menos de cien chinas gordinflonas, bien armadas y ocultas en aquella toldería. Seguramente el Jefe creyó sorprender, por esto no se cuidó de explorar el terreno, y próximo ya a los toldos, y en momentos que el trompeta debió tocar ataque, le hicieron perder la embocadura con un cuero de oveja mojado, en tanto el corneta del cacique hacía repercutir la suya tocando ataque, en cuyo momento cargó el chusmaje empapando los soldados y hasta el mismo Jefe”.

Si alcanzamos a soslayar los conceptos racistas y despectivos del joven militar, podremos advertir el espíritu jocoso de la escena que se presentó ante su mirada. “En la lucha cuerpo a cuerpo, hubo pellizcos maliciosos, loncoteos y otros excesos, en tanto que los cuscos entreverados también garroneaban a los soldados; las chinas sin otros vestidos que sus chamales prendidos con alfileres de plata, sucedía que en la refriega… (puntos suspensivos en el original) perdían uno o los dos dejando ver sus abultadas formas pero ligeras y guapas como los mismos pampas, no siempre sacaban la peor parte, pues hubo más de un caso que entre tres chinas echaban un sargento al arroyo, celebrando este triunfo con un titeo infernal de las chinas, y alaridos de los pampas al ver las hazañas de sus mujeres”. Debe ser el arroyo del mismo nombre.

“El espectáculo tenía todas las apariencias de salvaje… (ídem anterior) pero si ‘la gente del pueblo, tiene su corazoncito’, los habitantes del desierto, se divertían a su gusto”, concedió Pechmann. Por entonces, nada de disfraces ni de nutridas percusiones. Ni siquiera de preocuparse por la cantidad de espectadores y sus comentarios. Llamativa manera de confraternizar, a pesar de las seguras distancias culturales.

Marcha apresurada

Guillermo Pechmann alcanzó a conocer el lago Nahuel Huapi, al formar parte de la columna que en dirección hacia el sur, partió de Chos Malal el 8 de marzo de 1881. Formaba parte de la brigada que tenía órdenes de arribar al actual emplazamiento de Dina Huapi y Bariloche, después de marchar en forma paralela a la cordillera de los Andes. Por entonces, seguía militando en el Regimiento 11 de Caballería, el cual compartió destino con el Batallón “Nueva Creación”.

Durante su reconstrucción de los acontecimientos, a la que practicó casi 30 años después, el militar fue un tanto crítico con sus superiores: “(…) fuimos hostilizados hasta inmediaciones del lago, marchamos siempre unidos los dos cuerpos, sin desprenderse ninguna comisión para operar aislada; por lo que me parece que esta campaña se parecía más a un cambio de acantonamientos que a una expedición por un territorio donde había tantos enemigos salvajes”.

Después de llegar a comienzos de abril, “permanecimos próximamente (sic) un mes a orillas del lago Nahuel Huapi, tuvo lugar una gran formación de revista de las tropas de Choele Choel, General Roca y del Fuerte 4ª División”, los tres puntos de partida para otras tantas columnas que por vez primera, implicaron la llegada del Ejército a estas latitudes. “Después de una misa de campaña conocimos la Orden General en la que se leía la patriótica proclama del comandante en Jefe de la Línea Militar de los ríos Negro y Neuquén, general D. Conrado E. Villegas, y quien allí presente, presidió la gran revista”. Pero esa, es otra historia.

Adrián Moyano

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