MANTUVO CONVERSACIONES CON FRANCISCO MORENO

| 03/01/2020

El pensamiento de Roosevelt influyó decisivamente en la configuración de Bariloche

Adrián Moyano
El pensamiento de Roosevelt influyó decisivamente en la configuración de Bariloche
Roosevelt y Moreno, flanqueados por indios argentinos, según la terminología del fotógrafo.
Roosevelt y Moreno, flanqueados por indios argentinos, según la terminología del fotógrafo.

Si bien los planes de establecer el Parque Nacional del Sur eran anteriores a su visita de 1913, las ideas del expresidente incidieron en que el Estado asumiera finalmente, un rol conservacionista.

El 30 de noviembre de 1913 Bariloche vivió una convulsión. Ese día, el expresidente estadounidense, Theodore Roosevelt, llegó desde Chile a bordo del vapor “Cóndor”. Antes de desplazarse por las aguas del Nahuel Huapi, él y su comitiva habían invertido dos días de viaje: barco desde Puerto Varas y caballos para los tramos terrestres del paso Pérez Rosales. Solo permaneció una noche pero la influencia que ejerció su pensamiento sobre la futura configuración de la zona fue considerable.

El primer contacto con los anfitriones se había producido en la localidad lacustre trasandina. A su encuentro viajaron Isidoro Ruiz Moreno, director de Territorios Nacionales; Francisco Moreno, por entonces vicepresidente del Consejo Nacional de Educación; Eduardo Elordi, gobernador de Neuquén; y el coronel Eduardo Reybaud, a quien el Ministerio de Guerra había designado su edecán. Con el estadounidense venían el mayor Shipton, de la legación de su país; Enrique Zwanck, director del Servicio de Indios, y un operador de cine.

Si bien estuvo horas por aquí, Roosevelt describió a Bariloche como una “avanzada de la civilización”. Quiso ver en los vecinos de esta ciudad al poblador “vigoroso y emprendedor” por el cual tenía predilección en su país: “presenta características semejantes a los habitantes de las poblaciones de nuestras fronteras en los viejos tiempos del Oeste, en la diversidad tanto en términos étnicos como en la nacionalidad de los ciudadanos”.

Tales alternativas y citas pueden encontrarse en “Panamericanismo y conservacionismo en torno al viaje de Theodore Roosevelt a la Argentina (1913)”, trabajo que lleva la firma de Perla Zusman (CONICET - Instituto de Geografía. UBA). Su contribución está en línea en “Modernidades. La historia en diálogo con otras disciplinas”, publicación electrónica de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.

En realidad, el texto gira en torno al panamericanismo, cuyo proyecto en primera instancia, encontró resistencia en las élites que gobernaban la Argentina a fines del siglo XIX y principios del XX. En criollo, con su doctrina procuraba evitar que los países de Sudamérica, de Centroamérica y el Caribe fueran objeto de intervención europea, aunque se reservaba Estados Unidos la prerrogativa de su propia intervención, al considerarse potencia guardiana de la región.

A Neuquén en auto

El viaje de Roosevelt a la Argentina debe entenderse en el marco de las dificultades que el proyecto panamericanista encontraba en la región. Después de aquel pernocte en Bariloche, el expresidente siguió viaje hacia Neuquén en automóvil. Tanto la tradición como los escritos de la época apuntan que las dificultades del trayecto sirvieron para incentivar la mejora de los caminos y para establecer un servicio regular de automóviles entre las dos ciudades.

Desde la antigua Confluencia, siguió en tren hasta Bahía Blanca pero antes de alejarse de la zona, mantuvo conversaciones con Moreno que según la autora, “reflejan el inicio de construcción de una ‘cosmovisión común’ en el campo de las políticas territoriales destinadas a impulsar el conservacionismo, particularmente a partir de los planteos de Moreno, previos a 1913, por organizar el Parque Nacional del Sur o por el interés de este mismo naturalista -luego de la visita de Roosevelt- por promover ciertas medidas que asegurarían un mayor control de los recursos naturales por parte del Estado argentino”.

Sucedía que “hacia finales del siglo XIX, ante el avance de la vida urbana e industrial, surge en el contexto de Estados Unidos aquello que (Roderick) Nash llama el culto por el mundo silvestre (the wilderness cult). Nash atribuye el inicio de este culto a tres procesos de carácter político-cultural. En primer lugar, se observa cierta tendencia a asociar la idea de mundo silvestre con la de frontera. Siguiendo la tesis de Frederick Jackson Turner (1893) la vida en la frontera era el ingrediente básico en la constitución del carácter norteamericano, específicamente ella garantizaba el carácter democrático de este país. El cierre de la frontera ponía en cuestión la posibilidad de reproducir en el futuro las virtudes de esta sociedad. En segundo lugar, el mundo silvestre era considerado una fuente de ‘las cualidades de virilidad y resistencia que definen la adaptación en términos darwinianos’. Finalmente, estos ambientes eran venerados por ciertos sectores sociales desde una perspectiva estética y ética ya que se los concebía como lugares para la contemplación. Estos tres aspectos otorgan relevancia al mundo silvestre en el pensamiento de Theodore Roosevelt”, nos dice Zusman. De ahí el interés conservacionista.

Similitudes

El paralelismo puede entreverse. “En un contexto en que el Estado argentino también estaba comenzando a ocupar las áreas recientemente expropiadas a las poblaciones indígenas (particularmente luego de la aprobación de la Ley de Territorios Nacionales N° 1532 de 1884), Francisco P. Moreno, será influenciado por el culto al mundo silvestre norteamericano, haciendo un llamamiento a la sociedad argentina para la conservación de ambientes considerados ‘fuente’ de la representación patriótica”, establece el estudio.

Añade la investigadora que “en este marco, en el año 1903 devuelve parte de las veinticinco leguas cuadradas que el gobierno nacional había despojado violentamente a la población indígena local y le había otorgado como recompensa por su actuación como perito en la definición de los límites internacionales con Chile. La donación de Moreno tenía como objetivo la conformación de un Parque Público Natural”.

La que sigue es historia más o menos conocida. “Se trataba de tres leguas cuadradas en la región situada en el límite de los territorios del Neuquén y Río Negro, en el extremo oeste del fiordo principal del lago Nahuel Huapi. En el año 1912, Moreno propone la creación del Parque Nacional del Sur en el mismo sitio y encomienda al gobierno nacional tanto la expropiación de terrenos situados dentro del perímetro establecido como el relevamiento topográfico, hidrográfico, geológico y botánico de la zona, a fin de permitir el aprovechamiento económico de sus recursos naturales”.

Pero “hasta la llegada de T. Roosevelt a la Argentina, el proyecto de organización del Parque Nacional del Sur no se había sustanciado. Distintos textos que reconstruyen el proceso de creación de Parques Nacionales en Argentina destacan que, en el encuentro entre Francisco P. Moreno y T. Roosevelt, el expresidente señaló la relevancia ‘que tiene para una gran nación la política de Parques Nacionales’”. Según la autora, “Moreno debió haberle expresado a Roosevelt sus esfuerzos en este sentido ya que, en su descripción sobre el área comprendida entre Bariloche y Neuquén, Roosevelt no solo refleja su fascinación con las bellezas naturales de la región sino que también reconoce la acción de su ‘fiel amigo’, Moreno, para tornarla un Parque Nacional”.

El estadounidense escribía tiempo después: “Hemos atravesado un extenso escenario tan bello como aquellos que pueden encontrarse en cualquier parte del mundo -un trecho que en partes sugieren los lagos y montañas suizas, en otras el Parque Yellowstone y el Yosemite o las montañas próximas a Puget Sound. En un par de años los argentinos habrán extendido el sistema ferroviario a Bariloche y, por lo tanto, todos los turistas que lleguen a Sudamérica harán aquí una parada desde donde visitarán esta maravillosa y bella región. Sin duda finalmente adquirirá un desarrollo orientado a los viajeros como otras regiones con grandes atractivos escénicos. Gracias al doctor Moreno, la meta argentina de esta área es todavía un parque nacional”, rescataba Roosevelt. Más que un pronóstico, casi una profecía.

El estadounidense en el medio silvestre que pregonaba.

Evitar el despilfarro de recursos

Según Perla Zusman “las contribuciones de las conversaciones de Roosevelt en el pensamiento de Moreno, pueden identificarse en un documento que el naturalista argentino eleva al ministro de Agricultura en el año 1917.

Siguiendo la propuesta conservacionista de Roosevelt presentada en la Conferencia de Gobernadores de 1908, Moreno recomienda al gobierno llevar adelante una política activa destinada a evitar el ‘despilfarro’ de los recursos y el ejercicio de un control de las tierras. Dentro de este marco Moreno solicita un mayor interés del Estado por el manejo de los recursos tanto naturales como escénicos que se encontraban en los Territorios Nacionales a fin de evitar su explotación por sectores privados”.

Textualmente, “en mi carta al señor ministro de Agricultura de fecha 28 de mayo pasado le encarecía la conveniencia de suspender toda concesión de carbón y petróleo. El presidente Roosevelt en 1907, consiguió reservar permanentemente para su país cien millones de acres de tierras, para su uso público por su contenido de petróleo, carbón y varios minerales. Hagamos nosotros otro tanto con las tierras que contienen análogas substancias.

¡Cuidado con el acaparamiento con miras comerciales y políticas! Declaremos también propiedad nacional el combustible blanco, el torrente, la cascada y sobre todo estudiemos la tierra como lo manda el sentido común, cambiando las leyes y los métodos anticientíficos actuales. Solo así llegaremos a crear la gran Nacionalidad Americana del sur”, decía el otrora anfitrión del estadounidense. El texto de Zusman es de 2011.

Adrián Moyano

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