HISTORIA DE VIDA DE REPORTERO GRÁFICO BARILOCHENSE

| 18/09/2019

Carlos Barría prefiere ver la historia y sacar sus propias conclusiones

Susana Alegría
Carlos Barría prefiere ver la historia  y sacar sus propias conclusiones
Impactante imagen captada por el reportero en Irak.
Impactante imagen captada por el reportero en Irak.

Mucho se habla de la perseverancia en las metas y del esfuerzo necesario para llevarlas adelante, el golpear las mismas puertas, aunque estén cerradas hasta que un día, todo se va poniendo a nuestro favor. Carlos Barría es un barilochense que por medio de la fotografía, llegó a lugares impensados, sin perder la humildad y el objetivo de seguir creciendo.

Es reportero gráfico, acaba de cumplir 40 años y actualmente vive en Washington, Estados Unidos; desarrolla sus tareas para la agencia Reuters, pero su apasionante vida comenzó en el barrio La Cumbre, a pocos metros de Pasaje Gutiérrez y La Paz.

“Cuando yo nací mis padres alquilaban en el centro, poco después compraron un terreno y construyeron una casita, nos mudamos antes de la gran nevada del 84” detalló.

La fotografía entró en su vida de adolescente, “empecé a experimentar con una cámara que tenían mis viejos, el juego de fotografiar cosas de la vida cotidiana de mi familia”. Poco a poco fue evolucionando hacia algo más serio.

Había hecho un curso en la Escuela Municipal de Arte La Llave como para entender las partes básicas y manejar la técnica, “la búsqueda de una mirada viene después de eso, porque ya no te preocupás por perder el tiempo y todo sale de manera más automática”.

Hubo un momento, un punto de inflexión donde dejó de ver la fotografía como un juego, “recuerdo que estaba en mi habitación mirando por la ventana que daba a La Paz, había una tormenta de nieve y pasaba un señor con una carretilla cargada de leña, se cayó y nunca supe si era por ebriedad o cansancio”. Carlos tenía 13 o 14 años, “mi primera reacción fue salir a ver qué le había pasado pero agarré la cámara, me paré frente a él y sin pensarlo le tomé dos fotos y después me acerqué, lo ayudé a pararse, llegó mi papá, le juntamos la leña y siguió su camino”.

Primera vez que le nacía la inquietud de registrar un momento que estaba viendo, “pasar de ser un simple observador a un documentalista, siempre recuerdo esa situación, me costó entender el porqué de mi reacción”, dijo.

“Enfrentar a una persona desconocida con una cámara en la mano es un poco aterrador, una cosa es pararte frente a tu familia o amigos y sacarles una foto y otra hacerlo con alguien que no conocés ni tenés vínculo, que nunca viste y quizás, nunca vuelvas a ver”.

“Levantar los brazos y poner una cámara entre vos y esa persona y fotografiarlo, es un acto que conlleva todo un proceso de maduración y entendimiento”, detalló. Recordó un ejercicio que tuvo que hacer estudiando en Buenos Aires, “teníamos que hacer imágenes en la calle Florida, llevamos una escalera, subir y hacer una foto de la peatonal, suena muy fácil pero hasta que no estás ahí y te das cuenta que vos te convertís en el centro de atención de toda la gente que pasa y te está mirando, te das cuenta que el poder de levantar esa cámara es fuerte”.

Participó de los primeros encuentros del Mes de la Fotografía, “después escuché sobre unos cursos de fotoperiodismo que daba ARGRA (Asociación de Reporteros Gráficos)”. En esa época no estaba aún el fotoperiodismo con una formación integral “era algo muy práctico, aprender una profesión”.

En Bariloche colaboró en El Cordillerano cubriendo los fines de semana, “también en el diario Río Negro y temporadas de invierno en el cerro con turismo, sobreviviendo como podía”.

Cuando se fue a Buenos Aires había cumplido 19 años, “fue durísimo, hice ese curso mientras trabajaba de lo que salía porque mis padres no podían bancarme para que simplemente estudiara”. Trabajó en restaurantes, hizo viandas, fue titiritero en una compañía de animación de fiestas para niños, reemplazos de cartero y mucho más.

La puerta tardó en abrirse

Cuando finalizó el curso de fotografía salió con toda la ilusión a buscar trabajo y las cosas no se le dieron fácilmente. “Pasé por muchos editores que me cerraron la puerta en la cara, medios de comunicación grandes, incluso me tuve que volver un tiempo a Bariloche porque no tenía trabajo ni dinero, cuando junté lo que necesitaba la volví a encarar”. “Siempre te dicen que no te contratan porque no tenés experiencia, a los 19 años es obvio que no la tenía”, remarcó.

La oportunidad surgió del jefe de Fotografía del diario la Nación, Donald Rybka, un exveterano de Vietnam que trabajó en Estados Unidos y después de la Guerra de Malvinas se enamoró de una Argentina y se vino. “Era un editor del cual yo había escuchado hablar pero nunca lo había visto, un tipo muy duro, un día armé un portfolio, llegué al diario y a través de mentir a los guardias de la entrada llegué hasta el cuarto piso, donde trabajaba”, recordó.

“Cuando terminó su reunión editorial, llegó y me encontró sentado en su escritorio, estaba muy sorprendido y se enojó, le comenté para qué había ido pero me hizo sacar por seguridad.”

Le dijo que para hablar con él debía pedir una entrevista con su secretaria “le pedí su número de teléfono para llamarlo, me dio una tarjeta y me sacaron hasta la calle, entonces crucé hasta un teléfono público y lo llamé”. Parece que le causó gracia y le pidió que volviera a la semana siguiente, “me dijo que le gustaban mis fotos pero que tenía mucho que aprender y que por ahora no tenía nada para mí, le respondí que entonces podía volver el próximo miércoles para ver si ya tenía algo”.

Durante tres meses estuvo yendo cada miércoles en busca de novedades, “ya era muy cómico porque me veía y me invitaba a tomar un café, un día me preguntó qué tenía que hacer el lunes siguiente ya que tenía un par de notas para mí”.

Primero fue un día, después una semana y un verano completo, “estuve de colaborador un año y medio y finalmente me contrataron, pasé a ser staff del diario hasta el 2003 y de manera paralela era colaborador de Reuters desde 1999”.

Esta agencia le ofreció de manera permanente establecerse en Chile, “estuve dos años y medio, desde ahí hice coberturas internacionales, torneos de deportes en Estados Unidos, las Olimpíadas en Grecia, las elecciones en Brasil, la caída del gobierno de Sánchez de Lozada en Bolivia, cosas bastante regionales y después en el 2005 Reuters abrió una plaza para un fotógrafo en Miami, Florida, y una de las condiciones era que buscaran a alguien que hablara español, postulé al puesto y me lo dieron, así que me mudé”.

Estuvo además cubriendo los huracanes Katrina, Wilma y Rita, en Estados Unidos (2005); la guerra entre Israel y Líbano, el Mundial de Fútbol y el 50º aniversario de la revolución cubana en 2006. La guerra de Iraq en dos oportunidades durante 2007, elección de Barack Obama y la visita del papa en EE.UU. en 2008, el terremoto en Haití, entre tantos otros sucesos de relevancia internacional.

En Miami estuvo cinco años y medio hasta el 2010; acerca de los momentos más duros que ha tenido que vivir comentó que “creo que el terremoto en Haití, un cuarto de millón de personas que se murieron en una ciudad, fue una cosa muy fuerte de cubrir, ahí pasé casi cincuenta días”. Junto a otro compañero, fueron los primeros reporteros extranjeros en llegar al día siguiente de la catástrofe natural.

El cubrir una guerra ha sido una circunstancia de la vida, “quiero clarificar que a mí nunca me mandaron, ha sido una decisión personal, yo quería tener la experiencia de ver la historia por mis propios ojos y sacar mis conclusiones, no caer en la facilidad de opinar o tener preconceptos sin haberlo vivido”.

Con respecto a sus sueños o proyectos asegura que “mi mejor foto la voy a hacer mañana y en base a eso vivo, cada historia, cada día de trabajo y cada foto me sirve para ser una mejor persona. Si puedo ayudar a cambiar algo bienvenido”.

“Fotografío para entenderme a mí mismo, cómo nos comportamos como personas, la fotografía me ha dado la oportunidad de ver los más lindo pero también lo más horrible de los seres humanos” aseguró.

“Si hacés un agujero a través del planeta, terminás en Shanghái donde viví cinco años, me fui al lugar más alejado del planeta desde donde nací, vi y aprendí un montón, conocí otras culturas e idiomas, aprendí a entender diferentes posiciones políticas”, relató.

Ahora este barilochense continúa su vida en Washington, trabajando en la Casa Blanca, sin olvidar sus orígenes ni las personas que han acompañado trayectos del camino recorrido.

Carlos Barría ha recibido premios de gran importancia como reportero gráfico, entre ellos el World Press Photo (2002), POY, Pictures of the Year (2006 y 2007), NPPA (2007), China Internacional Contest (2005, 2006 y 2007) y ha sido considerado el mejor fotógrafo de la agencia británica Reuters.

Susana Alegría

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