EMOCIONES ENCONTRADAS

| 22/06/2019

Algunas contadas

Algunas contadas

Botas de goma

Andando los polvorientos caminos de la meseta y la cordillera uno suele encontrarse con historias de personas que habitan esas soledades y que en lo cotidiano son capaces de protagonizar hechos disparatados. Aquí voy a dejar un par de relatos que he recogido en los últimos tiempos.

Esto sucedió por los caminos neuquinos. Vamos a situarnos entre Las Lajas y Bajada del Agrio, región habitada por puesteros trashumantes que entre octubre y marzo suben a los valles altos que deja libre la nieve, para luego habitar en el bajo entre marzo y octubre. Diseminadas por toda la zona hay escuelas rurales. Blanca, la directora de una de ellas, era reconocida, además de por sus cualidades como docente, por su compromiso con la educación. Son muchos los que la vieron de a caballo recorriendo los parajes, haciendo visitas a los padres de sus alumnos o hasta incluso yéndolos a buscar ante una reiterada ausencia a clase. Cierta vez le pidió a Eduardo, chofer de una camioneta de vialidad, si la acercaba hasta el pueblo, tenía que cobrar su sueldo. El hombre accedió. Cuando la vio subir notó que llevaba en una bolsa unas botas de goma, raro, pensando que no había llovido ni pareciera que lo hiciese ese día. Cuando comenzaron a andar por el camino en dirección al pueblo, Eduardo le preguntó a su pasajera el por qué de las botas de goma.

-Las llevo para poder cobrar en el cajero- dijo Blanca con naturalidad.
-¿Está inundado?- preguntó Eduardo.
-No, lo que pasa es que patea – dijo la maestra.
-¿Patea con corriente? – se intrigó el chofer.
-¡Claro, las patadas que pega! – aseguró Blanca- Por eso me dijo el portero que lleve botas de goma. Si me las pongo no me patea –concluyó.
-Ah, mirá vos – dijo asombrado Eduardo – bueno, por suerte hay una solución.
-¡Sí! Pero me pierdo toda la mañana cuando voy a cobrar – se lamentó Blanca.
-¿Mucha gente? – quiso saber el hombre.
-¡No! Todos están esperando que yo llegue para pedirme las botas prestadas y poder cobrar.

La servicial Blanca había encontrado la solución para ella y sus vecinos.

Los extraterrestres

Esteban, un vecino que tiene un campo por la estepa rionegrina, transitaba un camino vecinal, ya de noche, cuando vio caminando a Valeriano, habitante de un campo cercano. Detuvo la camioneta al ver que le hacía señas. Lo notó algo alterado.

-¿Qué hacés, Valeriano? – preguntó al abrirle la puerta para que ascienda.
-¡Vinieron los extraterrestres! – le dijo sin tiempo para saludos protocolares.
-¿Qué decís? – se asombró el conductor.
-Han llegado los extraterrestres, don – insistió el pasajero asustado – ta´lleno e´luces pa´atrás e´las casas – concluyó horrorizado.
-Vamos a ver – dijo Esteban intrigado y con ganas de sacarse las dudas.
-No, no. Vámonos don, puede ser peligroso – intentó convencerlo Valeriano.
-Vos quedate en la camioneta y yo voy a ver – concluyó su vecino calmándolo.

Al llegar a la casa, a la distancia, efectivamente se veían luces que parecían venir de atrás de la vivienda. Eran como rayos blancos que iluminaban la noche dando vueltas en el cielo. Esteban rodeó la casa, escuchando la voz de Valeriano que le insistía en volver a la camioneta y largarse de allí.

Sin miedo, pero con precaución e intriga avanzó. A un centenar de metros pasaba la línea de torres del tendido eléctrico de alta tensión. Sobre un poste del alambrado cercano algún inspector u operario había dejado una baliza para señalar una de ellas que estaría averiada.

Finalmente volvió a la camioneta y le reveló al vecino el misterio de los extraterrestres.

Te puede interesar
Ultimas noticias