17 AÑOS DESPUÉS DE SU EDICIÓN EN CD

| 22/06/2019

Está en las plataformas digitales “Feley. Música mapuche”

Adrián Moyano
Está en las plataformas digitales “Feley. Música mapuche”

En 2002, un puñado de barilochenses recopiló cantos y relatos en tres comunidades mapuches del noroeste chubutense. El disco resultante está agotado hace rato. Ahora revive en los nuevos formatos de circulación musical.

En 2002, el 57 por ciento de la población argentina vivía por debajo de la línea de pobreza. En Bariloche y la región, la calamitosa salida de la Convertibilidad aportaba matices porque se sabe, las devaluaciones tienen inicialmente incidencia favorable en los destinos turísticos, aunque después multipliquen la desigualdad. En ese contexto, un puñado de inconscientes se propuso grabar un disco de música mapuche tradicional, entre ellos, el autor de estas líneas. La por entonces reciente irrupción de las tecnologías digitales en el ámbito del sonido, debía facilitar un tanto las cosas.

Precisamente por cuestiones financieras, el lanzamiento del CD se demoró más de la cuenta, pero varios meses después de la grabación propiamente dicha, se hizo tangible. Llevó como título “Feley”, que en idioma mapuche significa “así es”. Es que durante el trabajo en el estudio Súper Patria, que en esos momentos asociaba a Fabián Carabajal y Gabriel Pirato Mazza, el vocablo asomaba insistentemente en el crudo de los “epew” (relatos) y “ngütramkan” (conversaciones). De tanto escucharse, quedó: “Feley”.

Gracias al concurso de un amigo que siempre prefirió quedar en segundo plano e inclusive en el anonimato, se pudo hacer una tirada de 500 ejemplares y después, una más de 300. Lejos de los circuitos de distribución comercial masivos, así y todo el CD se agotó en un lapso relativamente breve. Posteriormente, hubo otra tirada pero con una gráfica más modesta, para abaratar el peso económico del emprendimiento.

¿A qué viene tanto ejercicio de la memoria? A que 17 años después de su concreción, los 20 tracks que integran “Feley” subieron a las plataformas digitales. Como todo el mundo sabe, el quehacer discográfico sufrió transformaciones al parecer irreversibles en los últimos años y los formatos mutaron, modificación que tiene sus pros y sus contras, sus detractores y sus defensores. Pero a la hora de difundir la música tradicional mapuche, la discusión que envuelve a las y los melómanos, es accesoria.

El autor se cita a sí mismo, casi dos décadas después, al utilizar como fuente el “booklet” de la primera edición: “No se trata aquí de rescatar una historia antigua, de curiosidad intelectual o mero interés antropológico. Se procura poner de relieve la vigencia de una cultura que está viva y que además, tiene mucho que ofrecerles a aquellos que han entrado en contradicción con la alienación espiritual, la preeminencia del lucro, las sociedades des-personalizadoras y el divorcio con la naturaleza. Una cultura que como todas, encierra mucha belleza, digna de disfrutarse. Una cultura que en Feley entrega una muestra de su condición”.

Tres comunidades

La música y los relatos que encontraron cobijo en “Feley” se originaron en tres comunidades del noroeste de Chubut: Costa del Lepá, Vuelta del Río y Füta Huao (Cañadón Grande). La perspectiva política del proyecto corrió por cuenta de Mauro Millán, hoy lonco de la comunidad Pillan Mawiza. Al valorar la reedición, le dijo a este diario: “el trabajo y recopilación de música mapuche que quedó plasmada en este disco llamado Feley, fue para mí una clara señal de que nuestro pueblo de aquel sector pensaba colectivamente, que era necesario el registro de los tayül y los ülkantun como resguardo, como forma de preservarlos para las futuras generaciones”.

Al comenzar las conversaciones, “muchos de los ancianos me dijeron que ya no iban a estar, que era importante y en ese momento, confiaron en mí, que me desempeñaba como werken de la Organización de Comunidades Mapuche Tehuelches 11 de Octubre. Las comunidades eran parte de la organización y para mí, fue una clara señal de la necesidad que tiene el pueblo mapuche de confiar, confiarse y de resguardar un legado de conocimiento”.

En 2019, “cuando escucho Feley por supuesto que me da mucha nostalgia porque muchos de los ancianos que participaron en el trabajo ya no están y los jóvenes, están hechos hoy hombres y mujeres adultas. Pero añoro a tanta gente mayor que particularmente, me acompañó durante muchos años: Carmen Calfupan, el lonco Agustín Sánchez, Catalina Antilef y muchos otros que dejaron en mí alguna huella, producto de conocimientos que me han brindado”, confió Millán.

Desde una perspectiva cultural, “son pocos los trabajos que existen con esta pureza en la forma de interpretar el canto del pueblo mapuche. Feley tiene esa característica: es música mapuche, sin ningún tipo de arreglos que a veces se hacen para sintonizar con el ritmo, las melodías o la música occidental que predomina. En este caso, se mantuvo absolutamente fiel al principio mapuche y sus tiempos. Por eso los tayül y los ülkantun son formas ancestrales de transmisión del conocimiento que me parecen una voz exquisita y a veces, irrepetible. Es como la naturaleza hecha música, eso es lo que tiene Feley”, sintetizó. Insuperable descripción.


Contratapa de la primera edicion. Kultrvn y manos de Catalina Antilef

Con ustedes, los intérpretes

Vuelvo al texto del “booklet” original: “Si pasamos en limpio, en Feley participa Celinda Lefiu, con la asistencia de Fermín Ruminahuel, su marido. La pillankuze no pudo con su genio y se subió a la camioneta para visitar a sus hermanos de Füta Huao y aportar una vez más, su kimün (conocimiento). Cuando ya salíamos para allá, apareció silenciosa Amelia Antieco Tlama, también vecina de Costa del Lepá, quien quiso tomar parte y finalmente, así lo hizo. Allí en el cañadón ventoso, recibieron a todos los visitantes el lonko Agustín (Sánchez), la pillankuze Catalina Antilef y el joven werken Rubén Antipan (…). Además, aportaron en mayor o menor medida Margarita Burgos, Florentina Leguiman, Rosa Teuque, Enrique Cárcamo, Elba Cárcamo, Elcira Sánchez, Fabián Machicote, Marisa Manquilef y Silvina Antipan”, además de niños y niñas.

La mayor parte del CD se grabó entre el 6 y el 7 de abril de 2002 en Costa del Lepá y Füta Huao. “Luego, en diciembre del mismo año, Carmen Calfupan viajó hasta Bariloche con su siglo a cuestas para materializar su contribución”. Tanto el lonko Agustín, como las pillankuze Catalina, Celinda y Carmen dejaron de existir en los planos sensibles en algún momento de estos 17 años. Pero sus cantos y toques no sólo permanecen en la memoria y el corazón de sus descendientes, ahora también se multiplican gracias a la generalización de las nuevas tecnologías.

El staff barilochense de “Feley” se completó con las fotografías de Hernán Pirato Mazza, quien también se hizo cargo del diseño gráfico original. La fotografía de la segunda edición –la que aparece ahora en Spotify y demás- es de Alejandra Bartoliche.

Acceso a todas las plataformas: https://smarturl.it/feley

Adrián Moyano

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