15/06/2019

Para vivir, hay que frenar la degradación de los suelos

Se conoce como desertificación al proceso de degradación que sufre la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Su origen está fundamentalmente en las actividades humanas y en las variaciones climáticas, que a su vez, también derivan de las prácticas económicas que la humanidad puso en juego en los últimos tres siglos. Por el contrario, el fenómeno no hace referencia al avance de los desiertos ya existentes.

La desertificación se debe a la vulnerabilidad de los ecosistemas de las zonas secas, que cubren un tercio de la superficie del planeta. Su relación con la sobrexplotación y el uso inadecuado de la tierra es estrecha. La pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego afectan negativamente a la productividad del suelo. De ahí que se conmemore mañana (17 de junio), el Día Mundial para Combatir la Desertificación y la Sequía.

La fecha se instituyó para concientizar sobre las iniciativas internacionales que están en marcha para combatir los dos fenómenos. También brinda una oportunidad única para recordar que se puede neutralizar la degradación de las tierras mediante la búsqueda de soluciones, con una firme participación de las sociedades y cooperación a todos los niveles. En 2019, se cumple además el 25º aniversario de la adopción de la Convención de la ONU contra la Desertificación (CLD).

Este año, la intención es poner de relieve los progresos globales en materia de gestión sostenible del suelo. La campaña de 2019, de cuya organización se encarga Turquía, gira en torno al lema “Construyamos el futuro juntos”.

La jornada también servirá para mirar hacia los próximos 25 años, lapso durante el cual se aguarda detener la degradación de la tierra en cada rincón del planeta.

La utopía consiste en imaginar un mundo donde los avances contra la degradación del suelo ayuden no sólo a frenarla completamente, sino también a reducir la pobreza global, mientras se mejoran la seguridad alimentaria y del agua. En forma simultánea, se progresaría en la mitigación y adaptación al cambio climático. Hay que tener en cuenta que hacia 2025, nada menos que 1.800 millones de personas deberán sobrevivir en un marco de absoluta escasez de agua.

Además, dos tercios de la población mundial no dispondrán de suficientes recursos hídricos. Se trata de una compleja amenaza medioambiental que irrumpe con fuerza en el ámbito socioeconómico, ya que causará más muertes y desplazamientos humanos que cualquier otro desastre natural. Por otro lado, se calcula que hacia 2045, alrededor de 135 millones de personas se verán desplazadas como consecuencia de la desertificación.

Frenar la degradación de los suelos mediante la rehabilitación de tierras, la expansión de terrenos que se gestionen sosteniblemente y el incremento de iniciativas que procuren su reparación, se erige en vía principal hacia una mayor capacidad de adaptación y mejor equilibrio ecológico. En el rubro cambio climático, se sabe que la restauración de suelos en ecosistemas previamente degradados puede conducir a la absorción y almacenaje de hasta 3.000 millones de toneladas de dióxido de carbono cada año.

Las actividades que tienen que ver con el uso de los suelos representan casi el 25 por ciento de las emisiones globales de CO2. Por lo tanto, las mejoras en el sector, junto con un uso más sostenible de las tierras, son fundamentales para ayudar a combatir el cambio climático. Por su parte, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible afirma que “estamos decididos a proteger el planeta contra la degradación, incluso mediante el consumo y la producción sostenibles, la gestión sostenible de sus recursos naturales y medidas urgentes para hacer frente al cambio climático, de manera que pueda satisfacer las necesidades de las generaciones presentes y futuras”.

Específicamente, el Objetivo 15 recoge la determinación de la comunidad internacional de detener y revertir la degradación de la tierra.

Ibrahim Thiaw, secretario ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación fue clarísimo: “Solo hay tres cosas que debes saber sobre el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación: no solo se trata de arena, no es un problema aislado que desaparecerá por sí solo de manera silenciosa, y tampoco es el problema de otra persona. Se trata de restaurar y proteger la frágil capa de tierra que solo cubre un tercio de nuestro planeta, pero que puede aliviar o acelerar la crisis de doble filo a la que se enfrentan nuestra biodiversidad y clima. Se trata de un problema para cualquiera que quiera comer, beber o respirar; para lograr que su hogar en la ciudad o en el campo sea un lugar habitable y pueda utilizar tecnología, medicinas o infraestructura, así como tener un acceso igualitario al trabajo, el aprendizaje o el ocio. Para vivir”. Contundente.

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