COLUMNA ABIERTA

| 13/05/2019

Sanar nuestra infancia

Sanar nuestra infancia

Muchos adultos que no tuvieron el padre/los padres, o la infancia, que habrían querido disfrutar tienen sus propios hijos. En estos casos, es importante recordar que papá y mamá no son necesariamente nuestros modelos a seguir de paternidad o maternidad. Esto significa que uno mismo, más allá de lo que haya vivido, puede construir su estilo de “ser padre”. 

Los hijos nunca deberíamos divinizar ni demonizar a nuestros padres (algo que solemos hacer) porque todos cometemos errores. ¡Nadie es perfecto! En realidad, un ser humano es el resultado de la herencia recibida de su familia, de su pasado y de su presente. Grafiquémoslo con este ejemplo…
Mi nombre es Bernardo Stamateas. Frente a ello tengo tres posibles opciones (posturas frente a la vida):
1. Elijo ser “Bernardo”
Es la actitud de un adolescente que no quiere tener cosas en común con sus padres y no acepta nada que venga de ellos. El papá o la mamá le ofrecen ayuda y grita: “¡No me interesa tu ayuda, dejáme solo!”. Es la persona que reniega de su origen y escoge “hacer su vida”. Algunos incluso dejan de tener contacto con su familia durante años o toda la vida debido a lo que sufrieron en la infancia y no pudieron superar. La vida es su propia construcción.

2. Elijo ser “Stamateas”
Es la actitud de quien no se atreve a construir lo suyo propio y sigue dependiendo de sus padres. Entonces se comporta igual que ellos (trabaja como papá, cocina como mamá, etc.) y queda atascado. Es la persona que reproduce las mismas conductas de los padres y lo utiliza como excusa cuando estas son negativas, por ejemplo: ser violento. Todos tenemos la posibilidad de construir algo nuevo, hayamos vivido lo que hayamos vivido.

3. Elijo ser “Bernardo Stamateas”
Es la actitud de aquel que acepta y valora su herencia familiar, tanto lo positivo como lo negativo, pero a eso le agrega su propia construcción. Solo esta posición frente a la vida nos permite disfrutar de una identidad original. Todos tenemos rasgos de nuestros padres, pero somos mucho más que eso. Y necesitamos sanidad a nivel emocional y psicológico para tener la libertad de construir aquello que deseamos.

Esta tercera postura es la única que nos habilita, si no tuvimos padres que nos brindaran afecto y validación, para construir la clase de adulto con el que nos habría gustado crecer. Nadie es completamente su herencia familiar pero tampoco su propia construcción. Todos somos una mezcla de ambas cosas.

Si bien no somos responsables por lo que hicieron con nosotros cuando éramos chicos, sí tenemos responsabilidad por lo que hagamos con eso cuando somos grandes. No podemos pasarnos toda la vida excusando nuestras malas conductas debido a lo que vivimos. En el fondo, quien le echa la culpa de su presente a su pasado tiene miedo de avanzar.

Como adultos, debemos preguntarnos: “¿Qué voy a hacer con esta experiencia que viví?” y tomar las mejores decisiones. A veces, necesitaremos ayuda profesional, pero todos podemos sanar nuestra infancia y el dolor que sufrimos y transformarlo en una fuente de aprendizaje y crecimiento.
Por consultas, podés escribir a [email protected].

 

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