FALLECIÓ HACE POCO MÁS DE UN MES

| 09/05/2019

Daniel Lucchesi se fue sin lograr el museo de arte

Adrián Moyano  
Daniel Lucchesi se fue sin lograr el museo de arte

Durante años, acumuló con pasión de coleccionista obras pictóricas que retrataron a Bariloche y su entorno, con énfasis en las que se pintaron entre los 60 y los 80. Su temprana partida deja un vacío importante.

La culpa la tuvo la extensión del estacionamiento medido. Cuando hubo que comenzar a pagar para dejar el auto sobre la calle Elflein, el que firma comenzó a buscar otras transitorias paradas para su vehículo, cuando venía a las reuniones de Redacción de El Cordillerano. Antes, pasaba todas las tardes por la puerta de “Momentos del Nahuel”, la curiosa vinoteca y pinacoteca que por décadas, sostuvieron Daniel Lucchesi y su familia.

Si la costumbre de años anteriores no se hubiera modificado, habría detectado alguna anomalía. No todas las tardes pero varias, solía detenerse el cronista antes o después de la cita periodística, para intercambiar unas palabras con el persistente coleccionista y dejarse retrasar ante las historias que desgranaba, siempre vinculadas a los grandes artistas plásticos que pintaron a Bariloche y su naturaleza. Pero, como con la excusa de “hacer sustentable el sistema” habían pintado de blanco los cordones de la Elflein entre Onelli y el Hospital, aquel hábito entrañable se difuminó. Ahora, la ausencia es puro lamento.

A través de un post en una de las redes sociales, días atrás supo este periodista que Lucchesi había dejado de existir. No viene al caso compartir el porqué de partida tan temprana como imprevista. La intención es llamar la atención sobre cómo puede extinguirse toda una vida sin que las sucesivas autoridades de ciudad tan querida, tomen nota de sus más llamativas bondades, emparentadas en este caso con sus más irritantes carencias.

En los escasos sitios que las botellas de vino dejaban al descubierto en sus paredes, el dueño de casa atiborraba obras de arte. Nada de reproducciones ni otras cursilerías: podían apreciarse en el local pinturas de Egon Rost, Eric Gornick, Américo Panozzi o Juan Rimsa, entre muchos otros. La última vez que este diario habló con Lucchesi, confió que su colección se extendía a 60 artistas y a unas 160 obras, que probablemente crecieran en número desde junio de 2017 (fecha de aquella nota) hasta un par de meses atrás.

Museo de arte

El coleccionista siempre tuvo clara su meta y según le confió al cronista, en varias ocasiones quiso interesar a funcionarios de Cultura, tanto municipales como provinciales. Refresquemos sus palabras. La idea “surgió más que nada, porque Bariloche no tiene un museo. Está bien, existen la pinacoteca municipal y la pinacoteca de Parques Nacionales, pero las exponen en ciertos momentos y no hay una muestra permanente de los artistas y de todo lo que fue la cultura de Bariloche. Entonces, dijimos: vamos a hacer algo… Al principio, parecían pocos pero, cada vez que uno profundiza, es mayor la cantidad de artistas que aparece. Por eso va creciendo”.

Hace dos inviernos, el entrañable reducto dejaba ver obras de Úrsula von Zehmen, Amleto Scarzello, León Guillar o Eric Gornick, entre otros. “Este es importante”, resaltaba el anfitrión. “Fue el que trajo la pesca con mosca a Bariloche, era guía de pesca pero pintor. Estuvo 30 años metido exclusivamente en los parques nacionales, sobre todo en Nahuel Huapi y Los Alerces. De acá, en el 66, se fue a Islas Vírgenes donde, haciendo pesca submarina en una inmersión que hizo, falleció”, enseñaba.

Es que gracias a la omnipresencia de las nuevas tecnologías, Lucchesi pudo rastrear a cada autor, si se trataba de alguien que hubiera vivido solo transitoriamente en Bariloche o bien, si por cuestiones cronológicas no fuera posible algún contacto. Inclusive, pudo relacionarse con descendientes de los pintores y así, hacerse de nuevas obras, con la pasión que solo pueden despertar el amor al arte en combinación con el terruño.

Mientras recibía recomendaciones sobre algún Cabernet Sauvignon o un Malbec, el cliente sensible podía detener mirada y espíritu sobre trabajos de Antonio Oller, Hilario Calderón, Carlos “Chingolo” Casalla, Luis Radice, el polémico Tom Maes y otros próceres de la pintura que se hizo en esta ciudad, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX. Junto con Lucchesi aprendimos que “hubo una época de oro, que fueron las décadas de 1960, 1970 y parte de la de 1980. Fueron muchos los que vinieron y de gran calibre”, resaltaba.

Como experto en museos, se había tomado el trabajo de fijar en cada cuadro la fecha de nacimiento y de fallecimiento de su autor. Y si le pedían, hacía de guía: “Carlos Gamp era un alemán que pintaba con espátula, pero la particularidad que tenía era que su espátula era un cuchillito viejo. Entonces, ponía el óleo muy puntualmente, dejaba orear y después tocaba la tela. Estilo puntillismo pero, si uno mira con una lupa, ve que son rayitas. Empezaba de un lateral y terminaba en el otro”, explicaba, por ejemplo.

La mayoría de las obras que atesoró el coleccionista durante años, reproducen con calidez el entorno siempre increíble de Bariloche. “Estas pinturas son del 50, del 40 o del 20 y en esos tiempos, la fotografía era en blanco y negro. Entonces lo ideal era pintar paisajes. Muchos de estos pintores vivían acá. Por ejemplo, Panozzi, (Demetrio) Filip o el mismo Gornick… ¿Qué hacían? Pintaban durante el año, después se iban a exponer a Buenos Aires y allá, era toda una novedad ver esto. Los esperaban porque era algo que no conocían. Y volvían con las manos vacías. Por eso, muchas de las obras de estos pintores se encuentran en Buenos Aires”. Las que están en Bariloche merecen el museo con el cual Lucchesi siempre soñó.

Ahora que ya no está, el remordimiento también se filtra en esta crónica. El que firma quedó encargado de averiguar qué funcionario podía demostrar sensibilidad ante la obra de Carlos Páez Vilaró que nadie observa en la sede céntrica del Correo Argentino. Consiguió un par de nombres pero la pelota había quedado de su lado y nunca profundizó la gestión. La culpa la tuvo la extensión del estacionamiento medido, pero en este caso, solo en parte… Que el descanso de Daniel esté tan lleno de colores como su “Momentos del Nahuel”.

Adrián Moyano  

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