04/05/2019

Sos vos, no soy yo

El 2 de mayo se celebró el día mundial de la lucha contra el bullying o acoso escolar. Esta fecha no surge por ningún acontecimiento importante, sino fue determinada arbitrariamente y aceptada por UNICEF. Una excelente iniciativa.

Sumándonos a esta fecha de concientización, queremos sumar nuestro granito de arena y hablar del tema.

Podríamos comenzar mencionando números y estadísticas, pero cuando están en juegos los derechos de los niños prefiero evitarlo. Con que haya un solo niño en el mundo que sufra bullying, ya se justifica hablar de este problema.

El bullying, término introducido por el noruego Dan Olweus, es una conducta repetitiva y sostenida en el tiempo, de hostigamiento o persecución física o psicológica que realiza una persona contra otra. El bullying aplica no solo al ámbito escolar, sino que se puede sufrir en cualquier lugar como puede ser un club, grupo parroquial, o en cualquier otro entorno social. Cuando ese acoso se traslada a la web se lo llama ciberbullying, potenciando aún más el daño a a la víctima.

Cuando hablamos de este problema, debemos poner el foco en los 3 participantes. La víctima, el victimario y, muchas veces, los partícipes necesarios. Aquellas personas que son testigos del bullying y no hacen nada para detenerlo o peor, lo fogonean riéndose y tomando una actitud activa para que el victimario continue con sus actos canallescos. Dentro de este último grupo, incluyo a los profesores o adultos cuando no le dan importancia a los avisos que les da la víctima.

También, me gustaría resaltar los problemas que puede presentar el agresor. Comprendo que nadie quiere hacerle mal a otro naturalmente, sino que debe haber profundos y atendibles motivos para que una persona quiera hacerle daño a otro.

Debemos considerar que el agresor puede tener una necesidad de protagonismo, quiere ser visto y que le presten atención. Quiere sentirse superior, y para lograrlo no dudan en hacerle daño a otro niño. Muchos cometen el bullying para formar una personalidad y una reputación ante sus pares, quieren ser diferentes y no saben cómo hacerlo de manera positiva. Y peor aún es que no tienen empatía, no son capaces de emocionarse o reaccionar ante los estímulos diarios y por consiguientes no logran identificarse con el sufrimiento ajeno.

Por consiguiente, todas aquellas campañas que vemos a diario donde ponen el foco negativo en el agresor, creo que deberían replantearse y pensar un poco más en lo que la sociedad está haciendo con los jóvenes para que precisen expresarse a través del daño al prójimo. También los adultos debemos pensar que valores les enseñamos a los chicos.

En conclusión, hay que interesarse por los problemas, los miedos y las cualidades de los agresores, a quienes hay que ayudar para que dejen de hacer bullying. Por sobre todas las cosas, para que se entienda su situación y que sean mejores personas trabajando sus valores y su autoestima.

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