28/04/2019

Contra las emisiones de CO2, proteger hábitats boscosos

De manera gradual, algunas de las afirmaciones que inicialmente se consideraron actitudes fundamentalistas del ecologismo, son ratificadas por expresiones del mundo científico. Por ejemplo, el pensamiento según el cual resulta más conveniente reforestar bosques antes que generalizar el uso de los agrocombustibles, si de disminuir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) se trata.

Además de la reforestación, en la actualidad los investigadores también recomiendan profundizar la protección de los hábitats boscosos, ya que éstos están en condiciones de absorber nueve veces más CO2 que un área similar productora de agro-combustibles. En forma más o menos simultánea, grupos de científicos demostraron que la mayor demanda de los nuevos carburantes provoca una mayor deforestación.

Quizás haga falta recapitular. Cuando científicos, gobiernos y empresas se lanzaron a la búsqueda de fuentes renovables de energía, la idea no era solamente anticiparse al agotamiento de los hidrocarburos, sino también y sobre todo, mitigar las emisiones de dióxido de carbono. Pues bien, según múltiples informes, la generalización de los agrocombustibles se erige en una política errónea porque es menos efectiva que la reforestación.

La demanda de agrocombustibles acelera la deforestación porque la mayoría de los miembros de la Unión Europea buscan satisfacer sus requerimientos fuera del continente. Ya trajimos aquí a colación el ejemplo de Indonesia y otros países asiáticos, pero la Argentina no escapa a esta descripción: el país perdió el 75 por ciento de sus bosques nativos originales, según información oficial. Pero además, el ritmo de deforestación se estima en 280 mil hectáreas por año, sobre todo en la región que se conoce como Parque Chaqueño. El principal factor que empuja este auténtico desastre es la expansión de la frontera agropecuaria y sobre todo, la difusión de la soja genéticamente modificada. De esa planta se obtiene una variedad de combustible que salió al mercado argentino hace años, inclusive con apoyo gubernamental vía subsidios y exenciones impositivas.

Para sustentar su posición, científicos británicos compararon la cantidad de dióxido de carbono que absorben bosques de un área determinada con las “emisiones evitadas” a través del uso de agrocombustibles. Es decir, analizaron la cantidad de agro-combustible que se produce o se podría producir en un área y calcularon el volumen de combustibles fósiles a reemplazar. En consecuencia, pudieron estimar las “emisiones evitadas”, o sea, la cantidad de CO2 que dejaría de liberarse a la atmósfera gracias a los agrocombustibles.

Luego, compararon esas emisiones de dióxido de carbono sin liberar, con la cantidad que se hubiera absorbido si los bosques se hubieran reforestado. Las cuentas dieron en todos los casos, que en un lapso de 30 años, los bosques absorberían una cantidad considerablemente mayor de CO2 que las “emisiones evitadas” a través del uso de agrocombustibles. En consecuencia, la política que supo impulsar la Unión Europea fue errónea, por utilizar un calificativo suave.

No obstante, se depositan esperanzas en la así llamada segunda generación de agrocombustibles, que se obtendrían ya no desde granos, caña de azúcar o aceite de palma, sino desde algas, paja, hierbas e inclusive madera. Para los científicos británicos, la clave radica en extraer de los bosques materiales leñosos de manera sostenible, sin destruir el suelo y cuidando que los árboles se puedan reproducir rápidamente.

La reforestación tendría otras ventajas. Nótese que hablamos de volver a regenerar bosques y no de llenar las tierras antes boscosas de plantaciones de pinos y eucaliptos. Ya sabemos bien quiénes están interesados en esa clase de forestación. Como experimentan las provincias del Norte argentino, los bosques juegan un papel fundamental en la regulación del clima, el mantenimiento de las fuentes y caudales de agua y la conservación de los suelos.

La tasa de transformación de los bosques nativos en el Norte de la Argentina es tremenda y no reconoce parangones. De no mediar acciones inmediatas del Estado nacional y las provincias, en poco tiempo más perderemos irremediablemente superficies importantes e irremplazables del patrimonio natural. De esa manera, el país estará contribuyendo además en forma significativa, a la profundización del calentamiento global. En ese sentido, pareciera que las expectativas que se depositaron en la Ley de Bosques, se quedaron más que a medio camino.

Si bien Salta y Santiago del Estero presentan las mayores superficies de bosque y monte nativos, al mismo tiempo son las provincias que sufrieron la deforestación más importante del país en los 20 años que llevamos de predominio del modelo sojero. No se queda atrás Formosa, donde se duplicó la tasa de deforestación en el mismo lapso. Ahora bien, los científicos ya dieron su veredicto. Las decisiones políticas no pueden demorarse más. Inclusive a nivel provincial o municipal.

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