25/03/2019

Yo no soy mis pensamientos

Yo no soy mis pensamientos

La ansiedad que no se puede manejar y perdura en el tiempo indefectiblemente traerá como resultado ciertos síntomas físicos. Uno de ellos es el cansancio extremo que raya en el agotamiento. También podemos mencionar: irritabilidad, dolores musculares, contracturas, aceleración, deseos de llorar, sensación de ahogo y angustia.

¿Qué le sucede a la persona que vive de esta manera? Veamos:

Por lo general siempre imagina lo peor. Tal actitud se denomina “pensamiento negativo o catastrófico”. La persona ansiosa construye en su mente una posible hipótesis de lo que podría llegar a ocurrir. Sus ideas comienzan con “¿Y si…?”. “¿Y si me enfermo?; “¿y si me echan del trabajo?”; “¿y si él o ella me deja?”. Por supuesto, la respuesta siempre es negativa. Así a una pregunta hipotética se le suma una respuesta catastrófica. Esta es la fórmula perfecta para la ansiedad crónica.

Por otra parte, llena de ansiedad todas sus actividades. Por ejemplo, si tiene una entrevista a las 10 de la mañana, a las 5 o 6 a.m. ya estará despierta y preparada. La ansiedad nos conduce a experimentar un conflicto entre dos relojes: el reloj externo y el propio reloj interno. Afuera es un horario pero adentro el reloj corre más rápido. Esta situación es la que hace que alguien viva apresuradamente.

Y también posiblemente sienta manifestaciones a nivel físico. Aunque la persona no se dé cuenta, la ansiedad se va acumulando para manifestarse luego en su cuerpo, como alguno de los síntomas que mencionamos y, en los casos más extremos, como ataques de pánico.

Ahora bien, ¿de dónde proviene esta ansiedad?

Nace de las creencias que todos tenemos, es decir, de una determinada manera de pensar. Así como pensamos, nos sentiremos y actuaremos en la vida. El ansioso cree, porque así se lo han enseñado, que es necesario “prevenir” para vivir tranquilo. Su lema es: “Mejor prevenir que curar”. Pero no se trata de una actitud natural, porque lo conduce a esperar siempre lo peor, un accidente, una catástrofe, y sobre todo a anticiparse a las consecuencias. Entonces su cuerpo, comienza a enviarle luces de alerta.

¿Qué podemos hacer para poder vivir más saludablemente? Veamos algunas posibilidades.

- Confeccionar una lista de todas las preocupaciones que tenemos. Ponerlas por escrito nos permite objetivarlas y ordenarlas en el papel o la pantalla. Y una vez que tenemos la lista, comenzar a puntuar cuál de esas preocupaciones es más importante y cuál es menos importante. No es lo mismo preocuparse por perder un objeto, por valioso que sea, que por perder la salud. Jerarquizar las preocupaciones brinda orden a nuestros pensamientos y nos permite responder la pregunta: “¿Qué puedo hacer frente a esto?” La ansiedad no se resuelve pensando y pensando obsesivamente, sino accionando. Si tengo miedo de enfermarme, ¿qué puedo hacer? Anotar cuatro o cinco acciones que podría realizar para después pasar a la acción es descubrir que la fantasía, muchas veces, no coincide con la realidad.

- Ignorar los pensamientos catastróficos. Esto es fundamental porque todo pensamiento negativo que tienda a la catástrofe nos provoca angustia, disparando una emoción de la que solo deseamos liberarnos. Esto, sin darnos cuenta, refuerza dicho pensamiento (que se enquista todavía más), como en el conocido ejercicio de tratar de no pensar en un elefante rosa… para terminar pensando en él. ¿Qué deberíamos hacer con este tipo de pensamientos? Observarlos tal como observamos un cuadro, o nubes en el cielo, sin luchar con ellos. Y decirnos: “Estoy teniendo este pensamiento…”, hasta que desaparezca de nuestra mente. Si lo comparamos con un tablero de ajedrez, las piezas negras serían los pensamientos negativos. ¿Quién soy yo? Algunos creen que son las piezas blancas y otros, las negras. En realidad, yo soy el tablero y tengo la capacidad de auto-observarme. Una cosa es expresar: “No sé nada” y otra muy distinta: “Estoy teniendo el pensamiento de que no sé nada”. Así puedo tomar distancia y convertirme en el observador de los pensamientos que tengo. Permito que circulen por mi mente pero ya no lucho contra ellos ni les tengo miedo. Finalmente estos pierden fuerza y son simplemente lo que son: pensamientos.
¡Yo no soy mis pensamientos!

Por consultas, podés escribir a [email protected].

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