16/03/2019

Cuando de candidatos se trata

La campaña electoral rumbo al 7 de abril está en marcha. Aunque, dependiendo de los avatares de la Justicia, los “candidatos” continúan recorriendo “los polvorientos caminos” de la provincia.
Candidatos a los cargos públicos ha habido desde siempre. La historia, “émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir”, al decir de Miguel de Cervantes, los menciona ya en la antigua Grecia y Roma.

Según el “Diccionario Insólito” de Luis Melnik, el vocablo “candidato” proviene del latín “candidatus”, vestido de blanco, de cándido. A aclara que “las personas que buscaban nominaciones para una posición o que se presentaban para obtener aceptación oficial en una entrevista o examen, vestían siempre de blanco, para que todos los ciudadanos lo pudieran ver para analizar su conducta y su moral”.

“Los que procuraban un alto cargo entre los romanos –por ejemplo, cónsul- vestían túnicas sueltas blancas. Eran abiertas para que se pudieran ver sus cicatrices, huellas de combate, y blancas como muestra de fidelidad y humildad. Y Melnik acota con razón que “ya no se usan más, ni la túnica, ni el color, ni la humildad”.

Desgraciadamente en nuestro sistema electoral, (no hay voluntad política para eliminarlas) existen las listas por representación poblacional, (la famosas listas sábana, donde el electorado común tiene que votarlas íntegramente sin siquiera poder analizar la ética, la humildad, la vocación de servicio y, en especial, la capacidad de quienes la integran).

Lo cierto es que los “candidatos” –no todos, por supuesto- recorren muy ufanos la geografía provincial, pueblo por pueblo y ciudad por ciudad, para prometer a destajo, estrechar las manos, compartir una hora con un discurso anodino, dar entrevistas y hablar mal de sus adversarios y, lo más importante, no diciendo nada de sus proyectos a realizar si llegan al gobierno. Nada dicen, solamente se solazan en personalismos y aparcerías políticas ya desmerecidas y agotadas. Reitero, -no todos- y el pueblo que es el único soberano el día de las elecciones, sabrá elegir lo mejor para Río Negro.

Al candidato, se lo debe analizar por su integridad moral, su humildad y su capacidad. Aquel que no revista esas cualidades ha de ser “un peral falsificado o un olmo sinvergüenza”, al decir del poeta.

Debe también comprender con Amor a sus ciudadanos, sin enojos ni agravios, porque “Todo buen gobernante lo será cuando a sus inferiores descienda por Amor y se haga un simulacro de Aquel Padre Celeste que a toda criatura da el sustento y la ley. El gobernante que no asuma el gesto de la paternidad es ya un tirano de sus inferiores, aunque regale sus fotografías con muy dulces autógrafos”.

Con respecto a la humildad de los políticos (gobernantes y candidatos) decía Leopoldo Marechal que “el relumbrón, si te lo imponen, lo llevarás con el desgano y frío de quién se envaina por obligación en un frac de molesto protocolo. Sea tu libre personalidad –conseja Marechal- y no el brillo exterior que te prestaron, la que se muestre a todas, fiel e igual a sí misma. Conozco a personajes que se creían águilas, temidos y solemnes en su pluma oficial y que, al ser desnudados, exhibieron risibles alones de gallina”.

El candidato que le toque en suerte gobernar a esta provincia no debe olvidar que “todo poder viene de Arriba y que lo ejerce por delegación, como instrumento simple de la verdad primera. Aquel que lo ignora u olvida se parece a un ladrón en sacrilegio que se va con el oro de una iglesia”.
Nuestra responsabilidad como ciudadanos rionegrinos es examinar a los candidatos y privilegiar antes que las aparcerías de partido a los mejores y más capacitados hombres y mujeres para conducir nuestros destinos.

Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta

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