HISTORIA QUE SE CONOCE POCO

| 15/02/2019

En Bariloche la salud pública nació por obra de los salesianos

Adrián Moyano
En Bariloche la salud pública nació por obra de los salesianos

Además de poner en funcionamiento a la iglesia, los primeros sacerdotes construyeron el primer hospital. El precario establecimiento prestó servicios hasta que se inauguró el actual nosocomio.

En Bariloche, la salud púbica nació como una tarea más de los primeros sacerdotes de la ciudad, es decir, Luis Marchiori y Julio Mauro. Se trata de los mismos curas que pusieron en funcionamiento la iglesia que había construido Zacarías Genghini, establecimiento que, no obstante, permaneció varios años sin dotación permanente. Hacia 1917, ya era importante el flujo de enfermos hacia la casa que se levantaba al lado de la capilla.

Fue Clemente Dumrauf quien pasó revista a estos asuntos en “La Conquista espiritual del Nahuel Huapi”, un trabajo que presentó al Congreso Nacional de Historia sobre la Conquista del Desierto de 1979, cónclave que se celebró al conmemorarse el centésimo aniversario de las expediciones. Según su repaso, la tarea de los sacerdotes trascendió los aspectos meramente misionales o religiosos.

De hecho, el surgimiento del siempre tambaleante sistema de la salud pública se debió a su iniciativa. Terminaba la década del 10 y “un serio problema para el Bariloche de entonces lo constituía la atención sanitaria. Prácticamente sin médico y sin farmacia, de modo que la gente acudía a la casa de los misioneros en busca de indicaciones y remedios. En una carta del 29 de mayo de 1917, el Padre Marchiori manifiesta que, hasta esa fecha, se han atendido durante ese año a 750 enfermos, de los cuales a 150 se les ha dado todo gratis y dos han estado hospedados en la Misión durante 45 días proporcionándoseles cama, alimento y asistencia gratuita”.

La demanda forzó los acontecimientos. Decía Dumrauf que “ante esa apremiante necesidad, el misionero decide construir un hospital. A mediados de 1917, comienzan los trabajos. La construcción adelanta lentamente porque los recursos no abundan; pero para el 25 de mayo de 1920 queda finalmente inaugurado. Una interesante descripción de este primer hospital barilochense la dejó el doctor Ernesto Serigós en su libro ‘El médico nuevo en la aldea’”.

Tanta miseria

Sobre el flamante nosocomio, Serigós relató: “Era una modesta vivienda de madera de tablas imbricadas con ventanas de guillotina... la sala de internados ocupada por unas pocas camas, todas con enfermos... sobre una desvencijada mesa de operaciones una caja de instrumentos... una vitrina con medicamentos muestras gratis... Difícil de imaginar tanta miseria, pobreza en todos los rincones...”.

Dumrauf apuntaba que “a pesar de tanta ‘pobreza’ este primer hospital cumplió una imprescindible y humanitaria acción durante casi tres lustros. El 1ro de noviembre de 1933, se hizo cargo de él una comisión formada por gente del pueblo y funcionó como Sala de Primeros Auxilios, utilizando el mismo local de los salesianos hasta que fue inaugurado el actual Hospital Regional hacia fines del año 1939”.

Hasta esos momentos, la atención de los enfermos fue una de las tareas centrales en la labor de los sacerdotes. “En esos primeros años, la principal actividad se centra en la atención de la misión rural, el hospital y dos pequeños talleres. A medida que transcurre el tiempo, pueden advertirse en la correspondencia del Padre Luis síntomas de cambio en el panorama. Así escribe al Padre Pedemonte el 21 de agosto de 1923: ‘Por acá todos buenos gracias a Dios, con aumento de trabajo en los talleres, en el hospital, en la clase y Oratorio festivo. Los artesanos, casi todos huérfanos o abandonados llegan a una docena y se conducen relativamente bien. Si tuviera mayor comodidad podría tener a una media docena más de huérfanos’. A lo largo de ese mismo año (1923), fueron atendidos 1.560 enfermos”. Para aquellos años, una marca muy considerable.

 

La comisaría es más vieja que la ciudad

Hacia 1889, el gobernador del Territorio Nacional de Río Negro dispuso el establecimiento de la Comisaría de Bariloche. Por ende, los uniformados se adelantaron en 13 años al surgimiento oficial de la ciudad que debían proteger. Por entonces, gobernaba el coronel Napoleón Berreaute, “quien en la práctica gobernó hasta agosto de 1891 (salvo un breve paréntesis impuesto por la intervención del general Reynolds)”.

Fue el aporte de Jorge y Beatriz de Entraigas en la investigación que denominaron “Territorio nacional del Río Negro: su organización político-administrativa (1884-1897)”. El trabajo también fue elaborado para su presentación en el Congreso Nacional de Historia sobre la Conquista del Desierto. Sus autores señalaban que “en nuestro Territorio la Policía recién se comenzó a organizar a partir de 1885, si bien desde unos cuatro años antes ya había agentes encargados de custodiar el orden público en algunos lugares de Río Negro, entre ellos, Viedma”.

Fue a fines de ese año cuando “la Policía de Río Negro tuvo su primer reglamento. El mismo establecía el organigrama de la Institución y reglamentaba sus relaciones con la Justicia y las Municipalidades”. Según los investigadores, “en esta misma época también se solicitó al Ministerio del Interior las partidas necesarias para equipar a las Comisarías Departamentales instaladas desde comienzos de 1885. Para 1886 casi todos los departamentos del Territorio tenían nombradas sus autoridades policiales, sólo faltaba el de Bariloche que tuvo recién Comisaría en 1889, quedando así completada la organización de la Policía en todo Río Negro”.

La investigación apuntaba que “la policía tenía a su cargo el mantenimiento del orden público, era responsable de la protección de la vida y propiedad de las personas, colaboraba con la Justicia y también debía ‘prestar servicios a los Jueces o Alcaldes en cualquier momento que sea requerida por falta de respeto o desacato a la autoridad’. Entre las faltas o infracciones que debían combatir, figuraban la embriaguez y los desórdenes, actos sancionados con multas hasta que –por ser muy frecuentes- el gobernador decretó que a partir del 29 de mayo de 1892 ‘la embriaguez, vagancia, desorden, atentados y demás infracciones policiales sean exclusivamente castigados con detención ordenada según la gravedad y naturaleza de las infracciones”.

Adrián Moyano

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