20/01/2019

La segunda edición del Culturica Festival dio cátedra de pluralidad sonora y diversidad temática

La segunda edición del Culturica Festival dio cátedra de pluralidad sonora y diversidad temática

El Hipódromo de Bariloche albergó una fiesta inolvidable que convocó a gente de todas las edades. Artistas de trascendencia nacional compartieron escenarios con los más dinámicos exponentes de la escena local. Ni siquiera un inoportuno corte de energía eléctrica pudo menoscabar los ánimos. Gran acontecimiento.

Con tres escenarios y 12 horas de programación, había que optar. A las 15:35 inició su tarea Paulino Carbajo en el escenario “Usina Cultural del Cívico”, el más pequeño si se exceptuaba al de “Espacio Arte”, consagrado exclusivamente para Niñes (sic). El clown compartió en el Culturica Festival el espectáculo que denomina “Hombre disociación”, en cuyo transcurso reclama de forma permanente la participación de la gente. Explicó el artista: disociación es aquella capacidad de hacer más de una cosa al mismo tiempo. Nada de academicismos: “ir al baño y mandar un audio de WhatsApp”, ejemplificó, para lograr las primeras risotadas. E invitó a través de su acento pretendidamente francés, que una mano de los asistentes golpeara suavemente su cabeza mientras la otra, frotaba la panza. Luego, la infaltable voluntaria tuvo dificultades al intentar la repetición de un interminable trabalenguas. Humor para el comienzo del recorrido.

Para su segunda edición, la organización alternó la actuación de los artistas que arribaron de otros orígenes con la presentación de los locales. Temprano entonces, hubo chances de escuchar en el escenario “Luna” (el segundo en importancia) a Luciana Mocchi, uno de los números “internacionales” que había llegado a Bariloche. La uruguaya se río de sí misma al presentar “Amor entre bicicletas”, una historia de esas que nunca pasan: enamorarse de dos personas al mismo tiempo… La oriental invitó al escenario a Ivana Colonna Olsen (Bife) para ofrecer una memorable versión a dos voces de la canción. El ambiente festivo ya estaba instalado y Mocchi pudo apreciar que a dos mil kilómetros de su casa, tenía hinchada propia. Hizo referencia a su activismo feminista y compartió “Miguelito”, uno de sus temas de reciente factura. Su segmento terminó de manera un tanto accidentada porque mientras estaba en plena faena, el audio del aviso que informaba sobre las vías de escape y demás precauciones, invadió su espacio sonoro. Con temple, la cantautora reinició la interpretación pero el consejo que llegaba del escenario “Culturica”, siempre pisó su voz. Ingrato descuido.

El termómetro acusaba 28 grados cuando Tusuy Sonqo puso en marcha su actuación. El cuerpo de danzas bolivianas que dirige Daniela Montaño no se guardó nada sobre el suelo del Hipódromo, que acusó recibo de su energía con festivas polvaredas. Las sonrisas de sus bailarinas contagiaron al público, que acompañó los movimientos aunque de manera más recatada. Los integrantes del ballet encarnaron una prolongada sucesión de diferentes ritmos, en versión contemporánea. Particularmente vital resultó una especie de tecno-diablada, que exigió destrezas superlativas por parte de sus intérpretes. Uno de los bailarines empuño la wiphalla, enseña quechua – aimara que en la Argentina se asume como de todas las primeras naciones-, entonces el vigoroso cuadro final quedó completo, en un marco de cálidos aplausos.

Vote a Trucha

Minutos después sobre el escenario “Culturica”, se recreó el rito de Trucha Radio, “en vivo para público humano”, otro de los espacios humorísticos que se aseguró el festival. Andy Sakkal, Manuel Gutiérrez Arana y Delfina Pacho habían hecho otro tanto todos los martes de 2018 en Culturica - Bar de las Artes, el reducto de la calle Moreno. En la ocasión del sábado, bromearon: “como nos dijeron tantas veces que Trucha le hace bien a la gente, este año vamos por más y nos vamos a presentar a las elecciones municipales”. La flamante agrupación lleva como nombre Trucha Vuelve y en su boleta postulará candidatos a “intendente y vice-algo”. Entre las desopilantes propuestas que integrarán su plataforma electoral, se destacaron el establecimiento de un depósito de automóviles bajo las aguas del Nahuel Huapi, “bajar” los refugios de alta montaña a las dos primeras cuadras de la Mitre para facilitar su acceso de todo el mundo y declarar feriados municipales cada vez que se dé “un día lindo” en Bariloche. ¿Cómo no votarlos?
Era recomendable no moverse del escenario “Culturica” porque enseguida nomás subió Sofía Viola. Sin preocuparse por introducciones, la de Buenos Aires provocó el retorno de la gente, con su guitarra y contundente voz como argumentos muy convincentes. De origen arrabalero y filiación feminista, la música abrevó en los ritmos populares sudamericanos para entonar estrofas amorosas unas e iconoclastas otras. Homenajeó a la gran Amparo Ochoa, compartió su “Menstruatango” e invitó a registrar su “Alma gitana”, porque esa obra todavía no figura en plataforma digital alguna ni en ningún otro lado. Con “Caca en la cabeza”, también la emprendió contra la comida chatarra, la televisión y otras lindezas de la civilización, características del siglo XXI.

Si se tiene en cuenta la predilección por el lenguaje directo y hasta explícito del que se vale Viola, la participación de Marcelo Saccomanno y su banda en el escenario “Luna” implicó un suave aterrizaje de la poesía. El grupo ofreció temas de “Felicidad”, el álbum que Saccomanno pudo concretar en 2018. Sonaron “Jirafita”, “La vara del bien y del mal”, “Paraná” y “Hemisferios”, entre otras de las joyitas que integran el registro.

Aunque eléctrico y potente, la intervención del “Negro” y sus músicos significó un momento de reposo en la vorágine del Culturica Festival. Otro de los músicos que contó con el apoyo de hinchada propia.

Viejo y querido

Cuando en el escenario más grande se apagó el estruendo de La Nube, en el segundo comenzó a sonar Grasshopper. La banda de El Bolsón aportó el viejo y querido rock’n roll que en los tiempos que corren, parece confinado a un lugar marginal en la escena rockera, aunque suene a paradoja.

Letras en inglés porque su cantante nació en Los Ángeles, contrabajo eléctrico en la base y los clásicos solos de guitarra, significaron la irrupción de sonidos setentosos e inclusive sesentosos, en un acontecimiento muy contemporáneo. Un puñado de temas propios más un cover de JJ Cale (“Me llaman brisa”), mientras familias íntegras extendían la lonita, acomodaban la mochila y desplegaban el mate sobre el césped. Una especie de refresco para la memoria porque a final de cuentas, ¿de dónde viene tanta música?

Al término del segmento de Grasshopper, desplazarse entre escenario y escenario ya no resultaba tan fluido como dos horas atrás. Era el turno de Bife, uno de las apuestas centrales del programa. La dupla arrancó con personalidad y actitud, a través de una exhortación: “Si lo que va a morir de alguna forma ya está muerto, vivamos en este desierto. Si lo que va a morir de alguna forma ya está muerto, vivamos en este momento”. Como mudos testigos, el lado norte del cerro Catedral, el oeste del cerro Otto, se adivinaba, el Mallín del kilómetro 12 y se disfrutaba del cielo más límpido que se pueda imaginar. Escenografía insuperable para cobijar una multitud inagotable de sensaciones y significados. Bife se despachó a diestra y siniestra contra el machismo, el amor romántico, los piropos de los “machirulos” y demás nudos gordianos del patriarcado. Para conducir su mensaje se vale de tangos, cumbias, zambas y otro ritmos, hasta no hace mucho reductos inexpugnables de esa misma misoginia, que todavía no emprende la retirada. Cerca del escenario, fueron varias las voces que acompañaron las canciones, auténticas proclamas.

Cuando Bife finalizó su actuación, en el escenario menor tuvo su momento Gusanos de Seda, la banda barilochense que irrumpió recientemente en escena. De nuevo el rock, aunque en este caso, más emparentado con las corrientes argentinas que ganaron espacio en los 90. Guiños a la psicodelia, cierta faceta spinettiana y un cruce de subgéneros. No por nada sus integrantes gustan definir que el suyo es rock metamórfico, es decir, en permanente transformación. “Ahora es el tiempo de vivir”, vociferó su carismático cantante, como estribillo del último tema.

Una lástima

El que firma se desplazó con alguna velocidad hacia el escenario “Luna”, pero sólo alcanzó a presenciar la despedida de Degradé. La banda había llegado de Rosario y en los últimos tramos de su presentación, edificó un torbellino eléctrico de potencia con una particularidad: su cantante blandía un acordeón. Lástima, todavía no se puede estar en dos lugares al mismo tiempo…

Las cosas siguieron con Nación Ekeko en el mayor de los emplazamientos, un cruce de nuevas tecnologías con sonidos pertenecientes a primeras naciones que Diego Pérez registró durante múltiples viajes por Sudamérica. Música bailable a la que el artista matiza con mensajes de unidad y cuestionamientos a las fronteras. Durante su intervención, la Luna llena se situó a la derecha del escenario desde la perspectiva del espectador y justo en ese momento, las integrantes de Circo Caeli hicieron su faena en las alturas. En el mismo rango visual, era posible apreciar la soltura de las jóvenes acróbatas y la casi perfecta circunferencia del satélite natural, mientras Nación Ekeko ampliaba su atmósfera.

Bodie y la Flota Plateada constituían el anteúltimo show en el escenario “Luna”. En idioma mapuche, el vocablo “trafia” designa al momento del día en que el Sol ya se escondió, pero aún hay claridad. Ese fue el instante de Bodie, que tiene asistencia perfecta en el Culturica Festival. Dos guitarras más la acústica del cantante y líder, bajo y batería. Acá primaron las texturas, las sutilezas, las melodías y las búsquedas poéticas, no exentas de potencia y distorsión. Un momento bárbaro, hasta que pasó aquello que no podía pasar: ¡se cortó la energía eléctrica! Lejos de amilanarse, el baterista siguió con el ritmo y Bodie bajó del escenario con la acústica, para terminar el tema que estaba tocando, entre la gente, con una sonrisa imbatible en su rostro. Pura actitud…

Tres escenarios y 12 horas de programación, había que optar. Ante la inesperada interrupción, el cronista puso pies en polvorosa seis horas después de su arribo. Luego supo que la Cooperativa de Electricidad Bariloche había superado el inconveniente en aproximadamente 45 minutos y que la fiesta pudo continuar hasta completar el programa. Buena falta que hacía.

Para completar la nómina

Antes de Paulino Carbajo, habían actuado en el escenario “Usina Cultural del Cívico” Julián Diafirmasú, Arroyito Dúo, Los Nietos de Miguel, Cardomanso y Alejandro Talarico. Después de Gusanos de Seda hicieron otro tanto Dos Gorditas, Bombay y Undewande. En tanto, antes de Luciana Mocchi, en el “Luna” habían sonado Ine Güemes y Juan Nazar, Pájara, Iván Piombi, SavoraBlues y Rola Gitana. Después de Bodie y La Flota Plateada, cerró Pollera Pantalón.

Para los “niñes” actuaron LV Dúo, Mariano Pose, Napoleón Criollo, Ananá y Finito y sobre el final del segmento Concreta y Rosita. En tanto, en el escenario central después de Nación Ekeko, sonaron Jeites, Novox, Miss Bolivia y La Mano Fayuka.

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