17/01/2019

También debería discutirse el homenaje que prodiga la calle principal de Bariloche

La polémica enaltece porque estimula la argumentación y porque pone en entredicho verdades que no hicieron bien al país. En ese sentido, resulta saludable que periódicamente reflote el asunto de si es procedente homenajear a Julio Roca o no, pero también parecería conveniente ampliar el círculo del debate y pensar por qué la calle más importante de Bariloche lleva el nombre que lleva.

Si Juan Bautista Alberdi fue el mentor ideológico de la oposición al régimen que encarnó Bartolomé Mitre, Carlos Guido Spano fue su referente ético. La historia oficial quiso pintar un semblante suyo alejado de la realidad: un poeta romántico encerrado en su limbo... Así intentó vaciar sus contenidos políticos y morales. Hay que reconocer que la maniobra todavía tiene éxito: busquen el lector y la lectora inquieta sus biografías y encontrará la ausencia de su actuación política.

Nos dicen quienes investigaron más a fondo que la iconografía predominante se preocupó por difundir imágenes de su vejez, cuando lucía una barba larga y ostentaba un aire a Walt Whitman. No obstante, hay en el Archivo General de la Nación otras imágenes que revelan su faceta militante. Es que Guido Spano adquirió fuertes compromisos sin esperar recompensas, a tal punto que si ocupó cargos públicos fue por períodos muy acotados y en sitios de escasa relevancia.

El poeta fue hijo del general Tomás Guido, “lancero” de San Martín, denominación que acuñó el propio correntino para graficar la amistad que forjó con hombre público de tan dilatada trayectoria. Fue acomodada su cuna, pero resultó la calle su universidad. Su trayectoria vital no fue del agrado de las narraciones liberales: vivía en Brasil junto con su padre en misión diplomática, cuando volvió a la Confederación para alistarse en el ejército que a las órdenes de Rosas, batía a los europeos. No llegó a entrar en combate porque las hostilidades cesaron.

A los 20 años y como era de rigor en su tiempo, viajó a Francia. Corría 1848 y París fue escenario de una insurrección republicana. Lejos de contentarse con el rol de espectador, Guido Spano se dejó llevar por la marea de los acontecimientos, como confesó en su autobiografía: “Poniendo el oído a los rumores del siglo, recuperando mi energía, me lancé con febril actividad a la calle, donde paseaba en el delirio de su efímero triunfo la revolución democrática. Curioso espectáculo el de una sociedad que se transforma en medio de la discusión tormentosa de sus intereses primordiales removiendo hasta el fondo de las pasiones. Cada hora trae un acontecimiento, una sorpresa, una aberración, un retroceso o una nueva conquista sobre el régimen que estrepitosamente se derrumba (…) Mézcleme al movimiento general, peroré en los corrillos, estuve en la asonada, subí a la tribuna tambaleante, en las salas ahumadas de los clubes subalternos establecidos en las callejuelas de la inmensa ciudad, fraternicé en fin con la santa canalla. En todas partes proclamé la República, llegando a merecer frenéticos aplausos de los carboneros, los enjalbegadores, los zapateros de viejo y demás gente menuda, ante quienes ensayaba mis armas oratorias”.

Cuando retornó a Buenos Aires, se encontró con el triunfo del mitrismo. Adhirió a la facción de los chupandinos, es decir, los reformistas federales. Fue entonces que se estrenó como analista político en “La reforma pacífica”, que dirigía Nicolás Calvo. En forma simultánea, colaboró con el periódico “Fray Supino Claridades”, muy incómodo para los círculos porteños. Ambos medios supieron de procesamientos y clausuras. Ante el ambiente hostil, Guido Spano prefirió mudarse hacia Paraná. Allí, fue secretario de Relaciones Exteriores durante la presidencia de Derqui y siguió escribiendo, esta vez para la “Revista de Paraná”. Pero optó por renunciar y después de un paso por Montevideo, arriesgó su libertad con sus críticas a Mitre. Incluso partió hacia Paysandú para sumarse a su defensa y en el trayecto conoció a José Hernández, pero cuando ambos llegaron al escenario de la masacre, la plaza ya había caído.

Fue la agresión a Paraguay la que terminó por conmocionarlo y a denunciarla fue que consagró sus mejores ensayos. Según Ricardo Rojas, la suya fue “una de las (prosas) más elegantes y limpias de la literatura argentina”. Por entonces, escribió el poeta en el periódico “La América”, que otra vez, resultó clausurado por el mitrismo. Según sus compañeros de ruta, no hubo fractura entre su prosa y sus poesías. Hoy se cumple un aniversario de su natalicio, ya que vino al mundo el 18 de enero de 1827. Probablemente sonriera el día de su cumpleaños, en 1906, cuando esa misma jornada dejó de existir Bartolomé Mitre. Como es de rigor en estos casos, Guido Spano murió en la pobreza. Su perseguidor, contendiente militar e ideológico, más bien al contrario.

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