08/01/2019

Cambiemos la mala energía

Si bien los precios internacionales del petróleo marcharon en ascenso durante buena parte de 2018, la producción argentina de crudo apenas si se recuperó en los primeros 11 meses del año que se fue. El repunte implicó un mísero 2 por ciento en relación al mismo período de 2017, el año de producción “más baja de las últimas dos décadas”, según el Instituto de la Energía General Mosconi.

Fronteras afuera, el precio del petróleo alcanzó niveles récord en octubre, aunque después experimentó descensos. En la Argentina, se extrajeron casi 26 millones de metros cúbicos mientras que por el lado del gas, el incremento representó 5,3 por ciento, hasta 43.030 millones de metros cúbicos, en su mayoría aporte del área Fortín de Piedra en Vaca Muerta.

Es curioso y quizás indigne al usuario del transporte público: mientras el gobierno nacional ya tomó la decisión de dejar de subsidiar los pasajes, fomentó la extracción de gas a través de la Resolución 46, que aseguraba 7,50 dólares por millón de BTU. El Estado cubrió la diferencia entre ese valor y el que efectivamente percibía la compañía al comercializar el producto. Así cualquiera es empresario…

Pero 2019 será diferente. No solo porque el precio del crudo Brent –el que se utiliza como referencia en la Argentina- perdió más del 40 por ciento en octubre y diciembre, sino también porque la Casa Rosada se apresta a fijar límites para los subsidios a las compañías gasíferas, en especial para los proyectos que ya aprobó la provincia de Neuquén pero aún no la Nación. Entonces, ¿qué sucederá con la producción?

Para los bolsillos de los usuarios, todas las alternativas parecen malas. Cuando los precios internacionales del petróleo suben, de inmediato aumentan los combustibles que consumen los poseedores de vehículos. Como contrapartida, ¿alguien supo de rebajas del 40 por ciento? Desde los tiempos del exministro Aranguren, la cotización interna del país se ata a los vaivenes del mercando internacional, pero al parecer, la ecuación solo funciona en casos de suba.

De nuevo la Argentina tropieza con la misma piedra. El autoabastecimiento se perdió como consecuencia de la privatización, la desregulación y la subordinación del mercado interno al internacional que se pusieron en práctica en los 90. Si bien durante la “década ganada” el modelo no se modificó sustancialmente, una vez más se comprueba que los niveles de la producción no aumentan por más desregulación o alza de los precios internacionales que se produzcan. Tampoco reaccionaron ante el insólito incremento del gas que afrontamos los consumidores.

En el caso del petróleo, los datos de noviembre de 2018 que difundió la Secretaría de Energía, acusaron que la producción fue de 2.364.821 metros cúbicos, con una variación del 1,5 por ciento contra el mismo período del año anterior. El volumen es aún inferior al que se había obtenido en 2016 y en los años precedentes hasta 1999. La información pone en tela de juicio otra patraña de los últimos años: la explotación de hidrocarburos no convencionales –muy cuestionable ambientalmente- no compensa la declinación de los yacimientos tradicionales.

A fines de diciembre, el gobierno de la alianza Cambiemos alejó al entonces secretario de Energía, cuya gestión apenas si se estiró por seis meses. En ese período, había anunciado que en cinco años el país se convertiría en exportador de hidrocarburos de trascendencia internacional, que la balanza comercial energética alcanzaría los 15 mil millones de dólares por año y que en Neuquén se crearían 500 mil empleos nuevos, directos e indirectos, a causa del boom Vaca Muerta. También habló de una agresiva política de exploración en la Plataforma Continental.

La incoherencia entre las palabras, las acciones y los resultados están a la vista. Dentro de poco, nadie recordará a Javier Iguacel y sus promesas. Muy posiblemente, la “corporación petrolera”, es decir, grandes empresas, gobiernos provinciales y sindicatos, no avalara tales pronósticos. Pero también es muy probable que el exsecretario pensara en aquellos objetivos a partir de la persistencia de los subsidios, permanencia que es incompatible con el acuerdo que celebró el gobierno nacional con el FMI. O en tarifas que no solo son impagables para el conjunto del pueblo argentino, sino también generadoras permanentes de inflación.

Vaca Muerta no va a salvar a nadie. Tanto el gobierno de Cambiemos como cualquier otro, debería entender que una política energética nacional no se define solo por la petrolera, es bastante más. Hace falta consenso estratégico sobre tres aspectos que en los últimos tres años quedaron fuera de análisis: el sector eléctrico, el cambio climático y la transición hacia las energías renovables. Los grandes argentinos que sacaron adelante al país en materia energética pensaron en términos nacionales, integrales y racionales. Qué lejos estamos de ese horizonte…

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