SIR THOMAS HUNGERFORD HOLDICH

| 22/05/2018

El inglés que se llenó de barro en el Manso

El inglés que se llenó de barro en el Manso
Sir Thomas Hungerford Holdich.
Sir Thomas Hungerford Holdich.

Fue comisionado del Tribunal Arbitral que se conformó en Gran Bretaña a raíz de la solicitud argentino – chilena, como consecuencia del desacuerdo en materia de límites. Anduvo por Bariloche y El Foyel. Integró el cuerpo al momento de emitir el fallo.

El 25 de mayo de 1902, Thomas Holdich se despidió de Francisco Moreno en el campamento que se había establecido en la cabecera del río Simpson. Antes, el contingente argentino – chileno había pernoctado a la fuerza ante la virulencia de las lluvias durante cinco días en la confluencia de los ríos Villegas y Manso. Fue en el puesto de Koslowsky que el inglés y el bonaerense estrecharon sus diestras. Seis meses después, la suerte argentina estaría en manos del oficial británico.

Sobre el coronel de reales ingenieros había recaído una particular designación del gobierno inglés: sería comisionado en el terreno del Tribunal Arbitral que dirimiría límites entre la Argentina y Chile. Además de militar, sir Thomas Hungerford Holdich era por entonces vicepresidente de la Real Sociedad Geográfica. Encabezaría un grupo de cuatro oficiales que tenían experiencia en Asia y en África. Cabe recordar que por entonces, el colonialismo británico brillaba en todo su esplendor.

Por el lado nacional recibió a los emisarios reales Moreno, por el chileno el alemán Frederic Steffen. Según el recuerdo de José Juan Martín Biedma, “en los primeros días de marzo, el comisionado especial partió para la zona del litigio y su cometido se extendió hasta el mes de mayo. Recorrer una frontera tan extensa en una de las regiones más ásperas del globo, pasada la buena estación y disponiendo de solo tres meses de otoño, no era tarea sencilla”.

Más allá de esas adversidades, según Holdich “la única posibilidad de éxito de esta empresa estribaba fundamentalmente en la buena voluntad de ambos gobiernos y en la conveniente organización previa, que podía combinarse con la ayuda del telégrafo. Los resultados probaron que los gobiernos estaban ansiosos de asegurar el éxito”. La resolución recién se conoció en noviembre del mismo año, pero no nos adelantemos…

Después de partir de Valparaíso rumbo al sur, Holdich se encontró con Moreno en el seno Última Esperanza. Más tarde se separaron y el inglés, “después de haber hecho estaciones en los estuarios y valles de los ríos Baker, Aisen, Yelcho y Cochamó, llegó el 3 de abril a Puerto Montt”, según la reconstrucción de Biedma. “La segunda parte del viaje comprendía la inspección de los valles subandinos litigiosos, entre los 41 y 46 grados de latitud sur”. En ese tramo entró en escena Bariloche.

La pequeña San Carlos

La descripción que sigue se debe al alemán que contratara el gobierno chileno: “Como punto de partida de la expedición había sido determinada la pequeña población de San Carlos, llamada hoy Bariloche, en la orilla sur del Nahuelhuapi (sic), donde se encontraba el campamento general de las subcomisiones argentinas de límites que, bajo la dirección de su activo jefe el señor F. P. Moreno, estaban ocupadas hace tiempo en los múltiples preparativos para el viaje”.

Después de aguardar que otra tormenta amainara, “efectuamos el trayecto de la cordillera los días 9 y 10 de abril, aprovechándonos del servicio de transporte organizado por la empresa de los señores Hube y Achelis. Durante este trayecto, cuyo punto culminante es la división interoceánica en la plataforma del paso Pérez Rosales, se atraviesan no menos de cuatro lagos, el Llanquihue, Todos los Santos, Frío y el gran brazo occidental del Nahuelhuapi, recorriéndose los trechos intermedios en caminos carreteros, que en parte presentan condiciones excelentes, en parte –como en la bajada desde la cumbre del paso hasta la laguna Fría- necesitan mucha compostura”.

Holdich formó parte de ese periplo y navegó hasta San Carlos, junto con los recién llegados. Según el relato de Biedma, “se alojaron en un pequeño y confortable hotel de madera cuyo largo comedor ofrecía un pequeño museo local adherido a sus paredes empapeladas. Se exhibían allí curiosidades indígenas: un anillo, una o dos vasijas ornamentadas, pipas, cueros de distintos tipos, un palo en forma de serpiente y un huevo de pájaro que no tenía forma de tal”, entre otros elementos que llamaron la atención del coronel.

La columna enfiló hacia el sur desde el 14 de abril. Iban Holdich, su hijo, Moreno, Steffen, Emilio Frey y su contraparte chileno, además de otros integrantes. Debían inspeccionar los valles litigiosos pero el clima no ayudó y entonces, debieron desviarse hacia el este. “El primer lugar previsto fue el paso Villegas, que los chilenos denominaban paso del Manso y que, por encontrarse en el divortium continental, consideraban punto limítrofe. Siguieron el curso del Ñirihuau y luego el del Curruleufu hasta las inmediaciones del cerro Colorado, de 2.140 metros de altura”.

En coincidencia con la fecha patria de 1902, el comisionado inglés se despidió del perito argentino para dirigirse hacia Comodoro Rivadavia. Legó Biedma que “el coronel Holdich, verdadero caballero, cautivó inmediatamente a todos por su prestancia, su trato cordial, imparcialidad y rectitud. Fruto de su inquietud intelectual y del afecto que cobró a los países sudamericanos fue la obra que con el nombre de The Countries of the Kings Award publicó en Londres. En ella, además de relatar su viaje, describe en sus aspectos geográficos, sociales y políticos los países que visitó”.

Holdich integró el Tribunal Arbitral inglés que se expidió meses después. Por entonces, la tesis argentina sostenía que el límite debía seguir una línea que determinarían las más altas cumbres mientras la chilena, prefería una hidrográfica que siguiera la divisoria de aguas entre el Pacífico y el Atlántico. El fallo desestimó las dos posturas y combinó una tercera: de los 94 mil Km2 en disputa, 54 mil quedaron para Chile y 40 mil para la Argentina. Una vez más, la suerte argentina se decidió en Londres.

Las Ruinas de Bariloche

A comienzos del siglo XX, el cerro Colorado también recibía el nombre de Ruinas de Bariloche, “por hallarse flanqueado por formaciones sedimentarias que recuerdan las ruinas de un gran castillo”, anotó Juan Martín Biedma en su “Crónica histórica del lago Nahuel Huapi”. Mientras atravesaba la zona, el continente argentino – chileno - inglés debió resignar la marcha ante la renovada caída de torrenciales lluvias.

Por la fuerza, debieron acampar los expedicionarios “al pie del cerro Quemado, en la confluencia del Villegas con el Manso. Hallan numerosas huellas de animales baguales y toman contacto con el único poblador de la zona, el indio Huenchupan, que vivía en el corral de Foyel, llamado así por el cacique homónimo que antiguamente tenía allí sus tolderías”, sumó el autor. Aquél “tenía numerosos ganados, especialmente vacunos, y cultivaba cereales, papas y legumbres”.

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