13/03/2018

Los productos orgánicos se alejan del lujo

El mercado de productos orgánicos cambia de forma dinámica y la demanda excede la oferta en la mayoría de las ciudades.

La categoría “orgánica” se vuelve más accesible y amigable para el cliente. Inclusive en Bariloche puede advertirse la entrada en el juego de nuevos actores que llaman la atención por la innovación en los productos y nuevas ofertas que en conjunto, llevan al sector a un nuevo umbral de crecimiento y expansión.

En la última década, acceder a los alimentos orgánicos se convirtió en una tendencia que se registra en buena parte del planeta. La conciencia sobre los beneficios que derivan de su ingesta, junto a su producción ética y segura, se edificó como una característica que estimula a los consumidores a adquirir productos de una manera diferente a la que se instituyó 60 años atrás, con la irrupción masiva de la agroindustria.

Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, “la agricultura orgánica es un sistema de gestión de la producción ecológica que promueve y mejora la biodiversidad, el ciclo biológico y la actividad biológica del suelo.

Se basa en el uso mínimo de insumos no agrícolas y en partículas de gestión que restablecen, mantienen y mejoran la armonía ecológica". Si se tiene en cuenta la importancia de la agroindustria en ese país, convengamos que la definición es muy significativa.

No obstante, el uso de productos químicos y otros agentes artificiales para madurar frutas y retener la frescura de las verduras es endémico y omnipresente. Las empresas de alimentos orgánicos tratan de cambiar esa modalidad a través de la oferta de una amplia gama de productos naturales y saludables, a la vez que trabajan en difundir los beneficios para la salud que derivan de consumir alimentos orgánicos y sus métodos de producción.

Después de décadas de esfuerzo y muchas veces, de remar contra las mareas, los orgánicos se asumen en la actualidad como una opción para la vida e inclusive, una declaración de principios. Como consumidores y consumidoras, sabemos que el sabor de las papas, los tomates o los pollos que vienen de la agroindustria, no se pueden comparar con el que ofrecen los mismos productos pero de origen orgánico.

Donde se registre el fenómeno, los agricultores usan variedades tradicionales de semillas y las frutas o verduras se cultivan en áreas de cultivo tradicionalmente adecuadas, conjunción que hace que se recupere o permanezca el sabor original de cada fruta, legumbre u hortaliza. La diferencia con el gusto sintético que se puede detectar en los cultivos que se valen de insumos artificiales es cada vez más ostensible.

Desde ya, todavía los alimentos orgánicos son más caros que las variantes habituales de productos sintéticos. Sin embargo, las cifras globales demuestran que los consumidores ponen no sólo el precio en la balanza y que tienden a afrontar el extra que supone una mejor nutrición. En este caso, el “efecto derrame” parece más verosímil porque por ejemplo, en India los productores orgánicos trabajan en conjunto con aldeanos y agricultores locales.

Mecanismos similares aunque a menor escala se observan en la región. En más de una ocasión ponderamos aquí el funcionamiento de la Feria de Horticultores Nahuel Huapi, que se establece durante los veranos en la Plaza Belgrano. De manera informal, también arriba por distintas vías verdura que se produce en la Comarca del Paralelo 42 y a escala barrial son varios los ejemplos, que tienden a multiplicarse.

Es comprensible, a medida que se vuelven evidentes los efectos dañinos que provoca el uso de productos químicos en la agricultura. El puntapié inicial corrió por cuenta de los sectores ecologistas, que mucha responsabilidad tienen en llamar la atención y generar conciencia. Desde entonces, los gustos y preferencias de los consumidores comenzaron a cambiar, factores que inciden en los aumentos en cuanto a la demanda de productos orgánicos.

Se acuñó el concepto de superalimentos de carácter orgánico a productos como la quínoa, las semillas de lino y el salvado de trigo, entre otros, que se incorporan de manera gradual en la alimentación de las personas, inclusive en el desayuno. Pero en los últimos tiempos, también se sumaron las soluciones para la agricultura orgánica, como la fabricación de fertilizantes orgánicos. O mecanismos de marketing, como la certificación para legumbres, granos o aceites.

En la Argentina, el crecimiento de los orgánicos se erige como necesidad. El boom de la biotecnología agroindustrial atenta de manera severa contra la soberanía alimentaria y la salud de la gente. En cada campaña de soja genéticamente modificada, se derraman sobre campos y localidades cercanas 400 millones de litros de agro-tóxicos. Hasta se detectó el herbicida más famoso en la lluvia… Los orgánicos ya no pueden ser un lujo.

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