“Papel con letras” poetiza dicotomías
- ACTUAN MICA CACHEDA Y ARAVINDA JUAREZ - La obra que escribió la propia Juárez cuenta con la dirección de Adrián Beato. El elenco ya ofreció cuatro funciones en la sala de La Llave, a la que transformaron categóricamente. Que haya más funciones.
Unas dos décadas atrás, el correo no era una agencia de cobranzas. Si la gente hacía fila, era para despachar cartas o postales. Los parientes de domicilios distantes se confiaban novedades y los amores lejanos se avivaban a través de confesiones o promesas. Unas dos décadas atrás irrumpió en nuestras vidas el email y paulatinamente, dejó de ir la gente a las sucursales del correo porque se comenzaba a comunicar de otra manera. Perdieron sentido los sobres, las estampillas y las esperas. ¿Quién aguarda hoy una misiva cuando el cartero palmea en sus puertas?
¿Qué será hoy del papel carta? Era casi transparente y muy liviano, para sumar menos peso y no exceder la tarifa mínima del envío. Escribir se escribía a mano con la mejor letra posible para que el inminente lector entendiera fácil… No tan indirectamente, ese universo prácticamente desconocido para los más jóvenes, es el que rescata “Papel con letras”, la obra que ya lleva cuatro funciones con Mica Cacheda y Aravinda Juárez en escena, con la dirección de Adrián Beato.
Pero el trabajo no es un homenaje nostálgico a los servicios postales. Alma (Juárez) y Paz (Cacheda) son trabajadoras del correo pero su tarea -que podría ser monótona y rutinaria- se deja tomar por asalto por la poesía, las dudas, los conflictos y las liberaciones. Nótese que no se llaman Fernanda o Marcela -con todo el respeto que nos merecen esos nombres- sino que se identifica una con el aspecto más humano de la existencia y otra, con el estado o sentimiento que quizá, más ansiamos.
Cuando el correo era analógico, había cartas que se perdían o que nunca llegaban a destino. A determinada hora de la tarde, Alma toca un timbre y entonces, entre las dos compinches recrean un juego al que toman muy en serio: reescriben aquellas que quedaron en los estantes de la oficina.
Alternativamente, Paz asume la personalidad de un hombre de acento foráneo que lamenta un tanto grotescamente la postergación de un amor… Alma hace otro tanto con una mujer de tono indudablemente caribeño que le confía a una amistad distante las vicisitudes que debe afrontar para llegar como es debido al casamiento en una relación. Y así con uno y otro sobre y su contenido.
Poesía en escena
El texto de “Papel con letras” es precioso. Como dijo Julio Benítez antes que entráramos en la sala al citar a Federico García Lorca, “el teatro es poesía sobre el escenario”. Hay que hacer notar entonces que la dramaturgia es obra de la mismísima Aravinda Juárez, la teatrera que llegó desde la cada vez más doliente Venezuela para enriquecer el arte dramático de una geografía sumamente distinta a la suya original.
Confió la puesta en Beato, uno de los teatreros más experimentados de esta ciudad y entonces, “Papel con letras” es una feliz empresa que reúne trayectoria con frescura, experiencia con atrevimiento. En escena, Alma trabaja sobre una mesita donde descansa una vieja máquina de escribir y Paz en un rincón opuesto, algo atrás. Las cartas que la primera clasifica y la segunda controla, se desplazan entre uno y otro vericueto de la oficina a través de hilos que penden en diagonal y entonces, facilitan el viaje de cada sobre hacia su nuevo destino.
A la izquierda del espectador, un espejo que será exclusivo para Paz. Es que el juego entraña sus riesgos. Hay líneas que destilan pasión, otras que implican desafíos. En ocasiones, las emociones de los remitentes se apoderan de las trabajadoras postales. Paz tiende a dejarse llevar por ellas, a sacudirse ciertos mandatos, a trasponer los límites que nadie sabe por qué y para qué están ahí. Alma es más amiga de la sensatez, de la hipotética cordura, de la seriedad. Pero también experimenta la tentación.
Varios momentos culminantes en la trama. En uno, Paz besa a Alma, en el colmo del desenfado. En otro, Alma canta en portugués la canción más triste del mundo y cuando vuelve en sí, reconoce su perturbación. La más sensata se enoja con la más inconsciente, sus palabras se llenan de reproches… Desfilan advertencias sobre el futuro que la aguarda si soslaya precauciones, la complicidad de hace un momento muta a una continua reconvención hasta que Paz proclama: ¡basta! No juego más… Entonces, se deshace de su uniforme de trabajadora postal y abandona el correo. El lugar del juego pero también del gris.
“Papel con letras” es un himno al teatro. Aborda los dilemas que -suponemos- a todos y todas nos asaltan periódicamente: la relación tirante entre comodidad y vitalidad, seguridad e intensidad, previsibilidad y disfrute, libertad y costumbre, valentía y domesticación. Y así, capaz que hasta el infinito… La única pasión que aquí vence sin discusión alguna es la que despierta el arte dramático. Hay que prestar atención a sus próximas funciones.
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Locos por el teatro
El elenco de “Papel con letras” lleva como nombre “Brújula, teatro esencial a cuerdas”. Para la ocasión, aunó esfuerzos con el Grupo Trampolín. Recibió a los espectadores Julio Benítez, quien antes de “dar puerta” comentó un par de cosas, entre ellas, que entraríamos a un auténtico teatro. Y así fue: sobre la sala principal de La Llave se levantaban insólitas gradas que permitieron apreciar las alternativas de la obra desde una altura inusual para los espacios barilochenses.
Todo un símbolo pero también un acto de protesta. Había puntualizado el actor y director que “las obras del teatro público están paralizadas hace más de un año”. Un tanto en serio pero más irónicamente, señaló que el intendente no les concedía a los actores y actrices audiencia a raíz de las consecuencias de la gran nevada que tuvo lugar unas semanas atrás... Quedó claro que en el quehacer dramático de Bariloche, ganas de batallar no faltan.