2019-06-03

Nuestra América “debe cesar de ser rica para los demás y pobre para sí misma”

Arturo Jauretche calificó como “política de la historia” la manera de narrar los sucesos que divulgó la Generación del 80, con Bartolomé Mitre como faro iluminador. Quienes luego de la derrota de la Confederación forjaron el país agro-exportador, filo-europeo y propiciaron la inmigración para sustituir a la población criolla e indígena, se cuidaron muy bien de instalar ciertas premisas. Si en algo no estaban interesados los Sarmiento, Avellaneda o Roca era en la noción de América.

El país que diseñaron a su antojo, una vez aplastada la última montonera federal, no miraba en plano de igualdad hacia Perú o Bolivia, hacia Ecuador o Colombia, hacia Chile o Paraguay. Miraba hacia Londres en materia económica y en dirección a París por cuestiones culturales. Pero en las primeras décadas del siglo XX, decía el peruano Mariátegui: “Los pueblos de la América española se mueven, en una misma dirección. La solidaridad de sus destinos históricos no es una ilusión de la literatura americanista. Estos pueblos, realmente, no son sólo hermanos en la retórica sino también en la historia. La generación libertadora sintió intensamente la unidad sudamericana.

Opuso a España un frente único continental. Sus caudillos obedecieron no un ideal nacionalista, sino un ideal americanista. Esta actitud correspondía a una necesidad histórica”.

La permanencia de esa manera de pensar se prolongó hasta que la suerte de las armas favoreció a los enemigos de la unidad continental. Por ejemplo, cuando Felipe Varela se levantaba en sus interminables insurrecciones contra el poder de Buenos Aires, convocaba a sus montoneros a construir la Unión Americana. Su célebre proclama se dirigió a los “argentinos” y hacía referencia al “pabellón de mayo”.

El texto reivindicaba la gesta libertadora, al mencionar la campaña de los Andes y la victoria de Ayacucho. Fustigaba “la desgraciada jornada de Pavón”, agredía claramente a Bartolomé Mitre, a quien calificaba de usurpador del gobierno de la Nación y también criticaba la guerra del Paraguay. “Nuestra Nación, tan feliz en antecedentes, tan grande en poder, tan rica en porvenir, tan engalanada en glorias, ha sido humillada como una esclava, quedando empeñada en más de cien millones y comprometido su alto nombre a la vez que sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño, que después de la derrota de Cepeda lagrimeando juró respetarla”.

Para lograr la adhesión de sus paisanos, Varela denunciaba que desde la usurpación de Mitre, “el monopolio de los tesoros públicos y la absorción de las rentas provinciales vinieron a ser patrimonio de los porteños, condenando al provinciano a cederles hasta el pan que reservara para sus hijos. Ser porteño es ser ciudadano exclusivista; y ser provinciano es ser mendigo sin patria, sin libertad, sin derecho. Esta es la política del Gobierno Mitre”.

La proclama decía que los de Buenos Aires eran “mandones sin ley, sin corazón” y “sin conciencia” y en sus últimos tramos, vociferaba: “¡Abajo los infractores de la ley!” Especificaba que “nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas americanas”. Finalmente, decía: “¡Compatriotas nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará el enemigo. Allí los invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y amigo. Felipe Varela”.

En sintonía con su predecesor, cuando el entrerriano Ricardo López Jordán enfrentó a las tropas nacionales, invocaba “la indisoluble y santa confraternidad americana”. Eduardo Wilde sostenía que había que “hacer de Sudamérica una sola nación” y José Hernández, autor del “Martín Fierro” y justamente, secretario de López Jordán, se refería a la Argentina como “esta sección americana”.

A ese americanismo no pudieron extirparlo con la masacre de miles de gauchos. En las primeras décadas del siglo XX, decía Manuel Ugarte “debemos ser altiva y profundamente patriotas... Si no queremos ser mañana la raza sojuzgada que se inclina medrosamente bajo la voz de mando de un conquistador audaz, tenemos que preservar colectivamente, nacionalmente, continentalmente, el gran conjunto común de ideas, de tradiciones y de vida propia fortificando cada vez más el sentimiento que nos une, para poder realizar en el porvenir la democracia total que será la Patria Grande del mañana. Mientras la América Latina esté gobernada por políticos profesionales cuya única función consiste en defender los privilegios abusivos de la oligarquía local y en preservar los intereses absorbentes de los imperialismos extranjeros, ninguna evolución puede ser posible. Ha llegado la hora de realizar la segunda independencia. Nuestra América debe cesar de ser rica para los demás y pobre para sí misma. Iberoamérica pertenece a los iberoamericanos. Y allí donde hay un territorio latinoamericano en peligro, allí está nuestra patria”. ¡Qué vigencia! Varela falleció un día como hoy, de 1870.

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